Coria comenzó a recuperar su alegría después de la pérdida de uno de sus vecinos y a ello contribuyó, sin duda, el buen juego que ofreció el toro de la tarde del 25 de junio, elegido por los miembros de la veterana peña Junta de Defensa.

El astado, un morlaco de 560 kilos de peso, se movió con soltura por la plaza durante los 30 minutos de la lidia. Se ganó el respeto de los aficionados en el momento en que comenzó a meter los pitones entre los barrotes de las jaulas en las que se resguarda el público y al sonar la tercera campanada, a las 20.30 horas, abandonó el albero y salió por la calle de Las Monjas en dirección a la Plaza de San Pedro.

Coria volvió a tener charanga, suspendida la jornada anterior en señal de duelo, y también pasacalles con las reinas infantil y juvenil y sus damas de honor. El ambiente fue más alegre que el día de San Juan y, en buena medida, fue gracias al toro de Villau.

El impresionante morlaco, que tenía astillado el pitón izquierdo y se escobilló el derecho durante la lidia, recorrió varias veces la Plaza de Santiago, la calle de Las Monjas, la zona de La Cava y el empedrado de la catedral. También recorridó de arriba hacia abajo y viceversa la calle de Los Paños, donde perdió la vida Juan José Hernández. Cerrada a cal y canto permanece la sede de la peña "El Capote", a la que pertenecía la víctima, y de cuya puerta anoche permanecía colgado un ramo de flores en señal de recuerdo.

El toro de la Junta de Defensa se caracterizó por protagonizar prolongadas paradas de las que posteriormente arrancaba con una rapidez inusual, lo que provocó situaciones de riesgo y emoción a lo largo de la jornada. Uno de los momentos más emocionantes se vivió a las 21.00 horas, en la Plaza de San Pedro, cuando estaba repleta de público que, de forma relajada, esperaba la llegada del toro, estancado en la calle del Cuerno. En un momento inesperado por la mayoría, el toro arrancó y salió en dirección a la plaza del ayuntamiento, donde cayeron algunos aficionados al suelo y otros no llegaron a tiempo de cobijarse en las jaulas.

Los miembros de la organización no quisieron romper tan agradable tarde taurina y prolongaron la muerte del astado, que no tuvo lugar hasta las 22.31 horas. Fue en la Plazuela del Duque, en un callejón de la zona de la catedral, donde el escopetero Toñi se armó con su rifle y propinó un certero disparo al toro de Manuel Villau.

El abanderado de la Junta de Defensa, José Ángel Rodríguez, con la frente cubierta por la sangre del toro, explicó a Radio Interior nada más producirse la muerte del animal que había recibido numerosas felicitaciones de aficionados por el buen juego del astado. Fue una tarde distinta en la que un toro negro ayudó a romper el mal ambiente que provocó otro astado tan sólo un día antes.