(Hacia una ecología de la atención).

Los expertos en salud mental nos recuerdan que el cerebro humano se lleva mal con las incertidumbres, y por tanto nos creamos expectativas confiables, certezas que las convertimos en hábitos duraderos, que socialmente denomínanos tradiciones porque nos hace sentir menos frágiles y siempre idénticos.  Pero cuando ocurre algo que nos supera dolorosamente y no vemos el final prometido caemos en la frustración, que a veces toma rasgos tan diversos como el complotismo, el negacionismo o el machacarnos mutuamente. La pandemia ha desvelado esa epidermis humana.

Sin embargo, el virus no ha erosionado la comunidad, y por tanto el sentirse sociable y hospitalario no solo no ha desaparecido, a pesar del aislamiento forzoso, sino que ha jugado un papel clave más allá de la providencia del Estado y de las tensiones políticas Hemos redescubierto que realizarse como persona social, no es adquirir mas bienes materiales, ni viajar de manera acelerada, ni rendir cada vez más explotándose a uno mismo, pero tampoco obsesionarse con lo que no depende de nosotros.

¿Qué hacer desde Extremadura?

A pesar de la incertidumbre económica, y del alto paro juvenil y femenino, tenemos que poder realizar una buena vida en Extremadura sin anular sueños y anhelos personales.

Y, en estas, descubrimos la agroecología, los obradores, el consumo, el poder de una alimentación cercana, de los cuidados próximos, de la atención a todo lo que lo local tiene de enriquecimiento y de industrias y oficios duraderos que siguen necesitando personas para que los pueblos no desaparezcan.  En Extremadura aún es posible frenar un abandono rural que concentraría en pocas manos, y monopolistas, nuestros hábitos de consumo; aun es posible que nuestras maneras de consumir sean claves para ello.

Extremadura no se vacía.

Y quizá descubramos que todos sin distinción, al alimentarnos de lo cercano y local podemos llegar a no vaciarnos como ocurre en Aragón donde el millón de habitantes se concentra en una sola ciudad, y el territorio vacío se convierta en un territorio propicio para macro granjas, con miles de cabezas de ganado sin pastos naturales y con soja y maíz que llega de las deforestaciones amazónicas (como ya se alienta tanto en Castilla y León con en La Mancha).  Una vez el territorio de repente vaciado se ofrece como pasto de las peores industrias energéticas que obligadas socialmente a abandonar la energía nuclear pasen a saquear las mejores tierras agrarias para seguir en una nueva dependencia consumista. Por supuesto que lo promovido desde las administraciones públicas en la región para la industria de la minería pretende el mismo objetivo; seguir confundiendo crecimiento con aumento de consumo no necesario. ¿Y qué decir del impulso, desde el gobierno extremeño, de seguir insistiendo en construir ciudades nuevas para el juego y la prostitución (perdón para el ocio compartido)?

¿De qué consumo estamos hablando?

En primer lugar, del que permita aprender a formar parte de un lugar, sin desposesión, sin emigración de miles de jóvenes con formación suficiente, sin abandono de una investigación endógena que refuerce y reoriente las debilidades heredadas. Y para ello debemos evitar que las labores agrarias se realicen sin agricultores, donde solo los grandes tinglados industriales de la cadena completa de alimentación (desde el campo, pasando por las químicas del suelo, hasta los supermercados y la energía necearía) ocupen todo el territorio desplazando oportunidades, expulsando campesinos, contaminando cuencas hidrográficas enteras y empobreciendo los suelos mas fértiles.

En segundo lugar, el que proporcione consumir cercano antes para que generaciones sigan en la actividad ganadera y agraria heredada de sus padres y abuelos, pero con nuevas herramientas aportadas por la agroecología, por la permacultura que permite que toda la cadena de valor pertenezca a los pueblos que la generan. Salir del jornalerismo extremeño (más allá de quienes negocian en la plaza pública los jornales diarios) implica también desde luego un mercado sin que tenga que pertenecer al del extractivismo del sistema económico imperante. Un mercado de la tierra propio y en relación con otros que todavía no han sido destruidos

¿De qué cadena de valor somos protagonistas cuando nos alimentamos desde lo local y cercano, cuando compramos en un grupo de consumo, cuando trabajamos en el campo, en una tienda de barrio, en la panadería del pueblo o en un restaurante?

Echemos mano de la responsabilidad de la múltiples “erres”: Reutilizar, reparar, reponer, restaurar y de “re-habilitación cotidiana” para ello, en una economía difícilmente circular si no ponemos límites al consumo y nunca verde si no es sana, limpia y justa. Hagámonos soberanos de una cadena de valor que deje los precios reales sin especulación mercantil.

Pongamos algunas condiciones de consumo que faciliten el cuidado de lo local:

-Si algo merece la pena “reciclar” es todo lo orgánico que desechamos para devolverlo a la tierra como compost, con el mínimo de desecho. (Seguir una experiencia en marcha con el proyecto empresarial Integgreellence en Extremadura).

-Si algo queremos comprar sano y limpio que sea lo que se procure al lado de la casa; en las tiendas de barrio, en los grupos de consumo y los mercadillos de la tierra. (Seguir, entre otros, la experiencia de los 50 huertos urbano en Badajoz en el barrio de Suerte Saavedra).

-Si algo queremos impulsar son los oficios de reparación de electrodomésticos y tecnólogas digitales, así como ya usamos las de reparación de ropa usada. (Seguir la iniciativa de empresas que ya han comenzado).

-Si algo queremos degustar en un restaurante o en un bar de tapas son los vinos, quesos y carnes de la dehesa, de los viñedos y bodegas familiares, de las cabras en extensivo que de tan cerca lo olvidamos por completo. (Seguir la experiencia de distribución independiente local, de obradores, frente a los almacenistas especulativos).

-Si algo queremos viajar afuera que también reconozcamos a nuestros vecinos agricultores y agricultoras, campesinos que gustosamente nos invitan a recolectar, conocer y convivir en una explotación agraria o ganadera. (El agroturismo existe en Extremadura como experiencia no exótica de múltiples productos y transformaciones).

-Si necesitamos hacerlo con el móvil entre las manos ya tenemos plataformas digitales que ponen en casa lo cercano sin tener que depender de los gigantes en línea se denominen Amazon, Carrefour o Mercadona. (Seguir la experiencia del proyecto empresarial Badajork).

Consumir en conexión con las personas que lo producen, que con su actividad vital están permitiendo que otras se pongan en marcha, desde oficios relacionados hasta formación añadida tanto desde la escuela rural hasta la restauración colectiva ya sea en un hospital, en una residencia.

Hacer economía de los cuidados e innovación en el medio rural nos interpela a todxs y desde luego en nuestro consumo cotidiano. ADENEX acaba de pulbicar la GUIA DIDÁCTICA: “Hacer economía de los cuidados en innovación en el medio rural extremeño”. (Fundación Trabe. 2020)