El Consejo de la Organización Médica Colegial (OMC) ha mencionado en reiteradas ocasiones la decepción y el agotamiento físico y emocional de los sanitarios y alerta de que el mes de septiembre “genera una creciente sensación de temor y desolación por el progresivo aumento de casos graves que amenaza con inundar nuestros centros de salud, urgencias y hospitales”.  Un resentimiento de los sanitarios “contra un sistema que no responde ni haciendo lo necesario, ni cumpliendo lo que promete“. Temor y desolación que compartimos el resto de la ciudadanía.

Pero el tema es que el origen de la recaída, no está en los políticos, sino en los ciudadanos. No tienen vivencia del peligro, se creen invulnerables, y carecen de responsabilidad social. Miles, en algunas naciones y en la nuestra, se manifiestan contra las mascarillas, niegan el virus, dicen que es un montaje. Estas negaciones semi-delirantes las tenemos desde siempre. Negamos los cincuenta mil que mueren, que también niegan su abuso del alcohol, otros tantos por el tabaco, y algo similar por el sobrepeso, o en las adicciones graves, niegan y reniegan de la realidad desde algunas ideologías.

Es un tema de responsabilidad, de sentido del peligro, de anticiparse, facultades de la parte más humana de nuestro cerebro. Es lo que no hacen bebedores, fumadores, obesos, sedentarios. El 90% de nuestro cerebro es como el de cualquier animal.

Se debería replantear cómo se está comunicando la pandemia. Con ejemplos concretos. Una joven auxiliar de enfermera con 19 años sale de la UCI, pero se ve obligada a un largo proceso de recuperación porque ha perdido hasta la capacidad de andar. Otro joven ha perdido su capacidad pulmonar y ha de andar con oxígeno. Igual que un médico que aparece en pantalla con el oxígeno. Cuando vi en televisión sus vívidos testimonios me quedé con una idea clara de cual es la magnitud de nuestro enemigo. Cosa que no va a producir el conteo diario de víctimas o los métodos represores.

La conducta del ciudadano es la misma que la de nuestros representantes, tampoco tienen idea del peligro que para la salud mental, moral, económica tienen sus constantes proclamas de fragmentación de la nación, de atacar a la Monarquía, de eliminar valores consensuados, la muy perversa memoria democrática, porque no existe otra que la derivada de la investigación científica, no ésta que pretende justificar una ideología para poder seguir su demoledora matraca. Por ejemplo, en la educación de nuestros hijos y por tanto la educación sexual corresponde al Estado, hasta eliminar lo de ser hombre o mujer desde la biología y otros muchos insultos para bienestar colectivo. Podrían descansar de su revolución y del asalto al poder y dejarnos en paz y que podamos iniciar la recuperación emocional de tantos seres que hemos perdido, de tantos puestos de trabajo en la cuneta y que afanemos medios para evitar arruinarnos mucho más. Todo esto ha incrementado un deterioro de la moral colectiva.

El consumo de alcohol se asocia a resultados cerebrales adversos, altera los niveles de lípidos porque un metabolito que produce el hígado para desembarazarse del alcohol, el acetato, bloquea la oxidación de los mismos, (un paso necesario para utilizarlos como combustible) lo que acarrea que se transformen en grasa para las arterias y depósitos grasos.

Un ataque contra nuestra salud mental que sigue haciéndose, es la necesidad de volver a lo que, para ellos, la Guerra Civil, no solucionó: la Republica. La Transición fue la unión entre democracia, libertad y desarrollo, y con ello hemos anduvimos hasta Zapatero y ahora Podemos. Hemos estado en paz y siguiendo mejorando en todos los temas, y en el momento en que no sabemos que será de nosotros en el próximo curso, y estando aquellos ajenos a la realidad nacional y al contexto internacional, siguen queriendo romper lo logrado. Hasta que sea obligatorio las injurias al Rey, que como máximo símbolo y representante de la Constitución es un obstáculo para su propósito.

Los medios y los partidos políticos no pierden su tiempo en arreglar “nuestro alarmante declive demográfico, el carácter insostenible de nuestro sistema de pensiones, la inviabilidad financiera y política de nuestro tinglado territorial, la agresividad rampante de los separatismos, el endeudamiento y el déficit galopante, el deterioro del nivel educativo, la inaceptable desconexión entre representantes y representados, la patológica primacía del poder ejecutivo sobre el legislativo y el judicial, la invasión tóxica por los partidos de los órganos constitucionales y reguladores, la sociedad civil y los medios de comunicación y la corrupción al borde de lo sistémico, son amenazas gravísimas sobre la estabilidad y supervivencia de nuestro edificio social que no admiten parches o demoras” (Publicado por  Alejo Vidal Cuadras en Voz Pópuli).

Todos los veranos vuelvo a leer el Quijote. Un personaje intoxicado por sus lecturas, origen fanático de su ideología, que como estos le proporcionaba una identidad, y una prepotencia transformadora de la sociedad, un hombre sabio pero que pierde el juicio cuando interpreta la realidad desde sus libros. ¿Qué libros y realidad consultan los anti vacunas o estos de ahora con la Covid-19?

Eso es lo que le está pasando a parte importante de nuestra clase política y a sus seguidores, que parece que no vean las consecuencias, como aquel, de su empecinamiento al traer al presente teorías de siglos anteriores. La ideología, como el dogma político son una pintura de brocha gorda, para ahorrar conocimiento y dar identidad y estabilidad mental y emocional a sus poseedores.

Lo mismo que está haciendo cada ciudadano que se salta las reglas, los que niegan el virus, las vacunas, el ecologismo y animalismo ideológicos, todo derivado de teorías y negación de la realidad, y como aquellos, también tienen ideologías para explicar su actitud.

Pero tenemos otros frentes para reflexionar y poner coto y freno. Fíjense en lo que los investigadores nos auguran, con el aprobado y complacencia de los medios: “Tendremos sensores para conectarnos con lo que hoy denominamos la nube que nos guiará en los procesos y las aplicaciones para encontrar información distribuida entre dispositivos que llevaremos puestos” (Próximo paso). Otros que siguen ignorando lo que es un ser humano y la repercusión que puede tener todo esto. Y el tipo de vida que debe llevar el ciudadano ¿Tanta información, para qué?

Otro más de los muchos que quieren cambiarnos y adaptarnos su manera de ver el mundo, con la misma seguridad e intenciones mesiánicas que cualquiera otra ideología de las muchas que se difunden y que tratan de imponernos. Todo dirigido al mundo de la información y los datos; hay interés, dinero atención, programas. Pero no sabemos qué hacer con los cientos de jóvenes que están llenando nuestras ciudades como Madrid y Barcelona de delincuencia.

Termino, no podemos tirar la piedra contra los políticos, ellos, como nosotros, niegan lo evidente, nosotros negando nuestra fragilidad personal, mental y física; ellos negando la fragilidad de una sociedad en descomposición, de una política basada en subastas de votos, negando la fragilidad de la economía y de la muy abatida moral ciudadana, así como la enorme interdependencia del contexto internacional de la que también debemos esperar amenazas globales.

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Fuente original: Proa Comunicación