El sueño es el cuarto pilar de la salud, junto a la alimentación, la actividad física, las buenas relaciones sociales y una buena salud mental.

Es una etapa o periodo del día en el que se reponen los neurotransmisores, los receptores, ordenamos la memoria, restauramos la función cardiovascular, se activan los mecanismos de detoxificación, y se reparan los daños de la vigilia. Por eso, dormir bien, sin alteraciones y el tiempo suficiente aumenta la calidad de vida.

En el cerebro existen una serie de estructuras y neuromoduladores cruciales para el mantenimiento de la vigilia, como la noradrenalina, la serotonina, la acetilcolina y la orexina o hipocretina, entre las más conocidas.

Son factores capaces de determinar o empeorar enfermedades de diferente índole. El no dormir las horas adecuadas se asocia a trastornos como la depresión, la ansiedad y la fatiga. A esto se añade que numerosas investigaciones también lo consideran un punto de inflexión para enfermedades neurológicas como el alzhéimer, el Parkinson, la demencia; los trastornos endocrinos como la diabetes mellitus y la obesidad. La falta de sueño también se asocia con alteraciones cardiovasculares como la hipertensión arterial, los infartos cardíacos y los ictus cerebrales. Así que muchos deberían replantearse las consecuencias que tiene el andar haciendo vida nocturna.

De la misma forma influye en el control y adecuado funcionamiento del sistema inmunitario e incluso se asocia al desarrollo de distintos tipos de procesos tumorales.

La Escuela de Salud Pública Mailman de la Universidad de Columbia (Estados Unidos) evidencia que el sueño es fundamental para preservar la salud del corazón, como lo es el ejercicio diario.

«Reconocer el sueño como una parte integral de la salud cardiovascular es un paso transformador hacia la reducción de la carga mundial de estas enfermedades, principal causa de muerte, y la reducción de las disparidades de salud asociadas con ellas», como afirmaron al Journal of the American Heart Association investigadores de la Universidad de Columbia.

Por tanto, accidentes cerebrovasculares, obesidad, diabetes, depresión y ansiedad, disminución de la función cerebral, pérdida de memoria, así como fertilidad y sistema inmunitario más debilitados, engrosan esta retahíla de alteraciones relacionadas con la falta de sueño.

Asimismo, al trasnochar durante varios fines de semana, el reloj molecular del hígado de los sujetos estudiados se desincronizó y fue suficiente para presentar un hígado claramente más inflamado, con más esteatosis y con cambios importantes en su metabolismo lipídico y glucídico.

Dormir bien el tiempo suficiente es fundamental porque nuestros relojes moleculares internos son muy antiguos desde el punto de vista evolutivo. Conforman un conjunto de procesos intracelulares comunes a todo lo viviente. Somos un organismo más de los habitantes del maltratado planeta. Tenemos relojes circadianos en la mayoría de nuestras células que controlan el sueño, pero también muchos otros procesos, como puede ser la forma en que metabolizamos la comida.

Durante la noche el cerebro se desintoxica y drena mediante el sistema glinfático que, a grandes rasgos, implica un flujo de líquido intersticial (entre las células cerebrales) gestionado por las células gliales (tenemos más que neuronas), y hacen en el cerebro la misma función (drenaje de desechos) que el sistema linfático en el resto de órganos del cuerpo. Mediante este drenaje se pueden eliminar productos de desecho de distinta naturaleza, de origen neuronal, astrocítico o hematológico, o incluso sustancias relacionadas con infecciones fúngicas y microbianas que se encuentren en el intersticio cerebral.

Se relacionan los wasteosomes con la insuficiencia glinfática: grandes cantidades de ellos guardan relación con el envejecimiento, trastornos cardiovasculares y la mala calidad del sueño, y todos ellos son factores relacionados con la insuficiencia linfática. El sistema glinfático muestra un marcado ritmo circadiano, y su función de limpieza se produce principalmente durante el sueño; por ello los trastornos crónicos del sueño, el no dormir las 7 u 8 horas cada día se relacionan con la insuficiencia glinfática.

*José Antonio Rodríguez Piedrabuena es especialista en Psiquiatría y Psicoanálisis, y en formación de directivos, terapias de grupo y de pareja.