Jamás olvidaremos el 2020 y aún no ha acabado. Terminados el verano y la ilusión vacacional, el otoño se presenta incierto y amenazando tormenta. Al aumento de contagios hay que sumarle otras enfermedades estacionales que tienen síntomas parecidos a los del coronavirus, algunas ya se cobran muchas vidas. Esto provocará que acudamos en masa a los servicios sanitarios, aunque sea vía telefónica, y que como medida de prevención, guardemos cuarentena.

Estamos comprobando cómo se siguen confinando ciudades y estableciendo restricciones severas, según la evolución de la pandemia. Muchos sectores de actividad están, literalmente, en la cuerda floja.

Y para que no falte de nada, en este escenario también entra en juego el inicio del curso escolar. Los indicios que nos deben hacer sospechar que nuestros hijos e hijas tienen la Covid-19, y por tanto, no debemos llevarlos al colegio, son tan numerosos como parecidos a los que suelen tener habitualmente en esta época del año. Por no hablar de contradicciones que no logramos entender. Por un lado, se recomienda no estar más de 10 personas juntas, incluso en tu propia casa con los más íntimos, poniendo también muchos límites en bares y restaurantes. Sin embargo, no existe peligro porque en una clase se junten 25 más el personal docente. Todo apunta a cierre, más temprano que tarde.

En cualquier caso y con este panorama, millones de personas están expuestas a padecer algún tipo de reclusión o encontrarán dificultades para conciliar su vida profesional y familiar. Y ahí vendrá otro gran problema, sobre todo para el sector privado y muy particularmente, para los autónomos y autónomas. El plan MECUIDA del Gobierno de España, prevé la reducción o adaptación de la jornada laboral para posibilitar la conciliación cuando se den estas circunstancias. De las personas trabajadoras autónomas no se habla.  Sin más. Tenemos que cerrar nuestros negocios y perder ingresos.

La ecuación es perversa. Estamos obligados a quedarnos en casa pero solo en nuestro caso, asumimos en exclusiva las consecuencias. Debemos pagar hasta el último céntimo de nuestras obligaciones tributarias y de seguridad social, y afrontar los muchos gastos que se generan diariamente. ¿De verdad que nadie se ha planteado lo flagrante de esta discriminación y sus posibles consecuencias?. ¿Tampoco se han parado a pensar en que las autónomas, que han tirado del carro del autoempleo en este país los últimos años, van a ser las grandes perjudicadas? Las mujeres son las que se encargan de forma mayoritaria del cuidado del hogar, de los menores y de las personas dependientes en nuestro país. No es un premio, es la realidad, sin distinción de ningún tipo. Muchas darán un paso atrás dado el caso, porque además el jardín al que se asoman solo muestra hojas cayendo sin parar.

Federaciones como ATA han levantado la voz una vez más, exigiendo la equiparación de derechos, esperando que el ministerio mueva ficha y busque soluciones al colectivo. Pero rogaría que nos ahorraran el desgaste de luchar por lo obvio. Ya lo hicimos con la Ley Orgánica de Igualdad hace más de 13 años, que en su anteproyecto olvidaba a las autónomas. Lo que verdaderamente deseamos es que nos permitan centrar nuestras energías en lo único importante: salir adelante.

(Abogada Openlaw. Responsable Área de Mujer de Federación ATA).