Una cuestión esencial en el periodismo es diferenciar la opinión de la información. La opinión refleja un pensamiento o idea sobre un hecho, circunstancia o persona en un momento determinado y, por tanto, no es susceptible de rectificación. Rectificar una opinión supondría mermar la ya de por sí quebrada libertad de expresarnos. Otra cosa distinta es que se haga noticiable, queriendo o no, un hecho falso.

Se equivocan quienes intentan transformar la crisis del tren de Extremadura en un asunto político. Estamos ante un asunto de Estado y, más concretamente, de la autonomía de Extremadura. Colectivos sociales, asociaciones empresariales, partidos políticos y la sociedad extremeña en general, sin distinción de ideas, reclama un tren digno para una región que lleva décadas a la espera de que se cumpla lo prometido. Y el resultado, lejos de hacerse realidad, se ha transformado en asunto de mofa en toda España.

La Junta de Extremadura, a través de su presidente, Guillermo Fernández Vara, y de la consejera de Movilidad, Transporte y Vivienda, Leire Iglesias, ha reclamado responsabilidades políticas. La pasada semana viajaron a Mérida el presidente de la entidad pública empresarial Renfe, Isaías Táboas, y la presidenta de Adif, María Luisa Domínguez, y se marcharon sin solucionar la crisis del tren Alvia que cubre el trayecto entre Extremadura y Madrid y sin asumir responsabilidades políticas.

Este miércoles le ha tocado el turno a Isabel Pardo de Vera Posada, secretaria de Estado de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana, quien tampoco ha aportado soluciones para una crisis que se prevé larga. De impecable curriculum y trayectoria, Pardo de Vera ha acudido a la cita con una pañoleta cubriendo su largo cabello que levantó las críticas en las redes sociales y en este mismo medio apareció un artículo de opinión en el que se frivolizaba con el asunto. La secretaria de Estado se encuentra en fase de recuperación de un cáncer, motivo por el que podía llevar el pañuelo. Por respeto y por evitar polémicas, el artículo fue retirado de manera inmediata en el momento en el que se supo tal circunstancia. Mil disculpas a Isabel si se sintió ofendida, hecho improbable si tenemos en cuenta la rápidez con que se actuó.

Una cosa es rectificar y otra disculparse, y sabemos hacerlo, si me permiten, como caballeros. O como señoras. La disculpa se encuentra en un escalón muy superior al de la rectificación. Rectificar es de sabios, disculparse es de humanos. Lo improcedente es moverse en las cloacas intentando generar opinión o sentimiento de rechazo quienes aún no han abierto la boca en defensa de un tren digno.

Afortunadamente nosotros no estamos sujetos al escrutinio de la ciudadanía cada cuatro años. Es lógico que aquellos cuyo salario depende de un resultado electoral se inquieten ante la proximidad de un proceso electoral que, si les soy sincero, me genera poco entusiasmo. Quienes hoy gobiernan Extremadura secuestraron la actividad de esta empresa durante largos años hasta que una sentencia ejemplarizante del Tribunal Supremo puso las cosas en su sitio. Y quienes ahora están en la oposición, que alcanzaron el Gobierno durante cuatro años, siguieron los mismos pasos que su antecesores. Comprenderán que con estos antecedentes, el resultado de las elecciones del próximo mes de mayo en Extremadura no nos quite el sueño. Porque ni unos ni otros nos pagan las nóminas a final de mes. Y ni unos ni otros han pedido disculpas.