El PP de Guardiola ha vuelto a ser el PP de siempre, el de Aznar, el de Rajoy, el de Monago y el de muchos otros. Les presentamos al PP de los complejos, al del que dirán, al de mi palabra vale más que la tuya y al de échate para allá que aquí estoy yo. Volvemos a estar ante el PP que espanta a sus votantes, el que cree que con nuevas elecciones va a gobernar, el que ya está buscando la butaca en la que poner el bolso de Soraya Sáenz de Santa María mientras Guillermo, que estaba de exequias, reaparece vivito y coleando.

Mal enemigo tiene enfrente María para echar el pulso. Porque todo lo que ha dicho este martes tras dejar la Asamblea de Extremadura en manos del bloque de la izquierda y la extrema izquierda debería haberlo pensado antes. Antes de festejar la victoria que nunca tuvo. Antes de salir victoriosa con la bandera de Extremadura al cuello como si hubiese logrado mayoría absoluta. Antes de decir mil y unas veces eso de que «cuando yo sea presidenta».

Ahora el PP pide a Vox que apoye su investidura sin concesiones, y si estos dicen que no, ahí está el PSOE, a ver si cuela, que también puede apoyarles. Aunque haya sido la lista más votada. Aunque Vara haya vuelto después de despedirse. Aunque más de media Extremadura le haya despedido después de tanto hartazgo.

Asistimos al relato más esperpéntico de Valle Inclán en el que los perdedores presumen de victoria y los ganadores asumen su derrota. Es el país, es la región, del todo al revés. Es la historia sesgada que tantas veces nos han contado en los últimos años. Hace unas semanas los que ganaron lloraban, y los que perdían también, pero éstos últimos de emoción. De fiesta los perdedores y de funeral los victoriosos. Y los demás callados con ese silencio tan atronador en el que les envuelve la política cuando ven que algo extraño va a ocurrir.

El PP se ha vuelto a equivocar de estrategia. Tienen que leer el «Manual de resistencia» de Pedro Sánchez para que aprendan que solo hay un Dios supremo por encima de los votantes. O repasar el «Donde dije digo, digo Diego», de Fernández Vara, que tan pronto se va como viene. Pero para María Guardiola solo hay una palabra, la suya, y la de los votantes es lo de menos.