La agricultura ya no puede tirar del carro en la economía regional, debido a sus capacidades están "sensiblemente recortadas" por la aridez del territorio, según recoge el documento de análisis de situación que justifica la orientación del Plan de Desarrollo Rural (PDR).

En todo caso, el estudio indica que la agricultura aún supone el 11,3% del Valor Añadido Bruto (VAB) regional (tres veces y media por encima de la media nacional) y el 13,5% del empleo. Sin embargo, se alerta de que este es un sector donde la dependencia de políticas europeas en retroceso, como la subvención a través de la PAC, tienen un peso muy relevante, llegando al 30% de los ingresos agrarios totales.

Descontada esta aportación, limitaciones naturales, unidas a carencias tecnológicas e insuficiente valorización de las producciones, así como una gestión deficiente, generan "una baja productividad de la tierra" que fuerza "un importante ajuste estructural" para asegurar la viabilidad de las explotaciones.

Dentro de este ajuste estaría la mejora de los regadíos, como medio de producción agraria que es capaz de fijar población y generar valor añadido, el impulso a la dehesa como ecosistema que posibilita producciones únicas y, muy especialmente, el fortalecimiento de la agroindustria. En este último caso, el análisis revela que esta industria "es el sector con menos importancia en la economía extremeña", con una tendencia además a la baja en cuanto a productividad.

Por ello, en el estudio se apunta que el futuro de la agricultura regional tiene que pasar por la mejora en la eficiencia de los regadíos y por ir más allá que la mera producción, configurando una agroindustria que supere "la escasa experiencia y vocación exportadora" actual.

En todo caso, se indica que estas actuaciones, con ser necesarias por el peso de la agricultura, no son suficientes para garantizar el mantenimiento de las expectativas del mundo rural, y más aún en un escenario en el que las ayudas agrícolas son cuestionadas.