Decía Aristóteles que la política es un examen sobre los ideales, las leyes, las costumbres y las propiedades de una manera real. Y no cabe la menor duda de que de la nota de ese examen dependen la forma de afrontar el presente y, sobre todo, el futuro de las nuevas generaciones, pues de su valoración nacerán los días del mañana que gobiernen esos ideales, esas leyes y esas propiedades tanto físicas como intelectuales. Como consecuencia, bien pudiéramos considerar a un político como un animal social; de tal estado, de “la polis” -la ciudad en griego-, nacen la convivencia y el porvenir y de hecho las abejas y las hormigas tienen un marcado acento político por sus comunidades y estructuras sociales.

En lapidaria frase sobre el noble arte de la política de Indira Gandhi: «nunca olvides que cuando estamos en silencio somos uno y cuando hablamos somos dos».

La política es tan necesaria para la humanidad como el aire que respiramos, aunque como éste, a veces se contamine en exceso por falta de protocolos éticos. El precio de desentenderse de la política es, en palabras de Platón, ser gobernado por los peores hombres, así que jóvenes, haced política porque si no lo hacéis se hará igualmente y probablemente en vuestra contra. De eso Ortega y Gasset sabía un rato, no cabe la menor duda.

Un político es un gestor de caudales públicos, un administrador de vidas, comenzando por la salud y terminando por el dinero pues de su capacidad y decisión dependen, en buena medida, la vida de millones de personas. Son tiempos difíciles para un político, resulta obvio con una pandemia que asola al mundo, al presente y al futuro; pero no lo es menos que para comandar la nave de la vida, uno ha de sentirse capacitado o si no, que se marche para su casa por donde ha venido, que no pasa nada, nadie nació sabio ni perfecto, antes de hacer más daño y sesgar la vida de las personas en la salud, en lo social y lo económico.

Así debiera ser, la incapacidad manifiesta de Ayuso lo demuestra, la vanidad del presidente Sánchez conduciéndonos con su negligencia hacia el abismo, lo corrobora. En política suponemos que todos los que saben como pedir votos, saben como administrar una ciudad o un estado. Cuando estamos enfermos, y es el caso, no pedimos el médico más guapo o el más elocuente, aunque las hordas de inverosímiles se empeñen en aplaudir vanityfaires. De esto no va la política, de ver quién es más machote, quien la tiene más grande, la tontuna -no se confundan-, o reír las gracias, aunque maldita la gracia que hacen mientras miles de personas mueren y otros tantos millares o millones se hunden en lo más profundo de la miseria humana sin que nadie les tienda la mano antes de caer. La política, dijo un Reagan iluminado, es la segunda profesión más antigua del mundo, aunque cada día se parece más a la primera.

Hoy mientras todo esto sucede, nuestros políticos, empeñados en contar la historia cuando la historia se cuenta sola, pretenden hacer héroes o verdugos a personas que vivieron hace ochenta años mientras hablan de “políticas y bienestares” con asesinos, entregándoles nuestro presente y el futuro de nuestros hijos, porque la vida, en definitiva, se trata de eso: de tratar, valga la redundancia, de hacer un mundo más justo para nuestros hijos.

Dice la vicepresidenta Calvo en un sectarismo que asusta y más propio de una mente fascista y fascinerosa, -el poder, en argumento de Marx, es simplemente el poder organizado de una clase para oprimir a otra-, que nuestros hijos necesitan saber de dónde vienen, pero se equivoca. El perdón es la llave a la libertad; se equivoca porque con la que está cayendo, nuestros hijos lo que de verdad necesitan es saber adónde van, difícil respuesta a la que este gobierno ni responde ni responderá jamás, pues ni ellos mismos, pueriles personajes, saben adónde van. Son más necesarios los sueños del futuro que las pesadillas o la historia del pasado. Un joven sólo necesita caminar con paso firme hacia adelante y no hacia atrás, pero ya sabemos que este gobierno no sólo es una tomadura de pelo, sino un atentado a la dignidad democrática por muchas memorias democráticas que inventen. La política es la única profesión para la que no es necesaria preparación alguna, en ocasiones basta con ladrar al rebaño para que éste aplauda.

Y una niña, siempre una niña, piel de la inocencia, a la que convencer de los principios, desde la niña de Rajoy a la Juana de Sánchez que nunca supimos si era de Córdoba, de Almería o de Canarias. Aunque para niña la del vicepresidente Iglesias, que luce doctorado en artes políticas pero que de política sólo sabe de aquello que no tiene relación alguna con la moral. En un programa de televisión del que es asiduo nuestro vicepresidente donde la realidad sentado con pantuflas en el sofá de casa es mejor que padecer humedades en la vida real,  el señor Iglesias lanzó a una niña soflamas como que Batman es más de izquierdas y Superman más de derechas. ¡¡Ostras¡¡

Batman es un rico millonario que vive a las afueras de la ciudad en un casoplón del copón, tiene un deportivo para «apatrullar» la ciudad y una empresa que ni el Amancio Ortega y trabaja para el gobierno de los «Iunais Estéis». Sí, el vicepresidente lo ha clavado, Batman es de izquierdas porque tiene más de Botín que la Bahía de Santander y está forrao. Me pregunto si no será autobiográfica la definición, pues para este doctor en Ciencias Políticas, ser de izquierdas a día de hoy es ser multimillonario. Pero ¿y Supermán? ¿Dónde dejamos al niño de derechas? Supermán es un niño “inmigrante” proveniente de otro mundo que vive con una familia de acogida y se gana la vida “dignamente” ejerciendo como periodista. Sí, señor vicepresidente lo ha clavao.

Desde luego si para un doctor en Ciencias Políticas esa es la mejor definición de lo que es la izquierda y la derecha, miedo da pensar qué concepto tendrá de agendas sociales, gentes vulnerables  o geriátricos donde viven nuestros mayores cuya memoria quieren borrar. A lo mejor hay una serie televisiva que hable de ello, seguro que sí que la hay, y si no la inventamos al tiempo que hace apología del delito de la ocupación en el Congreso de los Diputados. ¿Te imaginas, querido lector, al vicepresidente del Gobierno alemán o luxemburgués haciendo en la Cámara apología de un delito? Claro, que si un terrorista es un hombre de paz al que confiamos nuestros destinos y nuestra vida por las “cosillas” de la política, como dicen en mi pueblo que de política no sabemos , estamos apañaos.

Si hubiera estudiado o fuera versado sabría que en política hay que ser Mortadelo y disfrazarse de lo que haga falta para solventar la situación. ¿Que embiste un toro? Pues se viste uno de torero; bueno, perdón, que ese ejemplo daña la educación de nuestros hijos. ¿Que hay un maremoto? Pues de yate de cinco estrellas, aunque ahora este gobierno parezca el Titánic, y punto. ¿Que hay problemas en la vida real? Pues se viste uno de Batman, bueno de ese tampoco vale, que el Batman no tiene más superpoderes que el dinero, mejor de Rompetechos que a este señor le viene que ni pintado, que igual confunde a un policía con una farola o a una señora con una menestra.

Es lo que tiene ser Don Pantuflo mientras Zipi y Zape campan por el mundo, y no conocer ni a España ni a los españoles: Mortadelos y Filemones por donde quiera que mires y hasta un profesor Bacterio que prueba sus experimentos con funestos resultados, como ese doctor que sale por la tele para decir que  habrá como mucho uno o dos casos y ya van… miedo me da hacer la cuenta con estos personajes de cómic que nos ha tocado sufrir.