No sé si ustedes han asistido alguna vez al martirio, la tortura, el asesinato y el sacrificio de una lechuga Romana de Orejas de Burro, pero les aseguro que es un momento que resulta quejumbroso y desgarrador. Yo asisto cada mañana a alguno de ellos y tanto me conmueve, que desde entonces los días se me han vuelto afligidos y lastimeros.

“ ¿ Y por qué asiste cada mañana a tan triste y plañidero espectáculo ? “ Se preguntarán.

Pues porque vivo en el mundo rural y tengo un vecino que cultiva un huerto. Lo cierto es que podía tener por vecino, no sé, a un pintor de lienzos que pintara angelones de caras rechonchas y pelos dorados como el oro, o una vecina que tocara el Chelo, que dicen es el instrumento que más se asemeja a la voz humana, y que me deleitase cada amanecer con Las Suites para Chelo de Johan Sebastian Bach; pero no tuve esa fortuna, me tocó un agricultor de esos que siembran toda clase de seres, desde Romanescus hasta Patatas Chinas que son unas patatas que cuelgan de los árboles y que desarrollan unos pinchos que asustan, o unos higos chumbos de hermosos colores carmesíes sobre refrescantes hojas de chumbas que estriñen sólo de mirarlos.

Aunque lo que más doloroso resulta, como les decía, es el penoso momento del homicidio de las poblaciones de lechugas Romanas de Orejas de Burro.

La lechuga de Oreja de Burro, es un ser fascinante que se alimenta del sol de la mañana y que estira y estiliza su cuerpo a medida que se acerca el mediodía y que arracima sus hojas como si fueran las alas de una paloma blanca posada sobre una rama. Su tallo es erecto y robusto y sus tonos adquieren todas las tonalidades del verde imaginables, el verde es el color más complicado de plasmar en un lienzo por sus infinitas y naturales tonalidades, pero mi lechuga Romana los cultiva todos desde el verde agua de mar, que es el verde que muestra el mar cuando la espuma se revuelve contra los acantilados, un color refrescante, hasta el verde Jade o el verde vejiga.

La naturaleza es tan maravillosa que ha creado un tono verde distinto para cualquier motivo de la vida y mi lechuga de Oreja de Burro que es muy sabia, los colorea todos sobre su cuerpo a medida que los rayos del sol la van acariciando. Lejos de ser pálida como una lechuga Iceberg o escabrosa como una escarola o extraña como una achicoria, mi lechuga es tierna y tiene un tallo tan esbelto que brilla cada vez que la contemplo con los ojos embobados de puro contento. Pero el mundo es cruel y cuanto más hermosa y plena se encuentra mi lechuga es cuando sucede lo del crimen; en cuanto al horrendo momento, hay dos tipos de espantosa crueldad: uno es cuando el que se acerca para cometer el «lechuguicidio» es el sobrino del agricultor, entonces sufro in extremis de tal manera que tengo que cerrar los ojos para que no se inunden de lágrimas, pues es un chico tierno y menudo que desconociendo la técnica del sacrificio, se dedica a ir arrancando las hojas una a una, dejando el tallo tan desnudo que sólo escuchar el silencioso lamento de mi lechuga de Orejas de Burro estremece, una muerte lenta, despiadada e inhumana. Y luego está el delito del profesional y ese duele, ese sí que chirría las costuras del alma. Suele suceder con las primeras luces del alba, cuando el rocío cubre de besos las hojas, el rudo ejecutor se acerca y con sus poderosas y atroces manos, abraza a mi lechuga hasta cubrir con ellas todo su contorno y poco a poco la hace girar, estremeciéndola como un huracán cimbrea un tierno álamo, mientras escuchas sus alaridos y cómo cruje su cuerpo de pura tortura, hasta que un ¡¡Crass!! arranca su cuerpecito de verdes vivos de la tierra y la deja inerte para siempre. Cada vez que recuerdo esos retortijones que crujen se me desgarra el alma.

El otro día estuve en un restaurante vegano y me invitaron a una ensalada César que dicen que sólo es augusta si está confeccionada con lechuga Romana de Orejas de Burro y me acordé de mis pobres vecinas y del campo de exterminio que sufro cada día y no pude menos que echarme a llorar mientras el resto de comensales exaltaban el amargo sabor de aquel cuerpecito yerto de lechuga de Orejas de Burro, que también dicen que su amargor recuerda la amarga vida de los hebreos en el Antiguo Egipto y que por ello, es el que utilizan los judíos en el Maror, el plato del Séder de Pésaj.

Viene esto a colación de que anda el Secretario General para el Bienestar Animal, el señor Sergio García Torres,  a la gresca con que aquel que ejecute un animal en presencia de un menor irá a prisión, aunque por qué no hacer lo mismo con quien cometa «vegetacidios» tan horrendos como el holocausto «lechuguil». Entre otras lindezas, también afirma dicho señor, que es un delito punible y tremendo robar la leche a una vaca o, su última acusación, la de prohibir los espectáculos cómicos taurinos porque denigran a los actuantes al reírse de ellos. A lo mejor es que no lo ha enfocado bien este señor y cuando uno asiste a este tipo de espectáculos lo que hace es “reírse con ellos “ que no es lo mismo y desde luego admirar la asombrosa valentía de esas maravillosas personas que entregan su vida para hacer reír al mundo y, acaso hay profesión más noble que ésta.

Hasta aquí nada nuevo bajo el sol sino fuera porque este señor regenta un restaurante “vegano “ y por ahí no, por ahí no paso, cada vez que me acuerdo de mis pobres vecinas y de sus crujidos y torturas y martirios. A lo mejor habría que plantearse una Secretaría General para el Bienestar Vegetal.

Y volviendo a lo de los espectáculos cómicos, a este señor se le acusa por parte de dos trabajadoras a su cargo de haberlas despedido estando de baja por enfermedad, me pregunto a cuantos “ discapacitados “ habrá contratado para suplir su ausencia. A lo mejor es que habría que plantearse también una Secretaría General para el Bienestar de las Trabajadoras… ¡Ah, perdón que esa ya existe! ¡Ver para creer!

Mis pobres vecinas tan espléndidas y relucientes. Qué cruel es la vida. Feliz día de Reyes y que vuestras ilusiones se cumplan y la salud riegue vuestras vidas hasta inundarlas de esperanza, que es color que lucen las lechugas Romanas de Oreja de Burro.