(Hacia una ecología de la atención)

El gobierno de coalición del Estado español ha comenzado la tramitación de una nueva ley de educación, que en realidad es una “reforma” de la LOE (Ley Orgánica de Educación) donde se incluyen también modificaciones de la última, la LOMCE. Con la denominación de Ley Orgánica para la Reforma de la Ley Orgánica de Educación (LOMLOE), ha estado durante todo el año recibiendo miles de alegaciones y propuestas que en este momento entran a discutirse en el Parlamento español.

Lo más fácil es afirmar que la educación lo puede todo, que todos los males sociales se arreglan desde la escuela, o que nos iría mejor en las evaluaciones europeas con más esfuerzo personal, Y cuando llega el momento de actualizar y mejorar lo adquirido se nos olvida todo lo anterior y comienzan las andanadas políticas. En esta ocasión se han sumado las de los nacionalismos español y catalán, poniendo el foco en distorsionar lo propuesto más que en ser críticos; en esta especie de democracia que aparece y desaparece a golpe de tuits y titulares confusos. Signos de tiempos no bipartidistas que sin embargo hay que seguir aprehendiendo con atención.

En primer lugar, nos podríamos preguntar el porqué de tanta legislación en tan pocos años de democracia, pues desde 1980 han pasado como leyes orgánicas (regulan los derechos fundamentales y libertades públicas por mayoría absoluta) una cada 5 años; La LOECE (1980), LODE (1985), LOGSE (1990), LOPEG (1995), LOCE (2002), LOE (2006), LOMCE (2013).  Y en todas se repite que la educación es el medio de transmitir y renovar la cultura, de fomentar la convivencia democrática, de procurar la solidaridad, de evitar la discriminación a fin de corregir “la necesaria cohesión social”. Por supuesto que la educación también es el mejor medio para ejercer la crítica indispensable para “la constitución de sociedades justas”; eso sí, a veces olvidándonos del profesorado, de las propias instituciones educativas, y de los entornos sociales y naturales.

En segundo lugar, dichas leyes no recogen todo el sistema educativo, de manera que todo lo relacionado con el ámbito productivo cambia la denominación de educación por el de “formación” (2020. Ley Orgánica de Cualificaciones y de la Formación Profesional). La “formación profesional” (FP) iba dirigida a ese alumnado incapaz de superar la educación y que pasaba a formar parte de la imprescindible mano de obra del mercado de trabajo. Como si el resto del alumnado no tuviera ese mismo objetivo. La FP siempre ha sido denostada sumidero del fracaso escolar más evidente, donde el alumnado era considerado como el “deshecho” educativo de una sociedad que pretendía que la Universidad fuera la única opción. En estas, ni hemos acabado profesionalizando a los fracasados, ni hemos conseguido una universidad atractiva, critica e innovadora de carácter científico.

Ante esto, la FP ha ganado en prestigio ante una enseñanza superior demasiado preocupada en luchas internas de poder y burocracia paralizante, y ahora comprobamos que licenciados trabajan como repartidores, y jóvenes preuniversitarios técnicos de grado superior lo hacen en puestos de gestión y organización laboral.

Por tanto, la política educativa requiere coherencia entre los ámbitos de la educación y de la formación, de la universidad y de la investigación.  Necesita un sistema educativo unificado que el actual Ministerio (MEFP.  Ministerio de Educación y Formación Profesional), ha remediado con acierto en su organigrama, agrupado tanto la “educación” como la “formación”, recogiendo, además, las competencias del mundo laboral (Ministerio de Trabajo, Migraciones y Seguridad Social), así como de los Objetivos de Desarrollo Sostenibles y Agenda 20230 (Ministerio de Transición Ecológica y el Reto Demográfico).

Pero la LOMLOE seguirá distinguiendo selectivamente y continuará con dos leyes distintas; ciertamente una vez tramitada la nueva ley de Educación saldrá la nueva de Formación Profesional. Una ocasión perdida que posiblemente una nueva ley de educación, no una reforma, debería integrar plenamente.

Seguimos estando pues en “periodo de transición” hacia un modelo unificado educación-formación, donde se debería encarar la reforma de la enseñanza  no formal, hasta ahora considerada como un retorno instantáneo a la educación perdida.  (Estrategia contra la pobreza y la exclusión social). No tiene ningún sentido formativo, ni educacional, continuar con determinados programas de Escuelas Taller y Talleres de Empleo que en la mayoría de los casos son maneras frustrantes de promover nuevas habilidades profesionales a grupos sin motivaciones, ni voluntad de cambio.

Si la LOMLOE promueve que todos deben colaborar para conseguir una educación de calidad, al menos queremos distinguir dos consideraciones que los agentes concernidos llevan promoviendo:

Una: La reforma de la profesión docente solo retocada en la propia ley, pero sin indicar un rumbo preciso acerca de cómo conseguir la experiencia en el aula previa a su incorporación, aún en proceso de sugerencias. Prácticas previas que les ayude a mejorar tanto su quehacer educativo en el aula, como en la propia institución y con el entorno social más inmediato.  El Ministerio las denomina” fase de inducción para los nuevos docentes”. Crear espacios para la mejora pedagógica como para la comunicación interdisciplinar y de los distintos sectores de la comunidad educativa, donde madres, padres, el barrio y el entorno mas inmediato se sientan concernidos. Este sí es una línea que puede contribuir en Extremadura a frenar la despoblación como a encontrar en los jóvenes un horizonte de desarrollo laboral y personal cercano.

Dos: La consideración de proyectos integrales, solo levemente considerados en la propia ley, y que el desarrollo curricular posterior debe regular.  Entre ellos, el de las escuelas en la naturaleza, de educación al aire libre y escuelas bosque, y con ratios más pequeños por docente.  No se trata tanto de excursiones como de programas que vinculen los recursos naturales con el currículo de una manera palpable, donde el trabajo cooperativo, la empatía y la creatividad sean materias de aprendizaje activo y de reconocimiento digno de la comunidad donde habitan. Para Extremadura, y dado el mapa escolar en entornos naturales cercanos, tendrían un sentido más preciso tanto los huertos escolares como los alimentos producidos en cercanía.