Mil millones de años después de que la tierra se formara y se enfriara lo suficiente aparecieron organismos, UCLA de una sola célula, del que derivamos todos. Y de ese evolucionaron a bacterias primitivas o arqueas, se alimentaban de componentes sulfurosos y de hidrógeno. Eran extremófilos porque había muy poco oxígeno o ninguno, algunos se han instalado en nuestro intestino y siguen en otros ambientes. Luego las cianobacterias y ellas mismas empezaron a utilizar la luz del sol como su fuente de energía. Excretaron oxígeno que polucionó la tierra y con él hizo posible la vida actual basada en el oxígeno y el carbono. Después las bacterias “modernas” habitaron el Planeta en solitario durante dos mil millones de años.

Hace 600 millones, animales marinos simples que extraían oxígeno del agua, luego esponjas. 570 millones los artrópodos que nos inventaron la mitad de nuestro sistema inmunitario. Aunque en realidad, el sistema inmunitario innato apareció en las primitivas células eucariotas, todos los animales desde las amebas lo tienen y el sistema inmunitario que aprende mediante vacunas, que se puede entrenar, es adaptativo, apareció en los vertebrados. Hace 500 millones, el pulpo. Si esperamos otros cien millones llegarían los insectos y 50 millones más, los anfibios.

El humano moderno y el ratón se separaron de un mamífero común hace 96 millones: de un ancestro que vivió hace 145 millones de años; y los humanos, de los monos del Viejo Mundo, como los macacos, hace 23 millones de años .

Pero lo importante es saber que nuestro cerebro, todas nuestras células, nuestro organismo, ha ido acumulando toda esa maquinaria molecular, experiencia de adaptación, supervivencia y mecanismos de decisión, que compartimos con el resto de la naturaleza. Aunque parece que son humanos. Somos un componente de todo el sistema de vida sobre el planeta. De la inmensa familia de los mamíferos

De los seres unicelulares, que son nuestro Adán y Eva, pues todo lo vivo desciende de ellos, hemos incorporado los mecanismos de sensibilidad a algunos nutrientes, a las toxinas y el trabajo en equipo. También inventaron para nosotros los quimiorreceptores y los mecano-receptores; los cilios que tenemos en los oídos, en los pulmones o el intestino y su cadena metabólica compleja de reacciones ante los estímulos ambientales que luego ampliaré.

Las bacterias nos dejaron los mecanismos de sensibilidad al entorno frente a semejantes y desemejantes e inventaron la comunicación, la defensa y colaboración. Así mismo, la memoria para comparar la información nueva con la ya conocida imprescindible para montar sus complejas tareas de adaptación y supervivencia. Cuando faltan nutrientes son capaces de nutrir a la muy deficiente pinchando con nanotubos a otra bacteria, e inyectarle metionina, en un ejemplo de ayuda extrema, nutriendo a la necesitada. El origen de la caridad y la empatía. Inventaron la memoria, la vida en comunidad y la defensa frente a los antisistema, que no colaboraban, ya, hace tres mil millones de años, pero no eran tolerados por la comunidad. Descifraban la comunicación química de otras culturas bacterianas vecinas, para defenderse de posibles ataques, copiando sus fórmulas químicas de comunicación interna. Los primeros espías. Algo parecido hacen los árboles a través de sus raíces.

Un equipo de investigadores liderado por Jordi García-Ojalvo, director del Laboratorio de Dinámica de Sistemas Biológicos de la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona, ha identificado un nuevo comportamiento dinámico en comunidades bacterianas, similar al de otros sistemas complejos que tienen cerebro o las comunidades sociales. (Publicado en PNAS).

Una investigación reciente en Proceedings of The Royal Society B y elaborado por científicos de la Universidad Julius Maximilians de Wurzburgo, ha averiguado que las hormigas matabele son insectos que dan cuidados médicos a sus compañeras heridas en combate. Chupan las heridas para darles un tratamiento y transportan a las caídas hasta el nido para que se recuperen. Son siempre fieles, incluso hasta la muerte. Nuestros mejores comportamientos ya están incluidos en nuestros genes. Los que no los sienten, ni los practican, ni los desarrollan, son seres deficitarios. Lo mejor de nosotros como especie es unas disposiciones que hubieron de inventar aquellos seres primitivos para evolucionar, sobrevivir en terribles ambientes climáticos y de competencia por el espacio. Fue la colaboración lo que permitió la vida no la competencia.

Por tanto, la ayuda, la solidaridad y todas estas cosas que algunos colectivos exhiben con aire de superioridad y tono reivindicativo están en la biología; si no lo están en algunos humanos es porque se han quedado a medio hacer o se es infantil, egocéntrico o narcisista. Esas cualidades no son un invento de los ideólogos, es una ética imprescindible para la supervivencia de la propia especie. Los “progres” se quedan sin su patente de solidaridad y ayuda a los desfavorecidos… lo acabamos de ver. También existe en los árboles del bosque. Son programas genéticos.

La lucha por el territorio que nos inventaron, la solventan con estos mismos pinchazos de nanotubos inyectando toxinas en las membranas de las competidoras o inhibiendo el crecimiento de la competencia mediante mecanismos moleculares. La guerra química ahora en los humanos. Ya empezamos a ver la complejidad de nuestro origen. Las abejas con el quorun-sensing ponen a funcionar todos sus genes sincronizados que es el origen y causa de sus acciones en común. (Nature Communications 8, Article number: 315 (2017). En una comunidad, hay subpoblaciones que expresan sus genes de manera diferente, lo que deriva en su especialización para realizar un trabajo concreto. Se señala que las infecciones del temido patógeno Staphylococcus aureus organizan subpoblaciones entre ellas, especializadas en romper tejidos, unas subpoblaciones se dedican a secretar toxinas, otras en adherirse a órganos mientras otras combaten al sistema inmune… Todas coordinadas entre sí con el fin generar una infección exitosa; como si se tratase de “ciudades de microbios”, donde cada una tiene una labor, ha explicado el director del estudio, Daniel López, investigador del Centro Español de Biotecnología

Esta pincelada de la vida bacteriana es para afirmar que nos iría mejor si entendiéramos cómo funciona la vida sobre la tierra, de la que somos un organismo más. Y se taparan la boca y secaran sus plumas los ideólogos políticos, educadores que nos quieren, modelar, apabullar y silenciar para sus modelos, que proceden como los libros de caballerías, del siglo anterior y le llaman progresismo.

Deberían tener formación compleja, porque nuestro delirio racionalista nos ha alejado de lo que somos, y porque no figura en ningún programa el sentirnos un organismo dentro del complejo programa de vida sobre el Planeta. En ese caso disfrutaríamos de la naturaleza, nuestro lecho común, sentiríamos su fragilidad. Quitaríamos ínfulas, prepotencias y fanatismos a los revolucionarios y a los ingenieros sociales, y que muchos de ello , son personas con problemas neuróticos, emocionales, de desarrollo personal deficiente, con conflictos con la autoridad, se conviertan en líderes, y nos digan-amenacen por donde hemos de caminar como sociedad. Quieren resolver sus problemas emocionales utilizándonos y a ello lo suelen llamar programas políticos ,educativos, cambios culturales, quizá de progreso.

Todos estos mecanismos biológicos arcaicos están en nuestro cuerpo-mente, forman parte de nuestra programación. Los cilios que vemos moverse organismos unicelulares nos han dejado complejos mecanismos basados en canales iónicos para su funcionamiento. Cuando se alteran, en medicina humana llamamos canalopatías, produciendo arritmias, epilepsia y 25 enfermedades más; nuestra herencia de las bacterias. Necesitaban canales de entrada o salida del calcio, potasio y demás iones para ir o venir al alimento y otras variadas funciones ya desarrolladas por ellas. Y con esta, nuestra naturaleza, tratamos la hipertensión, o la disfunción prostática. Resumiendo: hemos incorporado desde todos ellos y forman parte de nuestro cuerpo-mente, los componentes básicos de decisiones adaptativas, desde el sistema sensorial, motor y de conducta. Incluso las halobacterium nos inventaron pequeños discos sensibles a la luz, prototipo de los ojos, porque descubrieron que el alimento estaba en la dirección de la luz.

Las plantas, las bacterias y otros seres unicelulares, nos han inventado el potencial de membrana, origen de la información de las sinapsis, de la actividad nerviosa, cardiaca y muscular.

Fuente original: Proa Comunicación