(Extracto de la carta de un adolescente titulada originalmente ‘A la generación zombi’)

No tenéis derecho a mirar para otro lado como lo habéis hecho. Vosotros tenéis los recursos, los conocimientos, la experiencia y la capacidad de decisión que nosotros no tenemos, y sin embargo no habéis sido capaz de encontrar una solución.

No tenéis derecho a culparnos a nosotros de lo que está pasando, buscando un chivo expiatorio en vez de una salida.

No tenéis derecho a repetir en bucle imágenes de jóvenes actuando irresponsablemente para justificar vuestra incompetencia. ¿Que hay quien ha actuado con despreocupación y negligencia? Claro que sí, pero también entre los vuestros, y nunca se dice así: “un grupo de adultos de entre 30 y 50 años en una fiesta sin mascarilla…” ¿A que no?

No tenéis derecho a jodernos la vida en una etapa tan importante de la vida. En la etapa donde estamos orientando nuestro futuro, en la que nos abrimos al mundo y nos relacionamos. Todo lo que se os ocurre es cortarnos el aprendizaje y encerrarnos, después de haber estado escurriendo el bulto durante semanas.

No tenéis derecho a culpar a los políticos, puesto que sois vosotros, o los habéis elegido vosotros. De nuevo, os escondéis de vuestras responsabilidades

No tenéis derecho de decirnos que no cumplimos las normas y somos vacuos, superficiales, cuando habéis cambiado las normas a capricho, sin explicación: lo que hoy era bueno, mañana una locura, y viceversa. ¿Y pedís que cumplamos qué?

No tenéis derecho a poner un sambenito a una generación entera por lo que hacen unos cuantos. ¿Hablamos de vosotros, de la generación de las drogas de los 80? ¿Cuánto costó eso en gastos médicos y, sobre todo, en vidas? ¿Decimos acaso nosotros que seáis todos unos yonquis? Pues eso.

No tenéis derecho a tacharnos poco menos que de asesinos de nuestros abuelos, esos a los que evitáis ver en cuanto podéis, a los que habéis arrinconado hace años como trastos inútiles. Ni tenéis derecho ni tenéis vergüenza

No tenéis derecho a llorar lágrimas de cocodrilo por quienes mueren en la residencias. ¿No dejasteis a vuestros padres allí, aparcados, almacenados, sin preocuparos lo más mínimo por las condiciones en las que estaban? No me vengáis ahora con hipocresías. ¿Un rato el domingo, sin perder mucho tiempo, es lo que podíais ofrecer? ¿Revisasteis alguna vez las instalaciones? ¿Habíais preguntado antes si había médicos o enfermeros suficientes? Claro que no.

No tenéis derecho alguno a lloriquear en vez de actuar cuando ha sobrevenido esta situación. ¿Acaso la generación antes de la vuestra lo tuvo mejor? Esa generación vivió una posguerra y una dictadura, pasó hambre y calamidades, enfermedades, tuvo en muchos casos que marcharse de su tierra, luchó… ¿Y vosotros? Vosotros, al primer embate os habéis desmoronado, os lo habéis hecho en los pantalones, no habéis sabido reaccionar. Lo único que se os ha dado bien es buscar alguien a quien culpar, para aliviar vuestras conciencias. Pero eso se acabó.

Sé que la generación antes de la vuestra tuvo que afrontar situaciones límite, y mal que bien las enfrentó, sin buscar chivos expiatorios ni excusas, y en muchas ocasiones las superó, y os ofreció a vosotros lo mejor que tenían, buscando que tuvieseis una vida mejor que la que ellos tuvieron. Vosotros, en vuestra vacua soberbia de creeros mejor que ellos, los dejasteis abandonados en cuanto surgió la ocasión, y ahora incluso de eso queréis culparnos.

No sé si mi generación será la que resuelva el cambio climático, las guerras, el hambre… o si por el contrario llevará al mundo a la destrucción, la pobreza y la enfermedad. Eso está por ver.

Lo que sí sé es que la vuestra hace años camina anodinamente hacia la jubilación como único horizonte vital, sin más aspiraciones que dejar pasar otro día sin que nada altere vuestra rutina, por eso os habéis disuelto con la primera crisis.

Camináis por la vida pero no vivís. Avanzáis en una insípida monotonía, eludiendo responsabilidades y sin atreveros a miraros al espejo. Sois ya una generación zombi.

Dejadnos en paz.