(Hacia una ecología de la atención).

La pandemia nos asola entre “esperanzas desiguales de protección”, a través de las diferentes vacunas. Todos queremos salir de esta cuanto antes, sin más muertes, ni razones traumatizadas. Por tanto, plantear adecuadamente los problemas nos puede ayudar a encontrar soluciones.

La experiencia sanitaria a todos los niveles, desde la gestión hasta el cansancio traumático, es bien diferente desde donde se esté viviendo la situación. Comprobamos que no todo el mundo, ni en cada barrio, puede responder de la misma manera, y sin embargo nos concierne a todos. Un posible aprendizaje común nos aguarda para no volver a las andadas.

¿El crecimiento económico es la única política posible? En Navidades todos quisimos seguir como antes y sin embargo volvemos a empeorar. Algunos dicen que a causa de haber prometido que la vacunación estaba lista para todos. Otros afirman que la pésima organización administrativa de unas políticas no autoritarias para imponerlo.  En el nivel de gobernanza nos hemos convertido en enemigos de nosotros mismos, a pesar de haber demostrado la enorme solidaridad humana como respuesta vital.  En el nivel económico, el mercado nos sigue recordando que no nos hemos tomado en serio esta guerra, y lo hace desde la bolsa de valores financiera, hasta el hundimiento de todo aquello que no se convierta en bigdata, en inteligencia artificial. De esta pandemia ya sabemos lo suficiente para comprobar que ya todos formamos parte como “empleados gratis” de la denominada conjunción GAFAM (Google; Apple; Facebook; Amazon; Microsoft) y en sus manos estamos, y en las nuestras de dejar de ser consumidores pasivos.

Nos encontramos pues ante una globalización terrible y dolorosa con múltiples decisiones a tomar sin saber con cuál de ellas podemos contar para orientarnos y encontrar un sentido de vida. Por eso, y mientras en estas estamos, aprovechar la coyuntura para ir aprendiendo y no caer en nuevas soluciones desoladoras, algunas ya conocidas, y desarrolladas, antes de la actual crisis sanitaria.

“Antes de enero 2020”, a nivel mundial, ya habíamos provocado una crisis ecológica, y climática, sin precedentes que hasta 2015 las grandes potencias no reconocieron; comprometidos, pero sin acciones concretas.

Reconstituyamos algunos de los problemas, a fin de plantear algunos de los silencios mejor guardados en torno a la crisis ecológica.

En 1962, la bióloga Rachel Carson (Estados Unidos, 1907-1964) puso delante de nosotros “La primavera silenciosa”, denunciando el papel de las industrias de pesticidas en las prácticas agrarias de todo el mundo, denunciando, con ello, a las industrias químicas en la responsabilidad inducida de numerosos canceres, así como de la mortandad de aves. Y desde entonces la agricultura convencional se ha convertido en industrial. ¿Por qué se denomina verde a unas producciones de alimentos intensiva, y de grandes monocultivos por todo el planeta? ¿Dónde quedó la investigación clínica de determinados cánceres relacionados con la alimentación recibida?

En 1956, el investigador del mar Jacques Cousteau (Francia, 1910-1997) filmó “El mundo del silencio”, dando a conocer la situación dramática de los mares de todo el mundo. Denunció la pesca abusiva, y la vida marina amenazada desde el Amazonas hasta la Antártida, descubriendo además como la industria nuclear estaba inundando de residuos radiactivos todos los océanos. Y desde entonces solo comemos un pescado capturado por asfixia.  ¿Por qué China está esquilmando y extrayendo toda vida marina a sus anchas? ¿Por qué Francia sigue denominado verde la energía nuclear militar y civil que se ha demostrado tan mortífera?

Crisis ecológicas de primera magnitud, de las cuales todavía no hemos salido, y nos llevan hoy a relacionarlas con la industria de las vacunas: con todas las grandes industrias farmacéuticas y de promoción de medicamentos. Hoy ya conocemos que desde los años noventa ha estado también “silenciando las enfermedades provocadas”, e investigando solo en el desarrollo de aquellas que solo padecen el 10% de la población mundial.

En 2005, la Organización Mundial del Comercio (OMC) liderada por las multinacionales farmacéuticas obligó al parlamento indio a someterse al mercado de patentes americano-euopeo., impidiendo que los medicamentos genéricos indios, que hasta la fecha producía, se comercializaran por todo el mundo.

Por tanto, un modelo más de crecimiento económico, creado con el negocio de patentes que sigue la estela de las grandes químicas agrícolas y de las flotas mundiales de sobrepesca, aunque ya no funcionan como lo hacían las industrias tabaqueras antaño: con informes profesionales que se dedicaban a sembrar la duda para producir ignorancia y no prevención. Un poderío sanitario que ahora se establece comprando gobiernos, doblegando políticas públicas y sociales por todo el mundo y usando a la población de los países empobrecidos como cobayas de laboratorio.

En 2013, el biólogo y médico Peter Gotzsche (Dinamarca, 1949) publicó más silencios traumáticos: “Medicamentos que matan y crimen organizado. Cómo las grandes farmacéuticas han corrompido el sistema de salud”, donde señala el poder global sanitario, el modelo de negocio en pocas manos, para atender los servicios sanitarios básicos con vacunas caras. El autor lo deja claro: “Las cuotas de los Estados miembros de la OMS solo cubren alrededor del 10% de su presupuesto”. ¿Quiénes están detrás? Una industria farmacéutica que se parece más a un “crimen organizado” que a una prevención sanitaria.

Con ello nos advierte que el verdadero peligro sanitario no son las vacunas, “es más barato vacunarse que medicarse”, sino los “Tratados” denominados “de Libre comercio “(acuerdos vinculantes entre regiones o países al margen de las legislaciones). Tratados que se están impulsando por estados democráticos sin transparencia ninguna e impidiendo cualquier debate público al respecto. (“Los secretos tachados de los contratos de compra de vacunas de la Comisión Europea” /27 enero 2021).

Aprender ahora que todavía estamos a tiempo para recuperar el carácter terrestre de la vida humana en el planeta. Demasiado centrados en el nosotros hemos olvidado el ellos; hemos separado todo lo biológico, toda esa parte animal que los humanos habitamos. La prueba a la que nos está sometiendo un virus, que reaprende y se readapta de manera continua, es suficiente llamada de atención hacia lo que seguimos extrayendo y explosionando de manera infinita.

Aprender a llegar a ser terrestres.

Una oportunidad que nos debe hacer pensar una vida como una “comunidad biológica”:  de ayuda mutua concreta, no solo entre nosotros sino con todo de lo que formamos parte terrestre.