Cuando Rubén Francisco González, de 32 años, tomó el bastón de mando del municipio cacereño de Santibáñez el Alto jamás pensó que su peor enemigo lo encontraría en un virus del que, aún hoy, se desconoce casi todo.

Comenzó su mandato con un deseo de prosperidad y con una petición para sus vecinos: que creyeran en su pueblo y en ellos mismos. Cocinero de profesión ahora en excedencia, como muchos otros alcaldes, el Covid-19 le ha robado buena parte de su tiempo libre que, generalmente, dedicaba al dibujo, la pintura, y la fotografía.

Rubén está empeñado en hacer de Santibáñez el Alto un pueblo más competitivo y turístico y así evitar su desaparición, pero ahora también se ha marcado el reto de que esta localidad de la comarca de Sierra de Gata que no llega a los 400 habitantes siga libre de Covid. Pese a su juventud, el alcalde de este municipio se tomó muy en serio la pandemia desde el principio. Iniciado el mes de abril informó a sus vecinos que los contagios se ralentizaban, pero les advirtió que eso no era un síntoma de tranquilidad.

«Puede parecer que en nuestro pueblo ya no tenemos nada que temer, pero no es así, sabemos que desgraciadamente hay brotes en pueblos muy cercanos a los que nos desplazamos de manera muy habitual y un pequeño descuido puede suponer poner en peligro a todos nuestros vecinos». En pleno estado de alarma, cuando todo un país estaba confinado, el alcalde pidió responsabilidad y recordó a sus vecinos la necesidad de cumplir con la cuarentena.

Días después puso en marcha un dispositivo para proporcionar a los vecinos desde el ayuntamiento pienso para los animales domésticos, con lo que evitaba que salieran a la calle. En agosto recordó que las fiestas estaban suspendidas y que estaba prohibida cualquier celebración, fiesta o reunión en la dehesa o en las peñas y a mediados de septiembre ordenó la confección de mascarillas que se distribuyeron gratuitamente a todos los empadronados en el municipio.

Hace apenas unos días, el alcalde ha ordenado la instalación de generadores de ozono en el colegio, el consultorio médico y el ayuntamiento para garantizar la desinfección diaria de estos espacios. Pero ha insistido que esto no es suficiente sin la colaboración de todos: «No debemos olvidar que seguir sin casos en nuestro pueblo es cosa de todos y que debemos hacer uso de la mascarilla y respetar las recomendaciones sanitarias», ha advertido.

VILLASBUENAS DE GATA

Reparto de mascarillas a los vecinos de Villasbuenas de Gata.

A poco más de 10 minutos en coche se encuentra el otro municipio que ha puesto barreras al Covid-19 y ha logrado evitar que el virus entre en sus casas: Villasbuenas de Gata. Estefanía González Bizarro, alcaldesa de esta localidad que no llega a los 350 residentes, fue consciente desde el principio que la situación era «muy complicada y grave».

«Sólo hay que mirar a los pueblos de al lado para ver que está muriendo gente, y es algo que no querría ocurriese en ningún lugar del mundo, aún menos en nuestro pueblo», dijo a sus vecinos cuando la pandemia se cebaba con especial virulencia con los mayores. A finales de abril, el ayuntamiento distribuyó mascarillas entre todos los vecinos que fueron donadas por un ciudadano y unos días después recordó las pautas a seguir para salir a hacer deporte o pasear, apelando a la responsabilidad individual de cada uno «que se convierte en colectiva cuando los actos de una persona pueden afectar a todo el resto de la población».

El sobresalto de este municipio tuvo lugar el 17 de agosto, cuando una empleada de la residencia de mayores “Siete Villas” dio positivo tras realizarse la prueba PCR. Se procedió a realizarle una segunda prueba no determinante y finalmente se la hicieron a todos los residentes y trabajadores de la residencia. El 21 de agosto hicieron la PCR a todos los usuarios y trabajadores de la residencia y dieron resultado negativo.

«Es una gran alegría y un gran alivio, pero debe servirnos como lección para que seamos prudentes y responsables y nos tomemos en serio todas las medidas de prevención establecidas», advirtió la alcaldesa.

ROBLEDILLO DE GATA

Robledillo de Gata ha esquivado el virus pese a su atractivo turístico y la afluencia de visitantes./FOTO JUANJO MATÍAS

En la misma situación se encuentran los vecinos de Robledillo de Gata, que tiene un centenar de residentes que disfrutan de la tranquilidad con la que les obsequia este pueblo, considerado uno de los más bellos de Extremadura. Quizás su escaso número de habitantes les ha permitido esquivar mejor el virus que ha devastado pueblos y ciudades.

Declarada Bien de Interés Cultural, esta localidad conserva una excelente muestra de casas de adobe y piedra y soportales de madera que han impedido penetrar al virus que tanto preocupa en todo el mundo. Su aislamiento geográfico y su escasa población han sido factores que han jugado a su favor, pero su fuerte atractivo turístico y la afluencia de visitantes podrían haber trasladado a sus calles un virus que, hasta ahora, han logrado esquivar.

Esta y otras circunstancias han convertido a Robledillo de Gata en un destino no solo para visitar, sino para vivir. Hace tan solo unas semanas una mujer aprovechaba una red social del ayuntamiento para dejar su mensaje en el que pedía ser una vecina más:

«Busco alejarme dela ciudad, busco casa en alquiler a poder ser fuera del núcleo urbano. Soy soltera sin hijos tengo 44, tengo ingresos y soy aux. de geriatría, técnico de laboratorio, asistente domiciliario para personas con dependencia y horticultora. No fumo tengo coche propio y un perro vejete. Agradecería una mano. Estoy al borde de una depresión si no me voy de aquí, me iría en 2 o 3 semanas. Gracias de antemano. Saludos. Ojalá me ayuden. Soy buena gente».