No muere lo que no se olvida: continúa el recuerdo de los fallecidos en la fábrica de orujo de Moraleja
RAQUEL DE LA ROSA - MORALEJA
Próximamente se cumplirán ocho años del día que ningún vecino de Moraleja podrá olvidar. El 24 de mayo de 2012 quedó tachado en todos los calendarios de los moralejanos que vivieron con un corazón en el puño esa jornada y todas las que llegaron después. A las 11.54 horas la fábrica extractora de orujo Industrias Oleícolas Sierra de Gata estalló.
El zumbido se sintió en todo el municipio y el olor a orujo que caracterizaba cada una de las mañanas era más intenso. Con el paso del tiempo, ese aroma típico de Moraleja, fue desapareciendo, pero no olvidado.
Fueron tres las personas que perdieron la vida en esta catástrofe que ningún vecino olvidará. Valentín Parra, José Miguel Santos y Alberto Lozano. Tres personas, tres vidas, tres historias que fueron truncadas por una explosión que hizo que los vecinos de Moraleja unieran sus fuerzas. Tres hombres que siguen estremeciendo el corazón de los moralejanos casi una década después.
El accidente ocurrió al producirse una explosión en el extractor número tres “a causa de una sobrepresión en su interior, lo que provocó la rotura del extractor por la zona de soldadura del fondo kloper, con la consiguiente entrada de oxígenos, que al entrar en contacto con el hexano líquido dio lugar a una segunda deflagración”.
La Sala de lo Social del Tribunal Superior de Justicia de Extremadura (TSJ) investigó el suceso y aseguró que “no disponía de detectores de presión que identificarán un riesgo de explosión, ni válvulas de seguridad contra sobrepresiones. Únicamente tenía válvulas manuales de cierre del circuito de inyección de vapor”.
El 24 de mayo de 2012 amanecía caluroso, como es habitual en Extremadura durante la primavera. Olor a orujo un nuevo día para disfrutar, pero de repente el día se volvió gris oscuro.
“Volvía a casa después de hacer deporte y escuché en el interior de las oficinas del puesto de la Guardia Civil teléfonos y radios que sonaban sin parar”, ha explicado David Vaquero, uno de los Guardias Civiles que trabajó aquella jornada.
“Las primeras llamadas decían que había explotado la gasolinera situada al lado de la fábrica. Subí a mi casa y me asomé por la ventana; había una gran columna de humo negro que salía de aquella zona. Rápidamente comprendí que ese día no sería como otro cualquiera”, ha explicado Vaquero recordando cada detalle.
No se lo pensó dos veces y se dirigió hasta el lugar. Humo y escombro empañaban la carretera y las inmediaciones de la fábrica. Los compañeros de Vaquero ya habían conseguido sacar a uno de los heridos del interior de la fábrica. Gritos, nervios e incertidumbre, así fueron los primeros minutos.
“Necesitamos bomberos, sanitarios y todas las unidades disponibles, ¡esto es un infierno!”, este fue el grito de ayuda de Vaquero al contemplar las columnas de humo que desprendían de la fábrica. Comenzó el sonido de las sirenas, camiones de bomberos, patrullas policiales, sanitarios, protección civil llegan a trabajar incansablemente por los trabajadores. La solidaridad de los vecinos de Moraleja no era menos y numerosas personas acudieron al lugar de los hechos para colaborar.
La fábrica podía volver a explotar y aún quedaban tres personas en su interior. La prioridad era, sin lugar a duda, sacarles de ahí dentro como fuera posible.
Vaquero recuerda aquel día con calor, mezclado con humo y olor a pechín y aceite. Un cúmulo que hacía más agonizante las labores de búsqueda. “Al ver las dimensiones de la explosión, la cantidad de escombros y las temperaturas alcanzadas en el interior, comprendimos que sería un milagro encontrar a alguien con vida”, ha explicado.
“Había dos depósitos de hexano bajo los escombros, si se producía una nueva explosión, nadie de los que estábamos allí sobreviviría”, ha destacado Vaquero que recuerda aquel día con tristeza. Sin éxito de encontrar a los tres desaparecidos, volvió a las dos de la mañana a su búsqueda junto con el resto de compañeros. Ataviados con casos, mascarillas y guantes continuaron intentando localizar a sus vecinos. Tras el duro esfuerzo, no pudieron encontrarles con vida, pero el objetivo, tal y como ha subrayado Vaquero, era localizarles para que sus familias pudieran despedirse de ellos.
La unión y la fuerza de los cuerpos de seguridad, protección civil, ayuntamiento, vecinos, medios de comunicación y médicos forenses fue un ejemplo más de la solidaridad de Moraleja. Ocho años después, los nombres de los que perdieron la vida en la fábrica, continúan en el corazón de cada uno de los vecinos de la localidad y, aunque aquel día, se apagase la luz, la solidaridad y el trabajo incansable, regalaron un destello a los familiares que se aferraban con uñas y dientes a no perder la esperanza.