(Hacia una ecología de la atención)

Redefinir, reformar, reaprovechar, reindustrializar, reconfigurar, en definitiva, inventar nuevos ordenes económicos para salir de esta pandemia más allá de la división internacional del trabajo actual que asigna a cada continente una producción determinada. Ahora, con la covid-19, se plantea la urgencia de las vacunas precisas para poner fin a la pandemia de manera universal, y no solo de algunos de los países mas privilegiados, es decir de llegar a ser capaces en aprovechar el debate social para no reducirlo exclusivamente a un reinicio como si no hubiera pasado nada, a una “nueva normalidad”, en lugar de encarar los problemas que nos han traído hasta aquí.

Todo problema tiene solución a condición que se consideren las maneras en que se plantea. Y, a veces, nos cuesta reconocer que no todos los problemas tienen solución, tan dados en occidente a que las diferentes tecnologías nos lo resuelvan, sin mirar el cómo y para quién. Los virus han desestabilizado la autosuficiencia del capitalismo, de la capacidad occidental para bastarnos, cuando en realidad lo desarrollábamos a costa del resto del mundo. El sistema de mercado único ha sido, desde luego, el mejor factor de desarrollo de las sociedades occidentales a cambio de ocultar cómo se ha obtenido. Que se sigan buscando soluciones repitiendo lo mismo, pero ahora denominándolo “inversiones exitosas” (¡!), señala que seguimos sin atrevernos a cuidar de los límites que nos sostienen.

Son momentos, pues, de diálogo compartido, de conversaciones múltiples, de miradas atentas y plurales, de internacionalizar la mirada más de que de mundializar, para que ante tantas teorías y experimentos no quedemos atrapados en lo mismo.

Que no sepamos del todo no debe implicar la aceptación de respuestas indiscutibles. Y este abril ofrece, en tres actos, algunas de ellas.

Primero: Si hay una vacuna que pueda reconducir la pandemia debe de ser para toda la humanidad. Lograr una vacuna que se ponga al servicio de todos los países del mundo, no implica paralizar lo dado hasta ahora en la gran mayoría de países occidentales, sino que la propiedad intelectual de los países más ricos, permita que el resto del mundo pueda disponer de ella.

¿Cómo compartir la propiedad intelectual farmacéutica en un mundo que se ha impulsado desigual durante los dos últimos siglos? La fabricación de medicamentos, la tecnología sanitaria, en la actual división internacional del trabajo ha sido monopolio de un puñado de empresas privadas con el apoyo de unos pocos gobiernos líderes del comercio internacional. Sin embargo, un conjunto de 175 países, científicos y premios Nobel de todos los continentes se han dirigido, en esta ocasión, al nuevo presidente de EEUU para reclamar una “vacuna para la humanidad”. Es decir, para que se aumente el suministro de vacunas seguras para todos los países por igual. Y lo hacen a sabiendas que el liderazgo estadounidense en la Organización mundial del Comercio (OCM) es crucial ya que son los que aun controlan y organizan las reglas del comercio mundial.  Incluso la OMS es prisionera de los acuerdos entre países con respecto a la liberación de las patentes.

Lo que exigen conjuntamente, en esta demanda, es un “excepción temporal” dadas las circunstancias, de no llegar a tiempo para inmunizar o de atajar las nuevas variantes en curso, para así mejor coordinar internacionalmente la distribución y la fabricación internacional. El sálvese quien pueda está originado una catástrofe inaudita, así como nuevos salvadores en continentes abandonos a su suerte, léase África y América del Sur. O de multinacionales que siguen sin reconocer que el desarrollo de las vacunas es un bien público ineludible, por mucho que puedan ofrecer con sus enormes recursos tecnológicos y financieros.

Segundo: Si hay una política responsable y que debe estar a la altura, en alerta de las causas para no continuar con el tecnocapitalismo, es la del clima. Resolver el problema del calentamiento global es llegar a ser capaces de plantearle en sus justos términos, más allá de nihilismos o negacionismos por parte de un occidente que ha sido acostumbrado y educado “a una relativa continuidad más o menos programada” mientras agotábamos personas, recursos y materiales del resto del mundo.

¿Cómo hacer de las cumbres del clima algo más que seguir en las mismas? Y aquí vuelve a surgir el liderazgo de EEUU con la presidencia recién estrenada. J. Biden ha convocado para el 22 y 23 de abril, a 40 países de las grandes economías del mundo a una precumbre sobre el cambio climático (la Cop26 se celebrará en noviembre en Reino Unido a fin de ratificar la de Paris en 2015) para “reforzar una alianza internacional”. Se trata de buscar alguna diferencia con respecto a la última de Davos (Foro creado en 1991 por los países ricos y grandes corporaciones seleccionadas), que con el lema del “Gran Reinicio” (enero 2021) se planteaban nuevos ordenes geopolíticos mundiales.

Lo cierto es que la emergencia es de tal calibre que de poco va a servir que sigamos pensando solo en soluciones tecnológicas milagro como así se plantea con el todo eléctrico, cuando sabemos que es solo un parte del problema y que no será posible sin el agotamiento definitivo de las materias necesarias para conseguirlo. Por tanto, el dinero y los estados deben redefinirse tanto en solidaridad internacional como en las transiciones locales que se demanden en cada territorio y vidas concernidas.

Tercero: Si la soberanía se ha de reconocer, la alimentaria es la prioritaria. Abandonar la mundialización de alimentos donde se ha obligado a que cada continente sea productor intensivo y casi monopolista de alguno de los alimentos, y que los más avispados esquilmen toda la pesca en barra libre marítima. Abandonar la distribución kilométrica, por tanto, de todo lo producido en algún lugar del mundo, respetando la distancia y condiciones de trabajo y vida.

¿Cómo podemos llevarlo a cabo? Abril nos lo vuelve a recordar con varias celebraciones, la del día de lucha campesina (17 de abril) heredera de saberes no olvidados, y el día de la Tierra (22 de abril) que es esa fértil y sana tierra que pisamos y habitamos de continuo. No hace falta cancelar nada, solo dejar que cada territorio sea soberano de sus alimentos y cree un mercado afín entre ellos, sustentable, limpio y justo, como la agroecología nos demuestra de manera rotunda. En Europa, la nueva PAC, no debe ser nueva, sino radicalmente dirigida a ello sin más tardar, dado que el abandono rural nos alerta de una juventud local, y foránea, preparada y formada para trabajar con otra dignidad que la intensiva, agotadora de suelos, de aguas contaminadas y vidas esclavas.

Y en el día del libro, recomendar una lectura que recoja cómo considerar los problemas antes que las soluciones ya de por sí dadas. Un libro, entre otros, como caja de herramientas de pensamiento y acciones necesarias: Siri Hustvedt,” Los espejismos de la certeza”. 2021. Una obra que traza planos y líneas de fuga de un futuro de potencialidades inmanentes.