La fiesta de La Encamisá de Torrejoncillo, festejo de Interés Turístico, aspira a obtener uno de los premios anuales que otorga la Asociación de Turismo del Norte de Extremadura.

En esta ocasión han sido seleccionados 25 proyectos, entre ellos, también se encuentra las jornadas «Moraleja Vuela» que organiza el consistorio de la localidad cacereña de Moraleja.

La Encamisá de Torrejoncillo se celebra la noche de cada 7 de diciembre. A las diez de la noche del 7 de diciembre, víspera del día de la Inmaculada Concepción, la puerta de su Iglesia Parroquial de San Andrés se abre y de ella sale un estandarte celeste con la imagen de María Inmaculada bordada.

En otro lugar de su plaza Mayor, otro grupo de personas disparan sus escopetas, lanzando salvas en honor a la Virgen, cubriendo toda la plaza de humo y olor a pólvora que hace que el momento no sea solo visual y todos los sentidos capten algo de esta fiesta. El estandarte recorre unos 20 m y es entregado al mayordomo que monta un caballo atalajado vistosamente para la ocasión. Este va acompañado por dos personas a sus lados y detrás varias centenas de jinetes que en el momento de recibir el mayordomo el estandarte, lo vitorean y aclaman. Gritan las almas y no las gargantas. Todos van cubiertos por una sabana blanca, adornada con finísimas puntillas y en algunos casos por la imagen de María Inmaculada o por estrellas doradas.

Entre todos hacen que el momento sea indescriptible e irrepetible. Noche entrañable, mágica y misteriosa. Las lágrimas se abren paso entre las mejillas de la multitud, recordando a los que esa noche no acompañan pero que también vitorearan a la Virgen por boca de otros. Entre una nube con olor a pólvora, la procesión recorrerá las empinadas calles del pueblo.

En las plazuelas se encienden joritañas con las que combatir al frío o simplemente charlar alrededor de ella con los familiares y amigos, en las cuales los niños quemarán sus jachas (haz de gamonita) que con mucho amor y paciencias les han preparado sus abuelos o padres. Todo el pueblo acompaña y aclama a su Virgen lanzándole entre viva y viva un trocito de su corazón. Después de dos horas y media aproximadamente la comitiva regresa a la plaza y todo el pueblo despide el Estandarte con la misma fuerza que lo recibió pero con la satisfacción de haberlo tenido cerca de ellos, de haberle pedido esa gracia que alguien espera alcanzar, de haberlo acompañado un año más y de llevarse cada uno a la Virgen más cerca de su corazón.

A continuación, los mayordomos invitan a todos los asistentes a degustar los coquillos y a probar los ricos caldos de la zona.