La secuencia del genial Quino es, más o menos, así:

Mafalda está viendo el informativo de televisión con su padre, y el locutor dice:

-Los precios del mercado internacional y las trabas aduaneras impuestas por otras naciones ahogan nuestras exportaciones y deterioran nuestra economía.

Mafalda comenta irónica:

-También… ¡qué mala pata, justo a nosotros viene a tocarnos un mundo lleno de países extranjeros!

Algo así nos está ocurriendo últimamente en España. Es un clásico en política ocultar la propia incompetencia buscando un enemigo, un Satán, un Peropalo exterior, contra el que dirigir las iras y que aglutine el orgullo herido patriotero: para los militares argentinos fueron los ingleses que robaron las Malvinas, para Trump los chinos, para Maduro el ‘imperialihmo yanki’, para Johnson los europeos del continente, para Torra los ‘colonos’…

Pues bien, nuestro gobierno, que va de charco en charco, de error diplomático en error diplomático, se tiene que esmerar en ir cambiando de enemigo-culpable al ritmo de sus yerros. Con el fiasco de Calviño se habló de ‘alguien’ que había roto su palabra, como si esto fuera una cuestión de juramentos de sangre, y no mera diplomacia, donde España, con seis apoyos reales, reventó sus opciones al asegurar desde el gobierno que si salía Calviño sería fácil sacar el fondo de reconstrucción Covid a coste cero. Ahí quedó la imagen de un país Judas, que nos traicionó, ¿soy acaso yo, Pedro?

Vino el segundo capítulo. Sánchez reclama 1,5 billones de euros a fondo perdido para la reconstrucción, de los que España se haría con unos 350.000 millones. Estos fondos vendrían por el sistema de deuda perpetua, sin condiciones. La mayoría de países dicen que nones, que ni ese dinero ni esas condiciones, pero un grupo se muestra especialmente beligerante, afeando a España que no haya aprovechado la remontada tras la crisis del 2008 para enjugar deuda y recortar déficit.

Había que personalizar en alguien y se hizo: Holanda (se cumplen diez años del Iniestazo, pensaría Iván). Pues nada, a recordar los Tercios de Flandes, y que viva Don Juan de Austria. Holanda es el enemigo, hay que boicotearles (aún se están riendo los tulipanes). A sus aliados, antaño ejemplo de tantas cosas, como Dinamarca o Suecia, se les trata despectivamente de ‘frugales’ (frugal, según el DRAE, es la persona parca en comer y beber, es decir, alguien cabal y que no comete excesos ¡con eso insultamos!) El resultado de tan genial estrategia es que de los 350.000 millones limpios de polvo y paja que pedía Sánchez llegan 140.000, de ellos 70.000 a devolver, y del resto, si restas la aportación de España y el recorte de la PAC, quedan 35.000, la décima parte, o incluso menos.

¡Pero había que recibir con honores al supuesto héroe de las Cruzadas que había derrotado a calvinistas, vikingos y demás morralla! La escena que monta Iván con el aplausómetro produce sonrojo, y creo que no montó una salida a hombros por no ofender a los antitaurinos.

Eso sí, Sánchez, embriagado de honores, suelta una indiscreción: realmente quien ha logrado el acuerdo ha sido la Merkel, ¿¡¡cómo!!!? ¿la Merkel? ¿la del austericidio, la enemiga pública número uno de España, la de los recortes, la jefa de los hombres de negro?

Vaya  por Dios, los medios genuflexos se apresuran a borrar esta alusión incómoda, ayudados por el Ministerio de la Verdad, chiss, aquí nadie ha oído nada.

Pero no hay paz para los coaligados: repuntan los casos de Covid, cada autonomía hace de su capa un sayo… ¡y la pérfida Albión, nuestro secular enemigo, entra en escena! Como toma medidas que no nos gustan, la diplomacia patria toma dos caminos geniales: decir que Reino Unido está peor (ni al que asó la manteca se le ocurre esta vía para convencerles) y reconocer que la península está chunga, pero las islas más o menos bien (que les den al resto de destinos).

Para poner la guinda, sale Simón, que se ha crecido estos meses y ya se mete en cualquier berenjenal en vez de limitarse a su negociado, y dice que mejor que no venga nadie, así no hay contagios, ¿no quedamos en que las medidas que se tomaban en puntos de entrada como aeropuertos eran suficientes? Por supuesto, Simón está dispuesto a pagar de su bolsillo los gastos de los hoteles y restaurantes que queden sin negocio.

Porque otra vez se confronta de manera torticera salud y economía, cuando con una acción meditada y una estrategia clara podrían hacerse compatibles, nunca con las improvisaciones que hemos visto.

En fin, que el paletopatriotismo ha sustituido a la diplomacia, y pronto nos tendremos que buscar países imaginarios para declararlos culpables de nuestros males, porque se nos acabarán los de verdad.