HACIA UNA ECOLOGÍA DE LA ATENCIÓN

Desde “otro mundo es posible” (México 1994, Seattle 1999) la objeción al proceso de globalización destruyendo la vida, y la crítica al comercio entre naciones y territorios con carácter mundial que solo a unos pocos beneficia, ha puesto en evidencia la especificidad de un mercado global que funciona y se alimenta con crisis acumulativas y que en estos momentos de pandemia global sentimos más de cerca. (Denominado “Organización Mundial del Comercio”).

Los discursos tan bellos divulgados con estadísticas de progreso económico en mano (denominados “datos fehacientes” por unos y “PIB” por otros) no han tenido en cuenta los detalles de la vida cotidiana que ahora nos ha desvelado un nuevo virus denominado SARS por los químicos y covid-19 nueva enfermedad por los epidemiólogos. El confinamiento nos ha obligado a entender la globalidad imperante, a través de los nudos emocionales de cercanía, de solidaridad y de nuevas relaciones con el entorno natural que pronto habíamos rechazado.

Descubrimos, de manera acelerada, que la centralidad del capitalismo actual ya ni siquiera es fabril e industrial, hay un nuevo capitalismo financiero y digital que se nos ha metido como verdadero nudo de nuestra existencia.  La gran mayoría acabamos cooperando de manera externa para taponar sus heridas y aportar nuevos recursos que le permitan seguir su expansión selectiva. Incluso el Estado se disuelve y aparece como mero apéndice del gobierno del capital.

Hasta hace bien poco a los países empobrecidos, a los que sufren a cambio de la explotación acumulativa de sus cuerpos y recursos, se les ha sumado pueblos y ciudades más ricas (denominados “países con mayor desarrollo”). Hemos descubierto la pobreza infantil y las enormes desigualdades de un sistema prometedor de rentabilidades repartidas a cambio de crisis mundiales que se van acumulando a la del cambio climático (las denominamos en las 2000 burbujas del punto.com, en el 2008 burbuja del crédito o del pelotazo urbanístico). Hemos no entendido, pero sí vislumbrado los cambios en las estructuras del orden global, esa especie de “mano invisible del mercado”.

Al “mercado mundial” el que no es un gigante no puede entrar, la empresa que no cotice no amplia la economía bursátil, ese líquido que alimenta el sistema financiero global. Un sistema que exige a los estados políticas ambiciosas porque “la revolución también va con ellos”. A los denominados “planes de choque” también quieren llegar las multinacionales, oligopolios, y grandes corporaciones del sector industrial, de automoción, de aviación doméstica, de turismo de masas y por supuesto el financiero. Todos afirman que su actitud para el cambio ahora es firme. El mercado de capitales ya se posiciona ante el gran paquete de la reconstrucción europea, de manera verde y sostenible ocultando que poseen el peor aval de responsabilidad corporativa internacional frente al cambio climático. (lo denominado “nuevos retos”).

El capital a cuatro patas de un sistema bursátil, un elefante, que jamás podrá ser transparente precisamente por el riesgo que pone en juego, pero que deja huellas de su “extractivismo feroz” tanto en los paraísos fiscales como en fondos buitre desde el alquiler de pisos hasta en la gestión de capital de renovables. Una especie de elefante que ahora, sin embargo, “desea presentarse como gacela” gracias al nuevo capital, al cual regalamos plusvalías, el digital. Es un nuevo capitalismo, capitalismo de control, encargado de externalizar las condiciones sociales y ambientales para seguir dando cobertura a los otros ya instalados. (lo denominamos “inteligencia artificial” o internet de las cosas. 5G).

Seguir creyendo en un planeta infinito, con recursos naturales ilimitados, es seguir apoyando desde los estados democráticos a gigantes que aparentemente nos quieren aportar la mayor seguridad y comodidad inversora posibles, pero que en realidad representan el mayor fiasco social y climático. Cuando, en determinadas políticas, se defiende el denominado “libre mercado” no se hace desde la pura abstracción sino imponiendo a los gobiernos, que solo los grandes capitales pueden asegurar las infraestructuras críticas del Estado. Y eso lo conocen bien los que siguen apoyándose en un orden internacional liberal.

Y, precisamente el gobierno de Extremadura pretende seguir esa corriente dominante entregando, en exclusiva, al capital financiero y multinacional los tres pilares de la nueva regeneración regional; energías renovables, producción de alimentos y extracción de minerales. Pretende que con los nuevos fondos y ayudas se priorice, como “nueva vacuna”, a los grandes inversores suponiendo que son los únicos garantes de creación de empleo o de una investigación de alcance internacional.  (La denominada “nueva normalidad”). Como si no tuviéramos ya experiencia de los tentáculos depredadores de los denominados “gigantes económicos” … desde los grandes latifundios a las mayores superficies de agua embalsada de España.

Desde Extremadura, jugar a ser lo más grande posible, recuperar el tiempo negado de una industrialización y unas comunicaciones frustradas, debe tener en cuenta las extraordinarias virtudes que los territorios y ciudades han conservado durante el confinamiento.  Precisamos de fortaleza democrática que ponga a todos los ciudadanos en pie de igualdad, para crear nuevas relaciones económicas, sociales, afectivas y naturales, mas acá de las instituciones económicas globales.