Si resulta que las políticas de la Unión Europea ya están aportando el impulso decisivo para resolver el cambio global, al cual han denominado “verde y digital”, qué sentido puede aportar el tener en cuenta a la periferia, en este caso a Extremadura.

Hablamos de los megaproyectos presentados en esta pequeña región (macro minerías de litio y baterías, macro ciudad del ocio, macro azucarera, macrofotovoltaicas, megarregadios, megafábricas de residuos tóxicos industriales) como efectos de las imposiciones globales sobre el territorio, las materias primas y determinadas formas gubernamentales puestas en marcha. Pero, también, de las interacciones con sus habitantes indefensos a las presiones globales, pero ahora en rebeldía y revancha territorial, a los que se tendrá que tener en cuenta.

Una región se convierte en zona periférica no por sus fronteras administrativas, sino por cómo se van moldeando lugares y procesos históricos. Región moderna que primero se creó como barrera y contención militar ante el país vecino.  El ejército era el mercado y la población extremeña sus soldados. Una huella militar que impregnó el territorio para continuar con grandes fincas en pocas manos, más allá de las trazas de castillos, torres y fortificaciones de defensa. Un territorio de reserva nacional. De hecho, la función de la ciudad de Badajoz hasta 1933 era la de defensa de la frontera que hoy se reconvierte en rutas turísticas.

Así lo es para la dictadura franquista que no tiene más remedio que intervenir para frenar los movimientos campesinos del 25 de marzo de 1936, con una contrarreforma agraria denominada “Plan Badajoz” (1946) cuya finalidad fue sujetar con el riego a un ejército de colonos y obreros como mano de obra barata (Cf: Francisco Rodríguez Jimenez. “El Plan Badajoz. Entre la modernización económica la propaganda política”. Badajoz. 2022). Desde luego no evitó la gran emigración pocos años después.

Cuando llega el tren, desde luego el interés no era comunicar a las personas y lugares: el interés era la explotación de los recursos naturales; el ganado, la lana, el algodón, el corcho, el tabaco, los minerales. Efectivamente por la región se construyó una de las más grandes mallas ferroviarias de España (hasta hace bien poco aun tenía las traviesas de madera del siglo XIX) a fin de que sirviera de carga de recursos y mercancías. Una malla cuya finalidad era vaciar el territorio. Las estaciones no daban servicio a las ciudades principales de la región (Plasencia, Cáceres, Mérida) y con el tiempo las que lo tenían se han rehabilitada parcialmente o cerrado (Zafra, Llerena, Fregenal de la Sierra Fuente del Arco, el Raposo, Usagre, Plasencia, Casatejada, Valencia de Alcántara).

Algunos dirán que dónde está la justicia histórica a tanto sacrificio, aunque las zonas fronterizas son imaginadas al margen del tiempo y de las personas que lo habitan (Cf. Anna Lowenhaupt. “Fricciones”. Barcelona 2021).

Las zonas fronterizas se fabrican y hoy ya sabemos que son las más inestables. A nadie debe sorprender que sigamos siendo una de las regiones más empobrecidas de la UE (con menos renta por habitante). El presidente Vara ha estado en Bruselas para prometer que están haciendo de todo para salir de esa marca. Y vuelve a señalar el próximo mayo de 2023, como fecha de “comienzo de un nuevo tiempo”, el que ofrece a España y Europa como la mayor potencia renovable; producir cinco veces más de electricidad que la que consume, en libre exportación. La mayor potencia de minerales, no solo el litio, que precisa Europa como respuesta a la guerra en curso. Este año tendremos 6.000 Mw de potencia renovable instalada (equivalente a 6 reactores nucleares) y no lo venden como necesario para que la región se convierta en 100% renovable.

Por esto para dar seguridad jurídica a los posibles inversores, y fondos de paraísos fiscales, deben crearse nuevas leyes, aunque arañen la legalidad constitucional, como en el caso de Valdecañas, Elysium City y la mina de litio en Cáceres.  Que un gobierno regional plantee nuevas normas, al amparo de su mayoría absoluta, para dar barra libre a minerías, ciudades de ocio es convertir en “crisis” lo que planteen como desarrollo. ¿Acaso ante la falta de viviendas para jóvenes e inmigrantes lo único que se propone es llevarlos a todos a la nueva ciudad de más de 70.000 habitantes?

Y no es que existan demasiados espacios protegidos donde se prohíba la economía (léase la Red Natura 2000 donde resulta que ya no hay Zepas), es que, a la hora de buscar un impulso endógeno, la llamada a cualquier gran corporación multinacional que busque beneficio es lo más seguro y rápido. La llamada al dinero debe tener a su disposición el planeta entero y Extremadura no va a ser la excepción. Una zona de frontera puede ser un territorio protegido, pero con derecho a extraer sin restricciones. Cuando desde las administraciones de estas zonas  hablan de equilibrio ( entre desarrollo  y conservación) siempre se refieren a una de las partes en detrimento de la otra.

Las ultimas estafas de la promesa de recursos, a disposición intensiva y de espacio fértil para el capital, sigue siendo el destino de toda zona fronteriza. Lo comprobamos con la puesta en marcha de nuevos macro regadíos en una situación de gran vulnerabilidad climática y de perdida de fertilidad del suelo agrario.

Se sigue creyendo que como en la región no hay industrias pues no existe el cambio climático y esto es más que evidente cando se suma a la propuesta de grandes regadíos la instalación la de un macro vertedero de residuos industriales que no generamos. Y todo en la misma zona de Tierra de Barros con nuevos regadíos (18.000 nuevas hectáreas), como si la pretensión fuera ponérselo más fácil a los nuevos terratenientes del campo extremeño, y los nuevos industriales por venir, que tendrán a su disposición la adquisición de tierras de alto valor, apetecibles para las grandes inversoras internacionales que verán así reducidas la volatilidad de sus carteras.

No es que seamos demasiado pobres para decir “así no”, sino que quizá somos demasiado creyentes en las revoluciones industriales que siempre nos han dejado fuera. Desde luego no harán que la sociedad extremeña pague esa falsa promesa de que la única realidad que se debe cumplir sea la de la riqueza fabulosa e inmerecida. Antes con el petróleo y ahora con la tabla periódica.

Resulta que las fuerzas de producción ya no se encuentran en el sistema industrial. Los futuribles tecnológicos y verdes no son un fin en sí mismo y tanto la investigación científica como las potencialidades propias de las innovaciones nunca podrá ser confiscadas. Y, por supuesto, conocemos que hay poderes capaces de arruinar la Tierra misma y de seguir imponiendo un modelo fijo y monolítico de vida. (Cf. José Manuel. Naredo “La crítica agotada. Claves para un cambio de civilización”. Madrid. 2022)

Resulta que la división en sectores productivos no existe. Producir alimentos requiere de personas del lugar que regeneren el suelo y a la vez distribuyan y comercialicen sus productos. Resulta que la electricidad se obtiene en tejados compartidos y con mantenimientos técnicos locales. Que las plantas fotovoltaicas y termo solares ya se estan instalando en los polígonos industriales. Resulta que reparar, reutilizar, reducir y ahorrar son los valores mineros en acción que precisa el Planeta. Resulta que los pueblos y ciudades medias de la región precisan de viviendas integradas en su casco urbano, con un nuevo urbanismo bioclimático.  Resulta que todavía hay la suficiente formación agraria (universitaria también) para que la dehesa, los regadíos históricos y la ganadería extensiva sean tan útiles como lo puede ser un retén de incendios.