A finales de 1941, el dictador de origen astro-húngaro Adolfo Hitler decidió establecer un nuevo orden mundial con el objetivo de lograr la hegemonía de la Alemania nazi en el continente europeo apoderándose del denominado espacio vital. El canciller diseñó un programa genocida que conmovió al mundo y que acabó con la vida de unos 17 millones de personas debido a su origen étnico, creencias políticas o religiosas u orientación sexual. El Holocausto de la Segunda Guerra Mundial provocó un reguero de desolación y muerte, y una crisis que sumió al mundo en una profunda depresión que los libros de Historia se han encargado de recordar a las generaciones venideras.

Apenas 78 años después, en diciembre de 2019, surgió un agrupamiento de casos de neumonía en la ciudad de Wuhan (provincia de Hubei, China), con una exposición común a un mercado mayorista de marisco, pescado y animales vivos. El 7 de enero de 2020, las autoridades chinas identificaron como agente causante del brote un nuevo virus de la familia Coronaviridae que posteriormente fue denominado SARS-CoV-2. La enfermedad causada por este nuevo virus, conocida como Covid-19 fue reconocida como una pandemia global el 11 de marzo de 2020.

Desde el inicio de la crisis sanitaria, más de 58.000 personas han perdido la vida como consecuencia del coronavirus en España, donde se han diagnosticado más de 2,74 millones de casos activos. Hemos pasado de la célebre frase de «habrá como mucho más de algún caso diagnosticado» que dijo el director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias, Fernando Simón, a liderar el ránking de contagios de Europa.

El mundo que hemos heredado afronta un nuevo genocidio en forma de Holocausto. El exterminio al que nos han sometido nos tiene tan conmocionados como indefensos, porque es una nueva forma de matar en la que se ha diseñado un nuevo programa nazi que pretende adueñarse del nuevo espacio vital. Demasiado mayores para creer en las casualidades, pensamos que esta autodestrucción se encuentra teledirigida y va mucho más allá de un error de laboratorio. Esta película de ciencia ficción que nos ha convertido en protagonistas principales ha apuntado con malicia hacia las clases más vulnerables, que son las víctimas de la pandemia.

La Covid-19 ha mostrado lo mejor y lo peor de la especie humana. Hemos asistido a generosos desfiles de generosidad derrochada, pero también a clases magistrales de egoísmo. La sociedad busca su escondite para burlar las normas sin reparar en el daño al prójimo, porque quienes nos están dejando son ya demasiado mayores para estar con nosotros. Y nadie se ha parado a pensar que dentro de unos días -porque el tiempo corre veloz- serán ellos los que muestren arrugas en su rostro. Alguien muy cercano me hizo hace unos días una reflexión cargada de motivos: si quienes murieran fuesen niños no habría nadie que se atreviese a salir de sus casas.