OPINIÓN / Por ISIDORO CAMPOS

Desde que el Covid llegó a nuestras vidas para obligarnos a sortear la muerte, Cáceres es la provincia maldita de Extremadura. No es ninguna exageración ni una opinión sensacionalista. Echemos cuentas y busquemos explicaciones, que hasta ahora nadie nos las ha proporcionado.

Extremadura es de las siete comunidades autónomas que notifican al Ministerio de Sanidad menos de dos casos por cada 100.000 habitantes, lo que en la práctica viene a indicar que tienen la situación prácticamente controlada.

Sin embargo, un día tras otro, el informe de la Dirección General de Salud Pública nos abofetea con los mismos resultados y sitúa a la provincia de Cáceres con una elevata tasa de letalidad por coronavirus.

Si nos colocamos en la posición oficialista justificaremos tan pésimos resultados indicando que el número de fallecidos no es elevado en proporción con la cifra de contagiados. Pero la realidad es otra: a fecha de 1 de mayo en las cuatro áreas de salud de la provincia de Cáceres se han producido 362 de los 451 fallecimientos que han tenido lugar en Extremadura.

Los buenos resultados registados en la provincia de Badajoz -si es que podemos hablar en positivo ante tan dramática situación- compensan los preocupantes registros de Cáceres. Un día tras otro, las cifras nos delatan y sin ir más lejos, en las últimas 24 horas, cuatro de las cinco personas que perdieron la vida residían en la provincia cacereña y sólo una en la de Badajoz.

Lás áreas de salud de Cáceres, Plasencia, Navalmoral de la Mata y Coria han registrado cuatro de cada cinco defunciones por coronavirus desde el inicio de la pandemia, o lo que es lo mismo, concentran el 80,26% de los fallecidos como consecuencia de esta enfermedad.

De las 451 víctimas mortales de Extremadura, más del 51% se han concentrado exclusivamente en el área de salud de Cáceres, lo que traducido a pérdidas humanas supone 231 fallecidos. Pero es que además hay que sumar 69 en Plasencia, 45 en Navalmoral de la Mata y 17 en la zona de salud de Coria.

La provincia de Cáceres multiplica por cuatro el número de víctimas registrado en la provincia de Badajoz pese a que su población es muy inferior. Si comparamos cifras obtendremos los resultados: 362 fallecidos en la peor de las provincias y 89 en la menos perjudicada.

En el área de salud de Badajoz han fallecido 35 personas desde el inicio de la crisis sanitaria y en la de Mérida 29. Si añadimos las 20 víctimas mortales del área de salud de Don Benito-Villanueva de la Serena y las 5 de Llerena-Zafra obtendremos los 89 fallecidos que se han contabilizado en la provincia pacense desde el pasado mes de marzo, una cifra que representa el 19,73% del total.

A través de sus sucesivas comparecencias públicas, el consejero de Sanidad y Bienestar Social, José María Vergeles, ha justificado el elevado número de infectados en la provincia de Cáceres en hechos como los desplazamientos a una segunda residencia en la zona norte, movimientos poblacionales por motivos laborales a la capital y la asistencia a funerales y cumpleaños que contribuyeron a propagar varios brotes.

Estos argumentos permiten hacernos una idea de cómo se multiplicó la pandemia, sus orígenes y consecuencias, pero no revelan el dato más importante, que consiste en saber por qué cuatro de cada cinco personas que mueren diariamente en Extremadura tienen su residencia en Cáceres y sus pueblos. 

El Covid-19 ha cambiado la vida de más de un millón de personas en Extremadura, pero de manera muy especial la de 451 familias que a fecha de hoy han perdido a un ser querido y la de otras muchas que esperan con temor el desenlace de quienes permanecen ingresados en un hospital o una residencia para mayores.

El 1 de mayo no lo olvidarán los familiares de los dos hombres de 97 y 74 años que ayer perdieron la vida en Cáceres, ni los del varón de 73 años que falleció en Plasencia; ni tampoco los del anciano de 92 años que murió en Navalmoral de la Mata ni los del de 68 años que pereció en Mérida.

El coronavirus ha arrojado al vacío el futuro de muchas personas y es responsabilidad de la Administración buscar respuestas entre tantas cifras, y más cuando los desequilibrios resultan tan abultados.