El informe anual sobre la calidad del aire de Ecologistas en Acción concluye que la totalidad de la población y del territorio extremeño, estuvieron expuestos el año pasado a unos niveles insalubres de contaminación.

Dicho informe, analiza los datos recogidos en 780 estaciones oficiales de medición instaladas en todo el Estado español, entre ellas 10 situadas en Extremadura. Entre sus principales conclusiones, destacan que finalizadas las restricciones de la movilidad por la crisis de la COVID-19, el intenso calor y la falta de lluvias, se han disparado en 2022 los episodios de partículas y ozono, pese a la contracción económica derivada de la pandemia y la guerra de Ucrania.

Durante 2022 la calidad del aire en Extremadura ha empeorado respecto a los años 2020 y 2021, con un aumento significativo de los niveles de partículas respirables (PM10) y más matizado de partículas finas (PM2,5), dióxido de nitrógeno (NO2) y ozono, sin alcanzar estos últimos contaminantes las concentraciones habituales en años anteriores a la pandemia.

Si se toman los estándares de la normativa, más laxos que las recomendaciones de la OMS, no habría población que respiró aire contaminado por encima de los límites legales. Si bien los niveles de ozono excedieron el objetivo legal para la protección de la vegetación en la ciudad de Cáceres y Extremadura rural, con 40.000 km2, el 95 % del territorio regional. Siete de cada diez extremeños respiraron en 2022 un aire que incumpliría los nuevos estándares legales propuestos por la Unión Europea para 2030.

La contaminación del aire debería abordarse como un problema sanitario de primer orden. Según la Agencia Europea de Medio Ambiente, cada año fallecen prematuramente 25.000 personas en el Estado español por enfermedades agravadas por la mala calidad del aire, 10.000 de ellas en episodios de alta contaminación, según el Instituto de Salud Carlos III. El empeoramiento de la situación en 2022 es en este sentido una pésima noticia.

La única forma de mejorar la calidad del aire en las ciudades es disminuir el tráfico motorizado, potenciando la movilidad activa peatonal y ciclista y el transporte público limpio. También es necesario promover el ahorro energético, adoptar las mejores técnicas industriales disponibles, cerrar las centrales térmicas de combustibles fósiles, penalizar el diésel, reducir el uso del avión y una moratoria en las macrogranjas ganaderas.

La crisis sanitaria de la COVID–19 ha demostrado que la reducción estructural del transporte y la descarbonización de la industria y los edificios son las mejores herramientas para mejorar la calidad del aire que respiramos, en las ciudades y en las zonas rurales. El repunte en 2022 de la contaminación del aire es un indicio preocupante de que no hemos aprendido lo suficiente de la dramática experiencia vivida durante la pandemia.