Sí, cuántas veces, me lo digo a mí mismo: «No estoy de acuerdo, no se escribir con estos aparatos que los carga el diablo». No me justifica decir ¡Mire usted, yo soy de Ciencias!, sobre todo cuando frente a mí tengo a todo un profesor, de Literatura, de Filosofía, incluso de Historia del Arte. Sólo hay una diferencia: yo tengo imaginación, incluso puedo escribir sentimientos. Y vosotros, sólo pondréis comas y acentos.

Cada vez que pongo la televisión e intento seguir un debate o una intervención de estos políticos de Políticas o de Derecho, mi espanto se espanta. Todo escrito, sin salirse del guion, y corregidos por la escolta de “negros” bien pagados, aunque sin Seguridad Social. Así, cuando alguien les sale por “peteneras”, la mayor parte de nuestros políticos tiene como respuesta: ¡El tiempo bien! ¿Y su señora?. Se armó el Belén, porque el macho alfa pensó que le hablaba de una de sus “santas” porque no estaba en el guion.

Lo que pasa en el Congreso me recuerda las conversaciones, las noches de verano, sentadas en la puerta de su casa dos viejecitas muy simpáticas, y esto es fidedigno, la señora María “La Pastorela” y su hermana, la señora Beatriz.

– ¡Qué calor hace esta noche!, afirmaba la primera, a lo que la segunda respondía: “La cosecha viene tardía y los hombres están segando”.

¡Me han dicho que fulanita está enferma! Y respondía: ¡No! Que te he dicho que no voy a lavar al río.

Si no conociéramos que las dos eran más sordas que las tapias de sus correspondientes casas, nos sorprenderíamos del nivel de la conversación y de las horas y horas que pasaban hablando. Las mirabas y veías que una esperaba a que la otra cerrara los labios para comenzar su discurso.

Puedo asegurar que en muchas ocasiones, aun hablando cada una de lo “suyo”, tenían más sentido en su plática, su réplica y su duplica que las de los chicos estos que llenan las Cortes y el Senado, que como podemos apreciar, están tan pendientes de sus móviles y de sus tabletas, que cuando les toca intervenir,  la mayor parte de las veces, rememoran a la señora Beatriz  y a María «La Pastorela».

Yo no tengo ese problema, soy analfabeto tecnológico. Cuando escucho, escucho, y cuando contesto. ¡Ay, cuando contesto! Cuando contesto hasta me asombro de ser prudente en las expresiones y no acordarme de sus “santas”, que igual no tienen culpa de haber parido engendros.

Tienen la manía de hablar y no escuchar, se encuentran en posesión de la verdad absoluta, hablan en plural mayestático -“nos”., cuando  son ellos los que viven en un país de “yupis”. Los demás, a ras de suelo, sin levantar cabeza, con los bocados puestos y agradeciendo que no nos claven más las espuelas porque nos tienen la barriga “desollá”.

Nadie les puede pedir responsabilidades. El filósofo, claro, sabe poner tildes y acentos, puntúa sus escritos; bueno se los puntúa “el negro” sin contrato. Claro, es un” Illa” y en las Islas se tiene de todo, hasta corredores anticovid.

Yo tengo un grave problema: no usaba ordenadores, no escribía mis intervenciones, nunca tuve negro, tan analfabeto tecnológico, que no sé etiquetar amigos, no tengo twitter ni tengo Instagram, ni sé hacer “tik-tok”. ¡Qué pena, no soy nadie! Escribo porque tengo mucha imaginación y soy capaz de tener sentimientos; ya vendrán los profesores, los filósofos y los historiadores a ponerme los acentos.

Más le valía a la Política y al Gobierno tener más  sentido común, muchos más  sentimientos, incluso imaginación, que los “mayestáticos” de  su gramática parda. Parda no, casi negra.