Desde hace diez mil años siempre ha estado la humanidad pastoreada por diversos adoctrinamientos , con esa seguridad dogmática de saber en qué dirección hemos de caminar, con sus secretos, sus élites…, como ahora. El pastoreo actual obliga a un historiador español a escribir un libro: “Educar en la mentira”, donde muestra innumerables ejemplos de  mutilaciones, ocultaciones y adaptaciones de los hechos históricos para amoldarlo a las necesidades nacionalistas. ¿Dónde van a trabajar las generaciones futuras si no conocen el español? ¿En sus territorios?

Todo este pastoreo, como vemos, no ha cesado, siguen sabiendo lo que nos conviene creer o descreer, cómo debe ser nuestra intimidad, pero ahora desde la ideología. Tienen la misma seguridad dogmática. Sustituyen a los dioses por sus leyes, con las mismas  características que antes se atribuía a lo sagrado: infalibilidad y ausencia de límites. También tienen amenazas, exclusiones y castigos para los que no militan en su religión-ideología. Somos sus recursos, cosas a manejar, no les importamos, nos consideran tontos. Pregunta a la ministra Calvo si acabará la legislatura: “Sí. Tenemos que culminar un trabajo que es bueno para la izquierda de este país. Gobierno que no gobierna para el conjunto de los ciudadanos, no para el interés general sino solo para una parte, la de ellos, que no es una nación. Algo parecido a lo de la “República”, que solo les interesa a ellos. Se inventan problemas, y los que tenemos no los ven o no les afectan. Como esa astucia para acabar con nuestra libertad, la de querer suprimir el dinero en papel y así tenernos totalmente controlados, dónde, cómo y cuánto gastamos. Manipulación emocional a la que añadir sus continuos globos sonda.

Nuestros valores están siendo arrasados. Se inventan otros acordes a sus planes de dominación a largo plazo, de forma subliminal y discreta  en todos los aspectos; o, con total desfachatez. Una imparable guerra psicológica contra el ciudadano para alterarlo emocionalmente. Se busca el aplanamiento de la mente por lo banal, lo superfluo, lo intrascendente, el materialismo, el relativismo: pan y circo en versión moderna. Preparan la España del futuro mediante “master chef para niños”, concurso de canto para niños de academias televisivas para producir cantantes. Programas todos para mostrarles modelos a niños y jóvenes de cómo prepararse a un futuro a todas luces bastante negro para España y Europa.

Aislados por la pandemia y eliminada nuestra vida normal, restringidos nuestros contactos humanos, no nos llega otra noticia ni contacto con el mundo sino mediante los medios de desinformación a través de algunas televisiones. De hecho, las últimas encuestas señalan que, en los países más avanzados, las personas emplean más horas viendo televisión y vídeos que durmiendo. No les importa nuestro paro, nuestros miles de muertos, ni respetar aquello que nos une como nación. Siguen haciendo su revolución, transmiten ideas, dirigen la pandemia desde intereses de partido y de ideologías capaces de afirmar que la misma es una revancha de la naturaleza porque había demasiados viejos en el mundo, o que ha acabado con ellos en las residencias porque están sordos y no han entendido las ordenes de prevención. Afirmaciones de este tenor y otras de peor jaez, ponen al descubierto el meollo de su revolución. Se han ahorrado 67.837 pensiones de jubilación y viudedad. Ataque generalizado a los abuelos que levantaron España después de la guerra.

Una estrategia muy pensada para alterar comportamientos, costumbres y tradiciones, para modificar todo lo que les estorba y no se empareja con su ideología. La muy perversa matraca sobre la Monarquía, obstáculo para su revolución e ir a la República plurinacional. Para ello están utilizando una de las técnicas más eficientes para programar mentalmente a una sociedad: la repetición incesante de un mismo mensaje. A base de reiterarlo una y otra vez, termina por ser aceptado; y así, alejarnos de considerar y remediar los problemas reales. Señalo uno de ellos: un pueblo, otrora con mil quinientos habitantes, tenía un alcalde, un secretario y un funcionario compartido con otro de doscientos habitantes. Ahora le quedan solo trescientos, pero tiene, además del alcalde, secretario y cuatro empleados del Ayuntamiento.  Un problema que no se incluye en su progresismo, se ha complicado tanto la gestión del Estado que, para este pueblo arruinado, con los impuestos subidos, porque hay que revisar el Catastro -el IBI de sus casas por las nubes y pagado con sus pensiones-, casas que pertenecen al 80% de sus habitantes ya jubilados,  necesitan tres personas en el Ayuntamiento que resuelvan la complicación creada, pero que nadie está dispuesto a analizar y cambiar. Esta elefantiásica administración necesita dinero, atacando al ciudadano con impuestos. Tenía el pueblo, fragua, carpintería, bodega, carnicería, panadería, tienda de ultramarinos, alimentado todo esto por su agricultura. No queda nada de esto. Por cierto, el impuesto de sucesiones, acabará definitivamente con los restos de la ruina y el abandono definitivo del campo, como ya está sucediendo con las casas. Un ataque más a las familias y a su trabajo de generaciones, cuyo origen está en el Complejo de Edipo, y su visión mesiánica e iluminada de la realidad. No hacen lo que cualquier empresa, simplificar los servicios centrales, auditando los gastos, eliminando puestos indirectos.  Acaban de crear un 6,3% de nuevos empleos para ellos, para terminar de complicar el papeleo. La revolución no incluye la auditoría y reforma de la administración. “El que tiene más debe pagar”. Es decir, desde la clase media para arriba, una sibilina e ideológica teoría; entienden que la clase media no los vota y menos los “poderosos”. Conviene acabar con ellos. Saben que la envidia tiene un sesgo y origen asesino. Proponen nacionalizar los sueldos, así estaríamos todos sometidos a sus ordenes de Estado. Aislarnos en un modo de civilización ajeno al tiempo y a la economía mundial de la que dependemos. Ocupándose en temas tan vitales para nuestra supervivencia, como el crear un Director General para el “derecho de los animales”, cuando nos estamos muriendo y arruinando. Ya digo, como el Quijote y su intoxicación libresca.

Se imponen ideas y se guían los comportamientos y las decisiones de individuos y sociedades enteras en la dirección que ellos necesitan para lograr, ”un verdadero cambio cultural tiene que cambiar también las prácticas sexuales”. Como en la época de Franco, donde también se preocupaban de nuestra sexualidad, tenían un modelo. Teníamos hasta la policía vigilando la decencia pública, no se podía tener relaciones matrimoniales como no fuera para la fecundación. Y, aquella presión era menor que la actual. Lo acabamos de ver con Trump, un tipo de líder narcisista que no podía ver ni considerar aquello que no coincidía con sus intereses. Así consiguen periodistas, políticos y gentes mediocres que cambiemos nuestras costumbres más arraigadas. Que sigamos sin rechistar las indicaciones de su sistema de propaganda que sustituye a la comunicación.

Las mentes de las personas alimentándose con publicidad, programas de televisión, informativos sesgados e infinidad de otros contenidos mediáticos simulando objetividad cuando, en realidad, no hacen más que diseminar idearios sociopolíticos. Para que todo esto prospere es necesario un  bachiller con suspensos para garantizar que todo esto no lo notará y no tendrá tantas resistencias a su ideario. Ya no se darán cuenta que no están informando sino transmitiendo una opinión, una valoración, una manipulación. Y como no les preocupa nuestro futuro tapan, de paso,  el abandono escolar. Como verán, detrás de ese gobierno al que alude la ministra existe un plan de ruina total. No alcanzo a saber para qué. ¿Para eliminar cualquier resistencia a su inmensa y profética sabiduría que necesitamos como sociedad? Ellos sí saben cómo debe ser nuestro futuro, en qué consiste ser mujer u hombre, cómo deben ser nuestros juguetes, y el color de las ropitas, lo que nos conviene, extender su ideología a los colegios, meter el moco en todos los aspectos de nuestra vida. En la época de Franco también lo sabían y lo imponían.  Ya es una enfermedad mental en muchos países, EE.UU. Reino Unido, Brasil, Argentina, Venezuela, etc.  Se ha creado una atmósfera demagógica y oportunista en la que el principio imperante es que todo vale, que cualquier cosa es opinable y cuestionable. Si no hay valores, nada importa: es una profundización en aquello de que, “el fin justifica los medios”. Y, el ciudadano hace fiestas y botellones en la pandemia influidos y desquiciados por este clima emocional que describo. También nos proponen desde su divina sabiduría: “regular la vida en sociedad, el consumo o las actividades productivas”. Ya digo como en la época del Generalísimo.

Incapaces de ver la complejidad mundial, la interdependencia y la necesidad de superar la idea de que alguien o algunos tienen de la verdad, la pandemia nos ha demostrado que necesitamos la cooperación mundial para enfrentarnos a los retos que ahora son europeos y mundiales. Creo que una parte de esto se debe a la mediocre enseñanza, a que la ciencia, el arte, la cultura, la excelencia basada en el esfuerzo no cuentan, son un obstáculo; por eso quieren “eliminar el currículo y la historia profesional” para que todo el mundo ocupe los puesto privados o públicos. Magnífica receta para eliminarnos del mercado mundial. Celáa se ha quedado corta, ya no hará falta ni bachillerato para ocupar cualquier puesto. Esto ocasiona un empobrecimiento emocional y mental en todos, en ellos y en nosotros. Una suerte de suicidio colectivo. No conocemos nuestra literatura, nuestra legión de artistas y científicos que habitan nuestro pasado y presente. Lo que no se conoce no se puede amar y se puede atacar o eliminar. Nos llenamos de presente efímero, circunstancial, y no hemos aprendido a valorar lo que hace que España sea una gran Nación.

Síntomas de que estamos como el Quijote ajenos a la realidad, aquel viviendo dentro de sus lecturas. Ellos con su revolución. Y, nosotros atados a los contenidos de medios, redes y conducidos por el marketing como rebaños, por sendas y caminos desiertos de valores, cultura y proyectos unificadores como fruto de haber analizado y tenido en cuenta la realidad.

La OCDE sitúa la economía española como la peor de entre las grandes del mundo desarrollado, también en diciembre. Pero nuestros gestores están ocupados en controlar a los jueces, la Corona y  tratar de traer la Republica, con algún dinero extra para “resaltar a las combatientes mujeres republicanas”, los juguetes no sexistas, y otros dineros que serían necesarios en el Hospital Virgen de la Salud de Toledo.

Los ciudadanos de casi todo el mundo votan a los mal llamados populistas, se identifican con ellos. ¿Son como ellos? Trump, desde el comienzo, como otras figuras populistas vigentes, se presentó como antisistema, representante de la voz del pueblo y soldado de la lucha contra la élite corrupta y conspiradora que dirigía el EE.UU. ¿A que esto les suena? No eran rivales políticos, eran enemigos de su visión totalitaria. Aquí, a los enemigos –“la derechona”- se les hacía un cordón sanitario. De momento, no alrededor del cuello. Con la enseñanza actual, auxiliada por los medios digitales, con la ayuda de WhatsApp Facebook y el resto, se pierde el uso de la lengua, de la alta cultura, también estamos perdiendo pensamiento.

Los psicólogos, en todos los continentes, están observando la incapacidad de pensar, de mirarse, aunque sea mínimamente, dentro de uno. No quiero irritar, bueno, “uno y una”. «Nos hemos convertido en una sociedad de la mansedumbre, incapaz de distinguir la verdad de la mentira, una sociedad temerosa, facilísima de manejar». Con un porcentaje de adictos enorme, a juegos, medios digitales, series, sustancias tóxicas. Y, para más inri, la pandemia nos ha hecho todavía más débiles, más vulnerables, más fácilmente manipulables por los gobiernos de todo el mundo.

Fuente original: PROA