(Hacia una ecología de la atención).

“Febrero loco y marzo otro poco”, dice el refranero popular a sabiendas que una locura pueda atraer otras. Ya el dicho popular advertía también de que los febreros fueran “cortos y no locos”, sin embargo, llevamos un año comprobando que todos los meses del año andan de locura parecida e imprevisible.

Y en este febrero estamos, dejando el frio pandémico del 2020 y queriendo entrar en la primavera vacunal 2021, a fin de adentraros en una “crisis transformadora”, que acelere, con sus rotaciones, “cambios económicos y sociales”. Este mes nos deja un panorama bastante enloquecido de propuestas, futurismos, recomendaciones y despertares variopintos y la gran mayoría van en el sentido de que entremos lo más rápidamente posible en la era tecnológica digital global, con nube o sin nube.

Indicamos algunos de los proyectos modernizadores de este “febrero el loco”.

Primero, se sugiere que para que los emprendedores innoven, sea la ciencia y no los políticos quienes aceleren los experimentos tecnológicos que nos sacaran de la pérdida de empleos jóvenes. Y recomiendan que se lleve a cabo de la mano de los mercados; lo que denominan “de abajo arriba”. Para lo cual, la Comisión Europea, plantea fondos millonarios del ámbito tecnológico para que investigadores y satart-ups (nuevas pymes tecnológicas) elijan lo conveniente, que va desde los robots colaborativos hasta el coche sin conductor, para que luego las grandes corporaciones multinacionales, norteamericanas o chinas, les compren lo desarrollado. ¡Una apuesta redonda!

Segundo, para que el futuro medioambiental mejore, se sugiere la inteligencia artificial, y el 5G que para que los consumidores lo entendamos, lo denominan el internet de las cosas. ¿Qué cosas? Pues todo:  desde la gestión y procesamiento de basuras (residuos urbanos, materiales desechados) que es para lo que ha quedado la economía circular; hasta la casa que funciona sola, y por supuesto las autopistas con movilidad conectada (el asfalto cobertura 5G) a fin de ordenar el tráfico y avisar a los conductores en la ciudad, y todo “en tiempo real” pues el propio vehículo es capaz de generar energía extra que encienda farolas, que avise de multas o a los peatones en los cruces. En fin, una ciudad renovada por tuberías soterradas de desechos, viviendas domóticas, y por autopistas “musicales e inteligentes” (la seguridad vial manda), para que nos den ganas a los pocos que vivimos en pueblos y ciudades medias de abandonar definitivamente el campo. ¡Y parecía que iba a ser al revés!

Tercero, se sugiere que volvamos ser” hombres viajeros” (parece que las mujeres no tienen previsto viajar) para lo cual se crea una tecnología aeroportuaria digital. La pretensión es salir de la crisis duplicando la demanda mundial de pasajeros. Habrá maletas que caminen dos metros por delante del viajero, un vestíbulo sin colas, vehículos autónomos en las pistas, cámaras de reconocimiento biométrico (reconocimiento conductual) y muchos menos empleados que serán sustituidos por “gemelos digitales” que es como denominan a los robots. Pero lo más “futurista” es que los aeropuertos se convertirán en centro de ocio, pequeñas ciudades, para que así nos sintamos atraídos para “volar” con más ánimos: Comer, comprar, ir a la peluquería, practicar deporte e incluso que pueda llevarte hasta allí un taxi aéreo ¡Todo un placer!

Cuarto, se sugiere ser más eficientes en la planificación y gestión del agua con robótica y big data que es la captura de los datos de suministros para convertirlos en información con la cual demostrar que se pueda seguir creciendo en los nuevos regadíos y en las peticiones de minera a cielo abierto.  Y lo plantean también con un lenguaje también revolucionario: “para restaurar la salud de los ecosistemas” una vez explotados.  Cuando en realidad lo que se pretende es restaurar la Bolsa de Valores convirtiendo al agua en un recurso más, por supuesto monetario; son los denominados “precios de futuro”. A todos nos suena que la bolsa en Nueva York comenzara a cotizar las reservas de agua divulgando su” escasez”, como podía hacerlo con la soja, el cobre o la plata.

Yen  es que cuando plantean la eficiencia en el agua se refieren a empujar el consumo, a aumentar la demanda de derechos y no el agua en sí necesaria ante las sequias que ya asolan ciertos territorios mediterráneos. En España hasta las Confederaciones Hidrográficas han caído en la trampa de engañar al sector agrario, permitiendo trasvases, regadíos y explotaciones sin saber a qué precio mañana las tendrán que pagar.  El problema no es de escasez sino de calidad y sobreexplotación

Ante todos estos proyectos, febrerillos, que se proclaman modernizadores para salir de la pandemia y crisis ecológica y climática, la pregunta es cómo se pueden implantar para transformar la región, si de verdad nos creemos que “el tiempo de Extremadura” ha llegado.

Desde la Comisión Europea (los “vientos de realismo” que vienen de Bruselas) nos recomiendan hacerlo con reformas bien diseñadas. Es decir que debemos atender a la transformación digital, automatización, inteligencia artificial, industria y logística 4.0: la cuarta revolución industrial (¿cuántas ha habido en la región?).

Fondos que como nunca antes en Europa se dirigen al sistema de ciencia español, y que para hacerlos efectivos en Extremadura, para no seguir colonizados, se requerirían , al menos, tres importantes retos : el de la profesionalización de la administración pública a todos los niveles; el de la formación y asesoramiento profesional agroalimentario; y el de la malla nodal de transportes sostenibles de personas y mercancías.

Los fondos de recuperación europeos en la región, atenderán lo requerido en materia sanitaria y de investigación médica, pero deberían permitir una gobernanza participada y compensada en el territorio, a fin de controlar la mercantilización de las grandes potencias financieras que en lugar de saquear la región una vez más, sirvan para estructurar la sociedad extremeña. Ni los modelos fotovoltaicos buitre, ni el todo terreno despejado para todo tipo de minerías, ni la fantástica ciudad-casino tienen el diseño requerido para salir de esta. Y desde luego no son un plan para salvar el planeta del cambio climático.

Inteligencia social, es requerida para salir de esta, también en Extremadura. Por supuesto que parte del mundo lo mueve la economía; la “economía ecosocial”.