(Hacia una ecología de la atención).

Seguimos en lo desconocido, la ola ya no viene de oriente lejano, va y vuelve por doquier sin dirección ni vientos predominantes. Por tanto, mas nos vale estar preparados para encarar de otra manera lo que se no viene anunciando. Esta vez sí. Y da igual con qué claridad y fiabilidad se haga, pues, aunque sabemos bastante más que hace un año, es pronto para lanzar las campanas al vuelo de “lo hemos superado”.

Las vacunas van a marcar todo este “nuevo” año que nos permita buscar una diferencia con el año pasado, ya “viejo” aunque solo hayan transcurrido pocos días entre tanto. Los datos siguen siendo testarudos para que de manera tan rápida olvidemos lo sostenido.

Llevamos ya un año realizando un esfuerzo adaptivo ímprobo, como si viviéramos por primera vez en un planeta apenas controlado por entero y en el cual ahora nos sintiéramos amenazados. Las limitaciones, las restricciones, las incertidumbres las estamos descubriendo en carne propia, aunque fueran antes lugar común para buena parte de la humanidad. Aguantar un poco más nos pone delante no solo nuestra propia fatiga sino de las respuestas que desde la ciencia y la tecnología puedan aportar. Respuestas sociales para unas vidas que rápidamente se tienen que adaptar a unos cambios tan repentinos como urgentes, sin olvidar pisar tierra.

Con la pandemia no podemos dejarla venir como estábamos haciendo con el cambio climático, ya casi acostumbrados, en este nuevo siglo, provocando crisis de todo tipo y de manera cada vez más acelerada (y solo llevamos veinte años desde el ataque a las torres gemelas en Nueva York). No es extraño por otra parte que cuando pasamos de una epidemia regional a otra global (pandemia) lo tomáramos con si nos hubiesen declarado una guerra, que muchos negamos rotundamente dadas las ganas de algunas potencias militares en convertirnos en soldados permanentes.

Desde entonces las soluciones aportadas han sido tantas que el primer cansancio ya es el informativo. Y no va a ser fácil resolverle ahora por parte de las vacunas puestas en marcha, eso sí, en un tiempo récord como corresponde a esta era altamente tecnificada. Y es que la excesiva información no equivale al conocimiento social que tenemos de las cosas. Esperamos mucho de la ciencia y la tecnología sin que hayamos comprendido cómo funcionan y para qué sirven. Demasiadas veces hemos comprobado que la “monotecnología”, el modelo de producción global capitalista, servía para engañar y deteriorar la salud humana y la del planeta, desde las campañas del consumo de tabaco, y uso de pesticidas químicos, de esterilización femenina, o de rechazo a los medicamentos genéricos, hasta las pruebas atómicas y la construcción de centrales nucleares.

Ahora que con la covid-19 estamos viviendo de cerca lo que significan las enfermedades infecciosas y los esfuerzos de cuidados infravalorados, entendemos mejor que ciencia, medicina y humanidades o son interdisciplinares, y trabajan de manera conjunta y disensual, o sirven para alentar todo tipo de bulos, que en definitiva es otra vez el cansancio convertido en rechazo. Tenemos excesiva promoción del miedo al quedarnos fuera de toda explicación entendible. Y encima ahora estamos aprendiendo a vivir indefensos ante un hecho desconocido y difícilmente controlable que nos hace mas pesimistas con respecto al futuro. Por eso, quizá, no llegamos a entender tantas recomendaciones sanitarias que parece no acaban nunca.

“A más tiempo más ansiedad”.

¿Qué hacer? Desde luego no podemos cambiar el que nos envíen constantemente noticias por las redes sociales, ni modificar las programaciones de las pantallas, ni el exceso de tareas una vez que teletrabajamos en casa. Solo quizá, sí, dedicarles menos tiempo. Y si tenemos algún negocio no hacer de ello el monotema habitual. Diversificar los temas y no hacerlo únicamente sobre el virus requiere que construyamos otras redes paralelas. Los clubs de lectura, de música y baile son algunos de ellos (canturrear).  Las conferencias virtuales de centros de reconocido prestigio, las películas de arte que siempre habíamos dejado fuera de alcance, la escritura de un diario vital, y los encuentros virtuales deseados. Y de vez en cuando romper la rutina (lo predecible) con la improvisación que nos permita tomar distancia. El caso es generar comportamientos preventivos dadas las circunstancias de trastoque de lo que hemos considerado “vida normalizada”. Nos permitirá llegar a ser más críticos con otras herramientas que la sola exposición a “mononoticias”.

¿Cómo nos sentimos ante lo que nos queda por llegar? Por un lado, las vacunas y su aplicación paulatina, y por otra parte la continuidad de posibles confinamientos ante variantes y mutaciones virales.  Y entre tanto la apuesta de políticas que den respuestas económicas atendiendo a los más frágiles. Si a veces nos sentimos deprimidos, cansados y sin energías más bien es por los continuos ataques de alguna clase política que ante el esfuerzo común, busca   la oposición   como oportunidad de deterioro y desgaste mental. Inadmisible que las restricciones no valgan para los “rascavotos” de una derecha española que aun promueve aquello de aliados y enemigos. Pero “esto no es una guerra”.

Tengamos en cuenta que cada persona lo va a vivir de una manera distinta, no hay porque uniformar las emociones ni petrificarlas tampoco con añoranza. Aunque poseemos una perspectiva de todo un año padecido nos queda la incógnita, mas bien el desafío, de que la salud mental se mantenga indemne. Es cierto que los desmadres festivos querrán seguir siendo una válvula de escape, ya que el desfogue social se ha reducido a mínimos, pues el recorrer centros comerciales y las copas después, así como las ferias nocturnas y también los aeropuertos han de esperar. No sabemos si eso será la vuelta a la normalidad, pero mientras vamos consiguiendo resultados positivos con las diferentes vacunas, ojalá también nos inmunicemos de tantas aceleraciones ciegas y de entregas a gigantes tecnológicos fanáticos con nuestros datos cotidianos.

Imaginar un futuro aún sin hacer, en la osadía de crear.

Para ello queremos recomendar los ciclos de conferencias, encuentros y debates online organizadas por la “Escola Europea d`Humanitats” de Barcelona. Y por supuesto seguir la pista escrita de la mejor red de periodismo plural y plataforma académica internacional dirigida a la sociedad: “The conversation” (también en español desde 2018).

Feliz año.