Poco queda ya por decir en relación con el análisis de los datos del 23J en Extremadura, como resumen puede servir el titular de El Periódico Extremadura del día 25·07·23, el cual decía lo siguiente: «La extrapolación del 23J a las autonómicas reforzaría a Vox. Los de Abascal habrían obtenido 9 escaños, 4 más de lo que tiene en la actualidad. El PSOE habría sacado 27 diputados (1 menos), el PP 25 (3 menos) y Sumar 4 (los mismos que tiene)».

Ello evidencia que la estrategia de demonizar a Vox ha tenido un efecto boomerang muy evidente en Extremadura. Pues, como se dijo en relación al Partido Popular en el artículo titulado ‘Sobre los resultados del 23J: ¿Qué ha pasado que absortos nos hemos quedado?’, «Los mensajes de esta campaña electoral, a juicio de todos los analistas políticos y electorales, han sido bastante contradictorios. No se puede demonizar a Vox para acto seguido no quedar otra que pactar con ellos. Y tampoco se puede pregonar y llevar por bandera la consigna de «derogar el sanchismo» y, también acto seguido, blanquear al sanchismo ofreciendo pactos al PSOE de Sánchez para gobernar. Son contradicciones muy flagrantes y evidentes que han desorientado al votante del PP, llevando a muchos de estos electores a no votar».

Aunque el 23J existió también un gran motivo de alegría en la región, pues en el feudo principal y destacadísimo del sanchismo, y según el titular del citado medio de comunicación: «El PP adelantó al PSOE en Don Benito en 89 papeletas. En Villanueva los resultados también estuvieron ajustados: la ventaja del PSOE fue de 333 votos». Es por eso que el líder sanchista del PSOE, Miguel Ángel Gallardo, consideró que «la gente no es del PSOE, sino de quien se gana la confianza cada legislatura». Además, agregó que los escuetos resultados cosechados «nos debe servir para reflexionar que lo mismo podemos ganar por una abrumadora mayoría que por apenas 400 votos». O perder, añado yo, como el PSOE en Don Benito por 89 papeletas. Pues en Don Benito los populares sumaron 8.031 papeletas, casi 3.000 más que en las elecciones de 2019, y en Villanueva de la Serena los populares lograron 5.472, creciendo en casi en 2.000. Un gran resultado en el corazón del sanchismo extremeño que hay que celebrar por todo lo alto.

Una vez dicho esto vayamos a lo fundamental, que no es otra cosa que la estrategia política que debe de adoptar el Partido Popular si quiere de verdad representar la amplia mayoría que en las encuestas previas al 23J les otorgaba el experto en análisis electoral y opinión pública Narciso Michavila, o quedarse en el quiero y no puedo que les depararon los resultados electorales cosechados en 23J. Me estoy refiriendo al nuevo eje conceptual que el PP debe de adoptar.

El eje conceptual con el que trabaja el PP, y que vimos a lo que lleva el 23J, es el viejo eje conceptual propio del siglo XX de «derecha vs. izquierda». Ese es un eje conceptual superado por el tiempo, por la realidad y que sólo beneficia al PSOE sanchista y a su decadente panda de aliados (Sumar+ERC+EHBildu+Junts+PNV+BNG) a los que exclusivamente une romper España y vivir, como hienas y buitres, de los desechos de su devastación.

El nuevo eje conceptual con el que debería trabajar el Partido Popular es el que demanda este siglo XXI en el que vivimos y que perfectamente se ajusta a la realidad actual, esto es, el eje conceptual «constitucionalismo vs. populismo».

Si el PP hubiera elaborado una estrategia política y electoral bajo ese paradigma no hubiera cometido los errores de demonizar a Vox, para acto seguido no quedar otra que pactar con ellos; ni blanquear al sanchismo ofreciendo pactos al PSOE de Sánchez para gobernar cuando a este personaje no le interesa España, sino su propia supervivencia política. Son contradicciones muy flagrantes y evidentes que, como hemos dicho, han desorientado al votante del PP y llevado a muchos de sus electores a no votar.

El eje conceptual «constitucionalismo vs. populismo» hace entender que Vox, un partido constitucional que rechaza la violencia machista (Abascal insiste en que Vox no niega la violencia machista: «es una de las violencias que existe»), es una opción política que el Partido Popular no debe de demonizar. Entre otras cosas por el efecto boomerang que genera, pues hace crecer a Vox y perder votantes moderados al PP al no entender cómo se pacta a los que se demoniza. Si no se demoniza a Vox, el electorado del PP perdería el miedo a los pactos PP-Vox; miedo que el mismo Partido Popular ha generado al ser punta de lanza y ariete contra Vox en la pasada campaña electoral del 23J, así como en sus preliminares.

Por otra parte el eje conceptual «constitucionalismo vs. populismo» hace entender que el PSOE sanchista y su decadente panda de aliados (Sumar+ERC+EHBildu+Junts+PNV+BNG) son mayoritariamente convencidos populistas cuyo único interés es romper España y vivir, como hienas y buitres, de los desechos de su devastación. Y, por tanto, es totalmente inconveniente pactar con ellos mientras sigan ubicados en la orilla del lumpen político. El sanchismo que abanderan Pedro Sánchez y José Luis Rodríguez Zapatero es chavismo ibérico puro y duro, similar al que practican sus homólogos latinoamericanos y que han llevado a la mayoría de los países en los que gobiernan a la más absoluta de las miserias políticas, económicas, sociales y culturales.

Y, por último, el eje conceptual «constitucionalismo vs. populismo» hace entender que Vox es un partido, como así indica su afiliación europea, de Conservadores y Reformistas Europeos, cuya ideología es el conservadurismo, liberalismo económico y euroescepticismo suave; o sea, un partido conservador-liberal como lo es el Partido Conservador del Reino Unido, también conocido coloquialmente como los Tories, que forma parte, por cierto, de la misma afiliación europea junto al partido de Giorgia Meloni, presidenta del Consejo de Ministros de Italia. Y, ante ello, el Partido Popular, ha de entender dos cosas, una consecuencia de la otra. La primera es que Vox ha llegado para quedarse y, la segunda, es que el espacio político y electoral del Partido Popular ante esta evidencia clara es el liberal-progresista. De hecho quién representa actualmente el antiguo espacio de Ciudadanos-Partido de la Ciudadanía es el Partido Popular, recordemos que Albert Rivera, expresidente de Ciudadanos desde su fundación hasta noviembre de 2019, llegó a tener 57 diputados en las elecciones generales del domingo 28 de abril de 2019 y se quedó a poco más de 200.000 votos se superar al PP.

En resumen, el enemigo no es Vox; el adversario del Partido Popular es el PSOE sanchista de Pedro Sánchez y José Luis Rodríguez Zapatero, los cuales han abandonado el espacio constitucionalista progresista-liberal para representar al populismo más rancio y clientelar; ese chavismo populista ibérico junto a su decadente panda de aliados (Sumar+ERC+EHBildu+Junts+PNV+BNG), a los que, como hemos dicho, exclusivamente une romper España y vivir, como hienas y buitres, de los desechos de su devastación. Para ello el PP ha de ser portavoz e incluir en su seno también todo el espacio constitucionalista que no se sienta representado por el PSOE sanchista y sus chavistas aliados, ese espacio tiene que estar cómodo en el Partido Popular. Como defendía ayer la expresidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, en el Partido Popular han de confluir «liberales, democristianos y socialdemócratas». Espacio que debe incluir, por ejemplo, a los muchos leguinistas huérfanos que buscan referente político. En definitiva, lo que certeramente están haciendo Juan Manuel Moreno Bonilla en Andalucía, Isabel Díaz Ayuso en Madrid, Carlos Mazón Guixot en Valencia o Marga Prohens en las Islas Baleares.