El alcalde de Torrejoncillo, Manuel Rodríguez, ha confirmado a este medio de comunicación que el consistorio está trabajando para que La Encamisá de Torrejoncillo, sea declarada Fiesta de Interés Turístico Nacional.

Actualmente, esta multitudinaria tradición es ya una Fiesta de Interés Turístico Regional, que cada año consigue aglutinar a unas 10.000 personas. El alcalde ha resaltado que la localidad ha sido un ejemplo de convivencia y fervor y de cómo se puede mantener la tradición y potenciar la gastronomía local con la degustación de los coquillos, un dulce de elaboración artesanal que también forma parte del ritual del festejo.

Desde el consistorio también han valorado el trabajo desarrollado por la Asociación de Paladines de La Encamisá, que desde hace año trabajan en la organización de la fiesta y en la mejora y mantenimiento de esta tradición.

La Encamisá no sólo se vive el día 7 de diciembre, alrededor de esta fiesta, porque cada año también se diseña un completo programa de actividades culturales y deportivas, además de las que se realizan en los centros escolares y con las personas mayores de la localidad.

A las diez de la noche del 7 de diciembre, víspera del día de la Inmaculada Concepción, la puerta de su Iglesia parroquial  de San Andrés se abre y de ella sale un estandarte celeste con la imagen de María Inmaculada bordada.

En otro lugar de su Plaza Mayor, otro grupo de personas disparan sus escopetas, lanzando salvas en honor a la Virgen, cubriendo toda la plaza de humo y olor a pólvora que hace que el momento no sea solo visual y todos los sentidos capten algo de esta fiesta. El estandarte recorre unos 20 m y es entregado al mayordomo que monta un caballo atalajado vistosamente para la ocasión. Este va acompañado por dos personas a sus lados y detrás varias centenas de jinetes que en el momento de recibir el mayordomo el estandarte, lo vitorean y aclaman. Gritan las almas y no las gargantas. Todos van cubiertos por una sabana blanca, adornada con finísimas puntillas y en algunos casos por la imagen de María Inmaculada o por estrellas doradas.

Entre todos hacen que el momento sea indescriptible e irrepetible. Noche entrañable, mágica y misteriosa. Las lágrimas se abren paso entre las mejillas de la multitud, recordando a los que esa noche no acompañan pero que también vitorearan a la Virgen por boca de otros. Entre una nube con olor a pólvora, la procesión recorrerá las empinadas calles del pueblo.

En las plazuelas se encienden joritañas con las que combatir al frío o simplemente charlar alrededor de ella con los familiares y amigos, en las cuales los niños quemarán sus jachas (haz de gamonita) que con mucho amor y paciencias les han preparado sus abuelos o padres. Todo el pueblo acompaña y aclama a su Virgen lanzándole entre viva y viva un trocito de su corazón.

Después de dos horas y media aproximadamente la comitiva regresa a la plaza y todo el pueblo despide el Estandarte con la misma fuerza que lo recibió pero con la satisfacción de haberlo tenido cerca de ellos, de haberle pedido esa gracia que alguien espera alcanzar, de haberlo acompañado un año más y de llevarse cada uno a la Virgen más cerca de su corazón. A continuación, los mayordomos invitan a todos los asistentes a degustar los coquillos y a probar los ricos caldos de la zona.4