El turismo en la región se está adaptando a los cambios de la sociedad que hoy en día busca un turismo que va más allá de las fotografías, que busca conocer sus destinos a través del paladar, de sus sabores.

Mérida, como Capital Iberoamericana de la Cultura Gastronómica en este año, da buena muestra de ello y es que sus creadores gastronómicos se han esmerado en “inventar” nuevas propuestas haciendo de la restauración una de sus facetas más pujantes de cara al visitante.

Degustar las tapas romanas fusionadas con un mulsum, un vino típico romano,  y proseguir con platos de presa, pluma o secreto a la parrilla está siendo durante todo este año uno de los atractivos gastronómicos que el turista tiene la oportunidad de descubrir en esta ciudad bimilenaria.

Los placeres de los emperadores de antaño con vinos, quesos, hortalizas, y especias de la época conforman un abanico inagotable de sabores abanderados por la Denominación de Origen Protegida Jamón Ibérico Dehesa de Extremadura.

Además la cocina de vanguardia también tiene hueco en Extremadura con las creaciones culinarias del chef Toño Pérez que se puede  degustar en el restaurante Atrio, con dos estrellas Michelín.

Todo este demuestra que  Extremadura es la gran fiesta de la cocina no solamente en las ciudades más pobladas, como Badajoz, Cáceres, Plasencia o Trujillo, sino que vaya donde vaya habrá ya algún chef “contaminado por la modernidad” que ofrezca innovadoras propuestas.

Sirva como ejemplo patente Manuel Gil, uno de esos chefs que se definen como cocineros merecedores de estrellas. Su restaurante Las Barandas, en el municipio pacense de Los Santos de Maimona, representa tradición y evolución a la perfección; y no hay nada más representativo de este santeño que los platos que saca de sus fogones y entre los que destacan su “Pluma ibérica con tomate”.

UNA REGIÓN LLENA DE CALIDAD

Pero no sólo las carnes caracterizan la cocina extremeña. Sus quesos también rompen corazones allí por donde pasan. Hay que destacar que los prestigiosos Word Cheese Awards, premios internacionales del queso que se conceden en Inglaterra, reconocen cada año algún que otro queso extremeño, ya sea Torta de Casar, Ibores o los de La Serena.

En Cáceres se ha celebrado la Semana de la Torta del Casar, una cita gastronómica en la que el chef Claudio Vidal, del Restaurante Casa Claudio del Casar de Cáceres,  ha enriquecido una hamburguesa al uso con un baño de torta. Como postre ha presentado un helado “Mini magnum de Torta del Casar con yuzu y membrillo”.

Medio siglo atrás se escuchaba el lamento de algunos pastores cuando decían que sus quesos se habían “atortao” perdiendo valor por estar mermados. Hoy en día estos quesos están amparados por una denominación de origen.

ACEITE Y MIEL PARA PALADARES EXIGENTES

El aceite y miel también son dos preciados productos extremeños que están viviendo una auténtica época dorada. En las comarcas de La Serena y de Gata-Hurdes se producen algunos de los mejores aceites virgen extra nacionales. Por su parte la miel no precisa descripción. Sólo hay que untar una tostada con miel DOP Villuercas-Ibores de castaño o de las Sierras de San Pedro y Gata para conocerla.

La conjugación de toda esta materia prima convierte a la gastronomía extremeña en una cocina de convivencia, de sinergia del legado de las culturas que pasaron por la región con la impronta romana, visigoda, árabe y sefardí, todo ello aderezado con la riquísima influencia de las especias y materias primas traídas del Nuevo Mundo.

Platos tradicionales y fríos como el cojondongos, peculiar refrigerio a base de agua, aceite, vinagre, sal, ajo y pan, que se tomaba a media mañana en los días calurosos y que se hacía sobre el terreno, bien en el tajo del segador o en el hato del pastor, o el zarangollo, ese guiso de patatas, pimiento rojo asado, tomates, ajo, aceite y vinagre, sin olvidar los famosos gazpachos y ajoblanco que hoy pueden saborearse como entrantes.

Platos que preceden de referencia, entre las que destacan el cordero, de excelente textura y suave al paladar o la ternera, con sus razas autóctonas como la retinta. En las zonas más serranas se pueden probar unas deliciosas chuletillas de cabrito o el susodicho animal en caldereta.

Y, como es de suponer, en Extremadura podrá cerciorarse de que el cerdo es “el rey de la dehesa”, territorio setero que permite acompañar las carnes con boletos, rebozuelos o gurumelos.

Y como colofón final, los dulces típicos de cada zona de esta extensa región. Destacan los huesillos, perrunillas, pestiños o moñitas. Pero la vanguardia también ha llegado a la repostería con postres como el hummus de castañas, un manjar tradicional característico del otoño y cocinado con ajo, limón, aceite, cilantro, comino, sal, pimienta negra y Pimentón de La Vera, ese manjar rojo, brillante y de olor intenso, un condimento indispensable en chacinas y adobos que ha dado notoriedad a la comarca de La Vera.

Pero para los más tradicionales siempre podrán disfrutar de la perla roja del Jerte, la cereza Picota, un fruto único y oriundo de la tierra. Cada año, en primavera, el valle se viste de blanco para recibir a miles de visitantes que llegan a la comarca para disfrutar de la Fiesta del Cerezo en Flor.