(Hacia una ecología de la atención)

Claro que el 15M no ha tenido lugar, como tampoco existe Julian Assange dadas las circunstancias en que aun se encuentra retenido.

Que en 2010 un editor australiano, haga temblar al Pentágono, destapando documentos relacionados con las actividades militares de USA en el mundo, y que la gente en 2011 tome las plazas en Madrid levantado la alfombra de la inequidad (José Luis Sampedro,2011), son ese tipo de “guerras pacíficas” (revoluciones) que no aparecen, no suceden, en las teorías académicas del poder. Lo más sencillo es que no hayan sucedido y si alguien lo recuerda, por ejemplo en un aniversario, se haga más como un verdadero fracaso que como un acontecimiento.

Pero lo cierto es que ambas situaciones indujeron a otras muy diversas extendiéndose con un alcance global inusitado y como tal suponen todavía un choque ciudadano contra el poder en los límites de la legalidad. Veamos algunos de esos límites sin resolver.

El primero el de la “democracia representativa que antes de atender a las necesidades de la ciudadanía decidió “pagar con prioridad absoluta” a los que habían provocado la crisis de 2008. Y en estas andamos todavía, pues ni han desaparecido los paraísos fiscales, ni la economía dominante ha abandonado la especulación financiera, como tampoco se ha implicado a la gente en la creación conjunta de una sociedad mas justa que, vistas las soluciones covid-19, se vuelve a tensar la capacidad de aguante social. ¿Es que podemos decir que entonces falló el joven tunecino, vendedor ambulante, que se inmoló prendiéndose fuego en la plaza de Túnez? ¿En qué ha fallado Wilileaks? Y si miramos resultados electorales posteriores: ¿Obama fue la promesa que atrajo mas privilegios para engrasar el sistema económico capitalista en ruina? Y entre nosotros, ¿Abascal es el ofrecimiento para salvar al Partido Popular de su corrupción estructural?

El segundo límite es el de las “relaciones de explotación y consumo “que bancos mundiales ponen y quitan dictadores igual que regulan mercados y guerras, y convierten cuerpos en bienes a consumir para alcanzar la felicidad personal. La falta de vivienda para jóvenes, los desahucios continuos, las expectativas frustradas de mejora generacional, eran las cuestiones pendientes en España, y no la chachara entre viejos y nuevos partidos, pues había un deseo buscar nuevas relaciones sociales, de reconversión, de mutación. Y en esas andamos todavía, de la jefatura del Estado, de los partidos, de la constitución y del freno al Estado de las autonomías, del papel de los sindicatos, de los medios de comunicación, del sistema electoral. Y todo eso se puso en conversación sentados juntos sobre los adoquines al aire libre; cuestiones que surgían sin convocatorias previas, con las fuerzas de los afectos y del trabajo voluntario de organizarse diariamente, situaciones que la prensa y academia convencional ignoró completamente. ¿La misma prensa que hoy sobradamente informada sigue poniendo bajo la alfombra todo lo que considera inestable? ¿Los mismos historiadores y académicos incapaces de asimilar lo que no origina un cambio de régimen?

El tercero el de una sociedad tutelada”, siempre con un líder hegemónico, un tecnócrata salvador, una persona espectáculo al cual nos entregamos de cabeza. Entonces, en las plazas, todas las convenciones, sueños y realidades se tomaban como una experiencia y como tal de una incertidumbre. Entonces se descubría que debatir de manera plural era no estar seguro por sí mismo y sin embargo el espacio de lo inaudito era puesto a prueba, nos llevaba fuera de nuestra programación cotidiana, hacia la innovación y creación no reaccionaria. El 15M no quiso conquistar lo que nos faltaba, ni quiso dar soluciones para salvar el mundo, ni siquiera fue el fruto maduro de la crisis del 2008. Quizá lo contrario, el no haber asimilado toda su novedad nos ha llevado a ignorarlo tan deprisa, provocando algunas de las crisis en que aun nos movemos en la política española actual cada vez mas sectaria.

El 15M no surgió de una estrategia predeterminada, por tanto difícil de entender para quien quiera hacer una historia reducida a las series causales. El 15M es un acontecimiento, que “como las revoluciones, los lapsus no tienen origen” (Amanda Núñez García, 2011). Un acontecimiento no tiene causa específica y una explicación solo histórica lo traiciona cuando intenta explicarlo y cuando lo intenta lo clausura con un “¡hasta siempre!”, como algo ya superado.

El 15M tampoco tuvo una biblia para movilizarse, creó y produjo multitud de lemas, motivos e ingenios sociales nunca vistos, dió alas a lo que solemos considerar como más ineficiente: la creatividad conjunta; a esas fuerzas en sintonía social, que ahora deseamos una vez hemos pasado por plazas vacías, abandonadas obligatoriamente por la pandemia.

El 15M creó un ambiente sin programa dado de antemano, se situó en un medio plural y abierto a otros lugares y tiempos. En Sol se acampó porque queríamos saber y las resonancias llegaron a un centenar de ciudades y pueblos de España. Algunos dicen que llegó en septiembre del 2011 a la plaza Zuccotti (en Wall Street) reclamando “somos el 99%”.

Un acontecimiento nunca muere ya que no está en el curso de la historia. No sabemos si el 15M fue siquiera una revolución, pero tampoco podemos pensar que se pueda repetir idealmente ni siquiera como añoranza de lo que pudo llegar a ser. Nadie es dueño de un acontecimiento para intentarlo de nuevo. ¿Cómo nos vamos a quedar con lo que no nos pertenece? Pero esto no quiere decir que lo posible haya sido clausurado, pues nos llama siempre a pensar alternativas, a salir de anestesias locales, a no dejarnos en-marcar pues todos intuimos que no estamos en venta, que no somos una marca. A no dejarnos convencer de que todas las políticas son iguales, ni la desidia tiene cargo electoral. A no dejarnos convencer de quienes predican que lo que tenemos que conseguir es todo aquello que sea indoloro, sin fallos, sin cansancio, sin dilación con tecnologías en mano y pulgar reactivo.

Un acontecimiento no renuncia a nada, pero es capaz de reorganizar lo que todo parece caos y es escurridizo. Y lo hace con “explosiones de alegría”; ¿Quién ha dicho que las revoluciones son tristes y mortíferas? Un acontecimiento es una onda de expansión social que sin saber de dónde viene nos cruzamos con ella. ¿Quién ha dicho que las soluciones no deben ser creadoras? Tenemos que estar preparados para construir, dignos de la escucha de lo activo, sin escaparates, catastrofismos, ni guerras. En lugar de tanta reactivación a la contra, un poco más de resonancia y mezcla. Por todas partes nos encontramos con hijos del 15M y todavía mantienen una posibilidad.