Por Isidoro CAMPOS 

LLoran por ti los gorriones de la maldita primavera que te trajo la oscuridad anticipada y se hace el silencio a tu alrededor. Callan los árboles y enmudece el griterío infantil del patio, aún incrédulo. Ensombrecen las palabras, lloran los tuyos y lloramos los que perdimos la oportunidad de conocerte.

Nadie puede explicarnos el porqué de tanto sufrimiento ni el origen de tan injusta desgracia. Alguien cortó de raíz tus sueños infantiles, tus juegos en la calle y tus días de fútbol. Alguien malvado te quitó el privilegio de disfrutar del derbi que pretendías ver sólo unas horas después y hará que respiremos hasta ahogarnos con cada jugada, con cada remate, con cada gol.

Nos han sacado parte de lo que teníamos dentro y han removido nuestras entrañas. Han arrancado un buen trozo de su vida a tus padres, Luis Antonio y Arancha, y a tu hermanito Kevin. Y por más que buscamos explicaciones no encontramos sino un sufrimiento atroz que se ha extendido a tu alrededor y nos ha conmocionado a todos.

Tu pupitre llora desconsolado, Mario, y tus amigos y compañeros saldrán por la noche a buscar estrellas fugaces en el cielo convencidos de que tú viajarás en la más grande de ellas.