Mucho he calibrado entrar en estos asuntos, turbios y sucios a más no poder, y donde lo que se lleva es eso que ahora se llama ‘posicionarse’, es decir, o estás en el bando de Cala o en el de Dyakhaby, o en el de Rociíto o en el de Antonio David. Así, sin matices. Bueno, sí, con uno, si expresas la menor duda acerca de Dyakhaby eres un racista; si lo haces acerca de Rociíto, un maltratador. Para eso están los que reparten carnets de personas con valores, para distinguir al probo ciudadano de la morralla.

Así, una gran mayoría permanece, acojonada, perdón, acongojada, en silencio, para que no la marquen con el hierro que los modernos inquisidores esgrimen. Por eso escribo esto, por ese silencio. Por eso me pronuncio, que no ‘posiciono’.

Vayamos con lo de Cala y Dyakhaby. El segundo dice que el primero le ha dicho ‘negro de mierda’. Nadie más que él lo ha oído. ¿Quiere esto decir que no lo dijo? No ¿Quiere decir que lo dijo? Tampoco. Se repasan las tomas de decenas de cámara, que con eso del VAR cogen cualquier detalle. No se aprecia nada. Se forma la trifulca, los valencianistas se rasgan la camiseta y se marchan, aunque nadie ha oído nada, y solo aportan un ‘dicen que dicen’. Eso sí, vuelven al campo para no perder tres puntos (alguien, tampoco dicen quién, les dijo que los perderían).

Todo ello no es óbice para apuntar que Cala es un racista, sambenito o estrella amarilla, lo que gusten, ya está marcado. Por extensión, el fútbol es racista. Y ahí sale la parte del gobierno de coalición menos coalicionada a aprovechar el momento para hacer una cosa que les debe parecer muy progresista: acusar sin pruebas, vulnerar la presunción de inocencia y diferir la carga de la prueba al acusado. O sea, una fascistada en toda regla.

Sigue el coro ‘el fútbol es racista’. A ver: ¿cuándo un jugador se ha negado a compartir vestuario con un compañero porque sea negro? ¿Cuándo una afición ha rechazado a un jugador propio por ser negro? Exactamente.

No, en el fútbol hay el mismo racismo que en la sociedad, ni más ni menos. Y otra cosa, aunque esté mal, el insulto o el desprecio se usan para descentrar al adversario. Un negro en tu equipo es ‘joder, como juega el moreno’; un negro en el otro equipo puede llegar a ser un ‘puto negro’. ¿Racismo? Ok, entonces también hay gordofobia, calvofobia, narizotasfobia, enanofobia, blanquifobia, flacofobia, patastorcidasfobia, peloslargosfobia…., y así.

¿Qué hay que poner fin a esas actitudes? Por supuesto, pero repito, díganme que club no fichó a un jugador por ser negro, qué jugador se negó a compartir vestuario con un compañero por ser negro o qué afición se volvió contra su jugador por ser negro.

Y vamos a lo de Rociíto. Aquí tengo que empezar diciendo que Antonio David siempre me cayó mal, no sé, es algo instintivo, ni le he escuchado hablar ni por supuesto le conozco, pero a todos nos pasa que hay gente que, nada más verla, nos cae en gracia o nos cae mal ¿no?

Vale, sale Rociíto, cuyo único mérito conocido es ser ‘hija de’ (el de Antonio David es ser ‘yerno de’) y, previo paso por taquilla, dice que su ex la maltrató. Poco importa que la acusación sea vieja, y que los tribunales decretaron que no había prueba alguna de ello.

Para eso están las redes sociales. Una ministra, de las menos coalicionadas, ve hueco y actúa, aunque solo sea para que la gente tenga la sensación de que se dedica a algo. Ella juzga, condena y exhibe su palmito por programas del intestino grueso. De nuevo, frente al Estado de Derecho, la eliminación de la presunción de inocencia y el que la carga de la prueba recae sobre quien acusa. Es decir, otra fascistada.

La guinda la pone la cadena especializada en programas del colon que, con un cinismo que raya el esperpento, despide al tal Antonio David. Por maltratador. Y lo despide ahora, aunque la grabación se hizo hace meses. Ponga usted el calificativo.

Al menos ya sabemos a qué se dedican algunos de los ministros descoalicionados: a socavar el Estado de Derecho, a actuar como inquisidores, a condenar sin pruebas, todo con tal de arañar algún voto, aunque sea en las heces de los programas del intestino grueso. No es populismo, es populacho.

Sí, es de populacho promover linchamientos sin aportar pruebas y agitar los más bajos instintos contra personas o colectivos para tocar poder o mantenerse en él. No es nuevo, ya lo hicieron y lo hacen los dictadores más sanguinarios. Viene en el manual.