Tras el largo verano extremeño, el otoño se abre paso en la región para transformar sus paisajes que salpican la geografía extremeña, con bosques caducos que se liberan de sus hojas en una sucesión de amarillos insertados entre el perenne verde de la dehesa.

Sin duda, la mejor manera de apreciar esta transformación es recorrer el Parque Nacional de Monfragüe. El río Tajo es la columna vertebral de este espacio que se extiende por tierras cacereñas, también bañadas por las aguas del Tiétar, donde se suceden dehesas, bosque mediterráneo y roquedos, conformando un paisaje otoñal de múltiple colorido.

El parque está incluido en la Reserva de la Biosfera que alberga 116.160 hectáreas de territorio natural protegido y habitado por más de 200 especies de vertebrados entre las que predominan las aves. Entre ellas, destaca la presencia del buitre negro, el águila real, la cigüeña negra, el buitre leonado, el búho real y el águila imperial ibérica, junto al gato montés, la jineta o el zorro.

Encinas, alcornoques, quejigos enebros, alisos y jaras visten este espacio que los romanos bautizaron como “mons fragorum” que significa monte denso.

Entre su patrimonio, destaca el castillo desde el cual el visitante puede obtener algunas de las mejores vistas del parque. A su vera, se levanta una pequeña ermita que alberga la talla de la Virgen de Monfragüe, traída desde Palestina por los caballeros de la Orden de Santiago.

Cerca de Mérida se encuentra el Parque Natural de Cornalvo, creado alrededor del embalse romano más antiguo, construido en el año 130. Se trata del pantano  mejor conservado y en funcionamiento de Europa que recoge las aguas del arroyo Albarregas para abastecer a la ciudad de Emérita Augusta. A su alrededor, un territorio de gran valor natural cuya especie más emblemática es la cigüeña negra.

Miembros de esta especie amenazada también se hallan en el Parque Natural Tajo Internacional. Inmejorable ejemplo de bosque mediterráneo, se encuentra al noroeste de Cáceres y protege el recorrido del río Tajo y sus afluentes Erjas y Sever a lo largo de la frontera con Portugal. Ambas orillas forman parte de un espacio protegido de más de 25.000 hectáreas de riberos donde perviven especies como el águila imperial ibérica, la nutria, el lagarto verdinegro o el cangrejo de río autóctono. El lirio amarillo y la serapia verde, un tipo de orquídea en peligro de extinción, son las especies más llamativas de la flora de un lugar salpicado de restos megalíticos y vestigios romanos, visigodos y judíos.

PEQUEÑOS RINCONES

Para el viajero más avezado, Extremadura guarda más sorpresas. Reservas y monumentos naturales, paisajes protegidos, corredores ecológicos y de biodiversidad y zonas de especial protección para las aves que conforman un conjunto de espacios naturales de obligada visita. Entre todos, destaca la Reserva Natural Garganta de los Infiernos, un espacio natural protegido que se encuentra en el Valle del Jerte y que está formado por una sucesión de saltos de agua, arroyos y piscinas naturales.

El agua alimenta una vegetación que alterna bosques caducifolios y de ribera, piornales serranos y pastizales alpinos. La diferencia de alturas posibilita la existencia de pequeños microclimas, proporcionando refugio, entre otros, al gato montés, la gineta, la nutria, la cabra montés y al extraño desmán, un mamífero de costumbres acuáticas muy difícil de ver.

ESPACIOS NATURALES DE NORTE A SUR

No menos importante es el Monumento Natural de Los Barruecos, en Malpartida de Cáceres, cuyo paisaje más característico son los “bolos”, formas monolíticas globulares de granito creadas por la erosión. Un paisaje singular regado por el río Salor que se embalsa en varias charcas naturales como el Barrueco de Abajo, donde se alza un antiguo lavadero de lanas, hoy sede del Museo Vostell de arte moderno.

La charca proporciona abundantes tencas, ingrediente principal de algunas de las recetas más exquisitas de la gastronomía local. No menos abundante es la cigüeña blanca, que erige sus nidos sobre los bolos y ha hecho a Malpartida de Cáceres conseguir el título de Pueblo Europeo de las Cigüeñas.

Por último, el Paisaje Protegido Monte Valcorchero, en Plasencia, un paraje natural que se viste de alcornoques que dan nombre al valle del Corcho, compartiendo hábitat con fresnos, robles y encinas. Un relieve abrupto y quebrado y de alto valor estético donde los alcornoques han encontrado las condiciones ideales para desarrollarse.

Pero no podemos olvidarnos de las comarcas de La Serena, Las Villuercas o Los Ibores; las sierras de Hornachos, Fuentes, San Pedro o Pela, los embalses o los espacios protegidos de la Reserva de Cíjara, Cuevas de Castañar de Ibor, Canchos de Ramiro o la Mina La Jayona, que son una auténtica invitación para el viajero.

Paisajes que se pueden descubrir de mil maneras y donde el visitante podrá practicar desde el deporte más activo hasta la búsqueda relajada de setas.