(Hacia una ecología de la atención).

El entrecomillado es de la ministra española de Transición Ecológica y Reto Demográfico (7 de julio), aunque todavía no se atreve a denominarlo “racionamiento” Pero el ministro de economía alemán lo ha dicho claramente; “queridos propietarios de viviendas unifamiliares e inquilinos de apartamento urbanos, queridos empresarios”: “Duchas más cortas”, “agua fría de vez en cuando” y “sombra en lugar de aire acondicionado”. Y en Japón, el gobierno se ha atrevido a recomendar que las familias se junten en una habitación para ver la televisión a fin de ahorrar energía.

¿Se trata, con esas incipientes recomendaciones, de cambiar de modelo social y económico y por tanto de reducir el consumo? ¿De limitar la producción? ¿De decrecer?  ¿De educar hacia un transición justa, inclusiva y sostenible? Para nada. Y por si nos confundimos en ello, lo quieren denominar “economía de guerra”. No nos piden ahorrar sino renunciar de momento.

Se trata de aprovechar la guerra para prolongar la era del petróleo y de la energía nuclear en un momento en que ya se ha llegado al agotamiento de los combustibles fósiles y de uranio. Y si hace falta, entre Francia y Alemania, conseguirán que tanto el gas natural (desde luego no el ruso, quizá sí el estadounidense) como la energía nuclear (desde luego no con el uranio ruso, pero sí con el africano) se pueda financiar con deuda pública durante todo el tiempo que dura la transición a las renovables, pintándolas de verde.

Se trata de seguir creciendo continuamente según todas las indicaciones dadas por economistas y banqueros del hegemónico sistema de mercado capitalista actual. Desde luego al ritmo que nos marcan las grandes multinacionales y también de todos nuestros datos entregados gratis a las cinco tecnológicas más innovadoras que dirigen el mundo.

GAFAM (Google, Apple, Facebook, Amazon, Microsoft) es la palabra mágica del siglo veintiuno, que por sí sola puede seguir generando empleo olvidando que se ha podido desarrollar a consta del robo y expolio de las preciosas materias primas de las tres cuartas partes de la población mundial. Las políticas occidentales, y sindicatos que las secundan, solo entienden que si crece el PIB crecerá el empleo, como si fuera posible continuar con todo el petróleo del mundo. Desde luego, por si acaso, la fabricación y venta de armas seguro que aumentaran el PIB, con carbón y gas.

Se trata de seguir ocultando que las emisiones masivas de todos los ejércitos contabilicen a efectos de clima. Tanto la OTAN, como Rusia y China podrán, por tanto, seguir aumentado el gasto militar. Los ejércitos ponen en cuarentena la emergencia climática y si esto hace colapsar a países enteros pues lo llevan a cabo con tal de seguir extrayendo reservas y recursos hasta que se acaben. ¿Es el caso de Sri Lanka? ¿Y el de algunos países africanos?  El FMI lleva asustando a los países africanos con un “colapso económico” (alimentación, combustibles y electricidad) como si los demás nos pudiéramos salvar de la quema.

¿Es esto la normalidad tan buscada? ¿Esperaremos a que como en la pandemia, nos encontremos en una situación de falta de recursos, de agua, de alimentos y entonces las decisiones se precipiten de hoy para mañana?

La guerra en Europa del Norte hace que la sintamos muy alejados y por tanto nos dé una sensación de falsa normalidad. Si pertenecer a la Unión Europea nos hace acoger con fervor a la población ucraniana, eso mismo impide hacerlo con los norteafricanos. En Europa, España debe defender el “flanco sur” mientras el norte se desangra sin que en ningún momento de la cumbre de la OTAN en Madrid nadie se haya atrevido a poner algún remedio de mediación de diplomacia, de acercamiento negociado. Si la guerra debe terminar cuando el ultimo soldado ruso salga fuera de Ucrania, parece que solo la fabricación y venta de más y más armas puede garantizar el curso final de la misma.

Y a ello vamos decididamente en un momento en que la Agencia Internacional de la Energía ha avisado que este mismo verano van a faltar combustibles en todo el mundo. Y en Europa no estamos acostumbrados a esta situación y vagamente nos recuerda (a los de más edad) como en la crisis de petróleo de 1973 en España nos impusieron con dos Decretos Ley todo un programa de “racionamiento” comunicado por constantes anuncios en la propia televisión. Pero lo que no dice ninguna Agencia es que también van a faltar materiales para continuar con la transición renovable como ya está ocurriendo en otros sectores industriales.

¿Pondrán anuncios televisivos también en esta ocasión? Ya ocurrió durante la pandemia con respecto al ámbito sanitario, y puede volver a ocurrir y esta vez acompañados por los señores de la guerra.

Y es que el discurso hegemónico, dictado por el capital financiero y las multinacionales de turno, se niega a escuchar otras soluciones, se niega incluso a reconocer que se gasta mas que lo que se ingresa, que se extraen minerales tan escasos que los científicos anuncian ya su final físico ineludible. Y las propias empresas de hidrocarburos lo reconocen al dejar de invertir en sectores del petróleo por falta de rentabilidad. Y es que ni siquiera hay diésel para extraer los materiales que precisa la transición renovable (litio y otros dieciséis elementos escasos), la producción de alimentos (falta de fertilizantes) y la movilidad internacional (tanto en barco como en avión).

¿Reducir el consumo? Lo que no dice el gobierno español es que el turismo masivo del cual se obtienen importantes beneficios tendrá implicaciones dramáticas para el empleo. Lo que no dice el gobierno extremeño es con la sequía se puedan seguir promoviendo regadíos y minería que aumenten el consumo hídrico, que deje a las poblaciones sin agua, a los ríos con menos vida, con pérdidas de ecosistemas irreversibles.

No podemos seguir en esta senda que nos lleva al colapso llenos de emoticonos, pasando por el racionamiento (la austeridad es mal vista) para seguir con lo mismo, dando pie a que lo peor, el neofeudalismo o cualquier forma autoritaria y dogmática de poder, se instale como estrategia geopolítica.

Además de confianza democrática necesitamos crear espacios de conjunción social, de participación social activa que cree otro modelo de consumo no solo cada cuatro años. También en Extremadura.

  • Necesitamos crear soberanía energética. Las pequeñas energías, las comunidades energéticas locales, producen tejido social imprescindible frente a grandes emporios que uniforman y esquilman vidas y territorios.
  • Necesitamos crear soberanía alimentaria. Los productores de alimentos agroecológicos, agricultores y agricultoras, no son la clase que empobrece y obstaculiza frente a tinglados mineros solo activos y valorados en la bolsa financiera.
  • Necesitamos crear transporte público, social y sostenible, red de ferrocarril intermodal para pasajeros y mercancías electrificado, frente a vehículos individuales y viajes en avión innecesarios.
  • Necesitamos crear ciudades y construcciones bioclimáticas que ahorren una cuarta parte de la energía frente a macrovoltaicas que lo intensifican.

Algunas experiencias y deseos ya están en marcha, entre ellas el número 9 de la Revista Cuadernos Extremeños para el Debate y la Acción.