La obra “La Aldea del Obispo y su territorio” permite conocer aspectos históricos-artísticos del Medievo de esta localidad adscrita a la comarca de Trujillo. Un municipio con variada riqueza faunística por su proximidad al Parque Nacional de Monfragüe y que tuvo un incremento considerable de población a lo largo de los años.

El municipio tuvo un constante crecimiento desde 1900 hasta 1950, año en el que alcanzó su población máxima de 1.611 habitantes; en 1957 llegó a contar con 1.721 habitantes y, entre los años 1958 y 1972, se produjeron los movimientos migratorios más importantes de los campesinos que abandonaron el campo en el que vivían en durísimas condiciones, con lo que se ha llegado a un crecimiento natural vegetativo. La población activa representa el 32 por ciento del total, dominando el sector primario con un 65 por ciento de la población activa.

El centro urbano es la plaza dela iglesia, donde se encuentra el templo parroquial y, en tono a él, se encuentran las mejoras casas de la población, como el Palacio del Obispo. No existen evidencias de tipo constructivo que se conservan de la etapa romana en el término municipal. Sí se conservan sillares que fueron reaprovechados para la construcción de la torre y de la iglesia. Trujillo y su territorio, en el que se encuentra La Aldea del Obispo, es el antiguo Turgalium romano, nombre de raíz celta.

En el término municipal existen varios “sepulcros antropomorfos” o “tumbas excavadas en roca”, formando auténticas necrópolis altomedievales, que corresponderían a la época tardorromana, que pueden vincularse con un hábitat disperso que habría surgido tras la época romana. Las grandes villas tardorromanas y altomedievales (siglos IV-XI) de los latifundios extremeños poseían todas las instalaciones necesarias para el mantenimiento y subsistencia del asentamiento, entre ellos la prensa del aceite y el lagar del mosto, el horno, la herrería, la basílica, la necrópolis o los talleres, entre otros.

La historia medieval de La Aldea del Obispo estuvo íntimamente ligada a la historia de Trujillo, en manos musulmanas desde el 714. La heredad de La Aldea del Obispo la recibió don Adán, dado que en los deslindes antiguos de las dehesas de la iglesia de Plasencia, se dice que el obispo don Domingo, natural de Béjar, dejó al cabildo ciertas heredades y tierras. Desde que le tierra de Trujillo fuera reconquistada del domino musulmán por Fernando III en 1233, la historia de La Aldea del Obispo se mantuvo unida a la de Trujillo, pues desde esta ejercía el control de las aldeas, arrabales y pueblos que conformaban el territorio trujillano.

Otro de los recursos histórico-turísticos es la iglesia parroquial de Nuestra Señora del Rosario, de finales del siglo XV. Es una construcción de mampostería, con presencia de sillares graníticos en las esquinas. Torre, pilastras y contrafuertes. Sobresale en altura el campanario, obra claramente fechable en la segunda mitad del siglo XV. Varios de los bienes muebles que se conservan en el templo parroquial proceden de la extinta iglesia de Santa María del Carrascal, situada a escasos metros de La Aldea del Obispo, en la carretera N-V, donde, según Madoz, dejó de celebrarse misa en 1780, por orden del obispo de Plasencia, por haberse encontrado en la casa contigua a la iglesia una persona ahorcada.

Además, entre las tradiciones populares más destacadas de la localidad hay que subrayar la fiesta de la patrona, la Virgen del Rosario, que se celebraba el 12 de septiembre y que ahora se celebra en agosto por el regreso de los emigrantes. El 2 de febrero, día de las Candelas, salía de nuevo la imagen en procesión por las calles del municipio. La fiesta en honor a San Isidro comenzó a celebrarse en 1940. En 1951, logrado el permio para realizar una feria de ganado, se sacaba la imagen el día 15 para que bendijera los campos. Otra tradición secular era la producción de picón, que lo trasladaban a lomos de burros a Trujillo y otros lugares.

Testimonios tradicionales que definen la identidad de un territorio son los bohíos (bujíos) o chozos, los pozos de agua, los molinos, las zahúrdas, todas estas construcciones tradicionales son fieles testigos de la cultura y herencia de La Aldea del Obispo y su término municipal, la arquitectura vernácula que ha sido proyectada por los habitantes de una región o período histórico determinado, caracterizada por el uso de materiales cercanos.