Ya no se llevan los baños de multitudes. Ahora está de moda aguantar el chaparrón. Por eso Pedro no sale. Surca los cielos en mangas de camisa con el Falcon y lo más que le puede ocurrir es que un ave de paso se cruce en su camino. En realidad los apoyos a políticos desaparecieron hace tiempo: ya hubo quien le tuvo que recordar a Loyola de Palacio, abucheada por cultivadores de tabaco, que eso entraba en el sueldo. La diferencia es que Loyola tiró de ovarios, se subió a un bidón, pidió un megáfono prestado a quienes la gritaban, y les vino a decir que protestaran en Bruselas, que era el origen de sus males. Pero Pedro no, Pedro no hace esas cosas. Es mejor esconderse en la esquina del edificio de los sindicatos y esperar a que una empleada, no sabemos si de CC OO o de UGT, salga corriendo a aplaudirle, como si le fuera la vida -o el empleo- en ello. Porque lo mejor del video del abucheo a Sánchez no son los insultos ni los silbidos, sino esa sindicalera que sale corriendo a apoyar a Sánchez para contribuir a apaciguar la tormenta que se cierne sobre él. Me ha embargado de emoción.

Pedro ha estado en Navalmoral de la Mata en misión secreta. Una misión es secreta cuando no se quiere que se sepa. Y la visita de Pedro no se quería dar a conocer porque es como la San Miguel, allá donde va triunfa: abucheos, gritos y, eso sí, palmeros, muchos palmeros para intentar disimular el mal ambiente de alrededor. Eso también entra dentro del sueldo y del cargo, que para eso estamos, para cuando nos llama el partido y nos pone un Whatsapp que dice: «SOS. Visita del presidente a Navalmoral. Jueves, 26 de agosto. Se necesitan palmeros». Y entonces dejamos la alcaldía, nos ponemos la camisa de los domingos y vamos al Campo Arañuelo.

Aplaudir, lo que se dice aplaudir, Vara aplaudía poco. Me pregunto si por lo bajini decía «chínchate, Pedro» mientras le venía a la mente aquel 1 de octubre de 2016 en el que se vio obligado a abandonar la sede de Ferraz en el maletero de un coche tras la reunión del Comité Federal que tanto le hizo «sufrir, llorar y sentir dolor». Palabras textuales. Porque no olvidemos que Vara no tragaba a Pedro y ahora es Pedro el que no traga a Vara. Y eso, como bien sabe el aún presidente extremeño, tiene consecuencias, porque el de Moncloa, si algo tiene, es un carácter vengativo que antes o después termina saliendo.

En marzo de 2019, Pedro protagonizó una profunda purga en el PSOE y se vengó de sus verdugos de aquel Comité Federal. Hizo la limpia en Andalucía, en Aragón y en varias candidaturas municipales. Y como la cosa va por barrios, pronto le llegará el turno a Extremadura. Habrá que hacer candidaturas, poner nombres encima de la mesa y tomar decisiones. Y Pedro nunca pone la otra mejilla, sino que deja que las cosas sigan su curso hasta el momento oportuno. El presidente, que ha venido a anunciarnos que el AVE, por fin, llegará a Extremadura, es como una mantis religiosa hembra que tras aparearse arranca la cabeza y devora al macho. Y menos mal que no es al revés, por eso de la igualdad.

¿A qué ha ido Pedro a Navalmoral? Quizás le caía de paso en esa travesía de la cogobernanza que ha servido para dejar a 17 territorios con el culo al aire, tristes y sin consuelo, desamparados por las decisiones judiciales que en unas comunidades eran blanco y en otras negro. O es probable que haya elegido un lugar de interior para tomar el pulso a la calle, eso sí, con precauciones. La visita presidencial ha sido tan enigmática como estéril. Un hogar de mayores en el Campo Arañuelo ha sido la excusa para pedir al resto de fuerzas políticas un acuerdo de consenso en el tema de las pensiones. Y poco más.

Y luego está la post-visita: medios de comunicación silenciando los abucheos como en los mejores tiempos de la censura franquista, el aparato de Moncloa cerrando el plano del video en la web oficial de la Presidencia del Gobierno para que sólo aparezca el hombro de Vara, y palmeros, muchos palmeros. Pero a mi me ha llegado al alma esa sindicalera que es como si perdiera la vida saliendo de su puesto de trabajo para aplaudir a Pedro.