Silencio. En silencio se fue llenando la plaza de la Constitución con corrillos de vecinos, frente a la parroquia de San Marcos en Oliva de la Frontera, a la espera de que comenzasen los funerales de los hermanos Dolores y José Manuel Aguedo Morcillo, apodado El Bueno , que fallecieron trágicamente el día anterior. Esa mañana, él mató a su hermana, hirió a tres vecinos y después fue abatido por la Guardia Civil. Los féretros no se llegaron a encontrar en ningún momento porque, por decisión de las dos familias (la de los fallecidos y la del marido de la joven, Javier) hubo dos funerales, primero el de Loli, en presencia de su marido y su familia política e inmediatamente después el de José Manuel.

La tarde estaba desapacible y amenazaba lluvia. Pasaban diez minutos de las cuatro cuando entraba por la calle de la Iglesia el coche fúnebre de Dolores, a la que todas conocían como Loli. Un grupo de amigas la esperaban a la puerta del templo entre lágrimas y rodeadas de coronas y ramos de flores. Detrás venían, procedentes del hospital Infanta Cristina de Badajoz, los coches con los familiares y amigos. El primero en bajar fue Javier, el marido de Loli, que se apresuró a ayudar salir a su suegra, que estaba hundida entre sollozos.

Apoyada en su hermana y en una muleta, María Morcillo, que acababa de perder a sus dos hijos, se acercó hasta donde estaba el féretro de su hija y ahí se sucedieron los llantos y los abrazos. Cuando todos alcanzaron la puerta de la iglesia, los gritos de dolor se hicieron desgarradores. El templo se llenó en pocos minutos y el pésame se prolongó más de media hora, durante la que no dejó de pasar gente delante de los familiares. La eucaristía fue breve, para que el funeral siguiente pudiera empezar con puntualidad. El sacerdote, el mismo que hace diez meses casó a Loli y Javier, apenas se refirió a la tragedia vivida, salvo cuando mencionó que familiares y amigo se encontraban "desconcertados ante esta muerte".

No quisieron que en el segundo funeral hubiera más pésames y se limitó a la misa. Salió de la iglesia el féretro de Loli, seguido de sus amigos y de su marido, que no paró de recibir abrazos de condolencia ya en la calle y se dirigió camino del cementerio para acompañar a su mujer. Muchos lo siguieron. Hubo que utilizar varios coches para cargar con las coronas y flores.

Eran las 5.15 de la tarde. La hora prevista para el segundo funeral. El coche con el féretro de José Manuel esperaba en el lateral de la iglesia, sin atreverse a entrar en la plaza, hasta que el otro vehículo se fue. La madre aguardó en la iglesia, y fueron las hermanas de José Manuel, con sus maridos y dos de sus hijas, las que salieron a su encuentro, con algunos ramos de flores de la familia. El templo se vació parcialmente para despedir a este hombre. En todo momento se guardó silencio y el mismo respeto que en el funeral anterior.

El sentimiento generalizado era de tristeza, pena y rabia por lo ocurrido. Quienes la conocían, que eran muchos, elogiaban las virtudes de Loli, una joven trabajadora y atenta. Y muchos coincidían en que la tragedia pudo haber sido mayor, si nadie hubiese detenido esa mañana la furia de José Manuel.

Anoche no se encendieron las luces de Navidad en Oliva.