El Ejecutivo ha aprobado un decreto por el que se declara Bien de Interés Cultural la ‘Trashumancia en Extremadura’, con carácter de Patrimonio Cultural Inmaterial.

Cabe destacar que la trashumancia, que consiste en el traslado cíclico del ganado desde el norte peninsular a los pastos invernales extremeños, es uno de los fenómenos económicos, sociales y culturales que más identifican a Extremadura, dentro y fuera de ella.

Esta práctica ha supuesto una de las circunstancias históricas que más ha condicionado la configuración de los paisajes extremeños desde sus orígenes hasta la actualidad, ya que las vías pecuarias se han constituido en ejes articuladores de un paisaje definido por esos corredores naturales y caminos en los que se va a mantener un continuo intercambio cultural.

Según la reseña del Consejo de Gobierno concretamente, desde su institucionalización en el siglo XIII, con la aparición y desarrollo del Honrado Concejo de la Mesta, hasta nuestros días, su desarrollo y pervivencia se ha materializado en una vasta red pecuaria, una red de comunicaciones con una longitud de 7.200 km que cubre una superficie aproximada de 30.000 hectáreas repartidas por las dos provincias extremeñas (Catálogo de Vías Pecuarias de Extremadura).

De esta manera, gran parte de las grandes cañadas peninsulares transcurren por el territorio extremeño, ya que era un gran territorio o zona de invernada, siguiendo un eje norte-sur y noreste-suroeste. Estas rutas ganaderas van acompañadas de un conjunto de elementos arquitectónicos con un gran valor histórico que conforman el sistema de vías pecuarias y que constituyen un singular patrimonio: descansaderos, abrevaderos, refugios, corrales y cualquier otro tipo de terreno o instalación asociados a las vías pecuarias.

La trashumancia ha puesto en contacto a distintas y distantes regiones durante lapsos prolongados en el tiempo, una convivencia que ha forjado muchos elementos comunes que sin lugar a dudas confieren identidad a la cultura pastoril.

En este sentido, la trashumancia ha fomentado relaciones de distinta naturaleza entre los montañeses del norte peninsular con las penillanuras extremeñas o manchegas. Tales intercambios no se han limitado a lo material sino que se constatan el tránsito de un sinfín de elementos culturales sustentados en el principio de la reciprocidad, entre los que cabe destacar advocaciones protectoras del ganado, danzas, el régimen alimenticio de los pastores trashumantes con el intercambio de recetas y guisos, así como tradiciones, costumbres y ritos.