El Ministerio de Sanidad confirmó el 26 de enero que las siete muestras que la Junta de Extremadura había remitido para su análisis al Centro Nacional de Microbiología de Majadahonda (Madrid) correspondían a la variante del virus SARS-CoV-2 detectada en Londres el 14 de diciembre de 2020, conocida popularmente como la cepa británica. Una semana más tarde, el Ejecutivo regional confirmaba que había realizado una secuenciación de muestras de la Covid-19 que había permitido detectar la existencia de la variante británica en algunas muestras extraídas a pacientes en las áreas de salud de Badajoz, Don Benito-Villanueva, Llerena-Zafra, Cáceres y Coria. Y el 9 de febrero la Consejería de Sanidad y Servicios Sociales confirmó la presencia de esta variante en otras ocho muestras obtenidas en las áreas de salud de Coria, Plasencia, Cáceres y Badajoz.

Ahora dicen los científicos que la variante VOC B.1.1.7, conocida popularmente como la cepa británica, ha invadido el Reino Unido y también barrerá el resto del mundo. Si de lo que se trata es de barrer, el virus primitivo que surgió de la nada en Wuhan (China) ya ha actuado con la suficiente eficacia: más de 108 millones de contagiados en el mundo, más de 3 millones en España y más de 68.000 en Extremadura. No es necesario que venga la británica a ayudarle, que ya hemos tenido bastante, pero al parecer es una cuestión irremediable que habremos de sufrir por mucho que haya quienes se han empeñado en creer que esto está acabando.

El Ministerio de Sanidad comenzó diciendo que la variante británica del coronavirus tenía una velocidad de transmisión mucho mayor que la de Wuhan, pero tardó poco en reconocer que también era más mortífera. Ya sabemos que uno de cada cuatro contagios en España está relacionado con la VOC B.1.1.7 y el Consejo Interterritorial de Salud ha advertido que a partir de marzo la cepa británica será la predominante en nuestro país.

Extremadura no ha celebrado oficialmente las Carnestolendas pero las calles de los municipios con mayor tradición carnavalesca han sido testigos de la gran afluencia de gente tanto en la vía pública como en los establecimientos comerciales y de hostelería. En la víspera del Carnaval la Junta de Extremadura levantó el veto que pesaba sobre los negocios de hostelería, que habían bajado sus persianas casi un mes antes.

Es difícil conjugar salud y economía en tiempos de la Covid porque ambos nos conducen a una pura cuestión de supervivencia. No se puede exculpar a la hostelería y al mismo tiempo decretar su cierre porque es una contradicción manifiesta. Tampoco se puede argumentar como dicen los hosteleros que si su sector sólo es el origen del 15 por ciento de los contagios lo que hay que hacer es cerrar el 85 por ciento restante, porque también es una cuestión de equilibrio. El 12 de febrero fue víspera de Carnaval, de San Valentín y de tantas otras cosas; anotemos la incidencia acumulada de contagios de esa fecha, esperemos unos días y analicemos los resultados, porque la flexibilización de las restricciones, las celebraciones festivas y la propagación de la cepa británica pueden arrojar una mezcla explosiva.