(Hacia una ecología de la atención).

Invertir en macroparques fotovoltaicos, no en electricidad, es la historia nuevamente repetida de un crecimiento exponencial como fue el del mercado inmobiliario. Aunque las políticas europeas prometieron, en 2008, endurecer el sector financiero volvemos a lo mismo pero esta vez de la mano de las “energías limpias” que es así como las denomina el sector energético para una mejor recuperación económica y pandémica.

Priorizar a los grandes es proporcionar seguridad de suministro, declaran los gobiernos en alianza con los monopolios del sector eléctrico. Y dado que en España las tres grandes eléctricas se quedan sin el maná nuclear (con el cierre escalonado hasta el 2035 de las 7 centrales nucleares aun en funcionamiento), y los fondos de inversiones se quedan sin posibilidad de explotar nuevas minas de uranio (así recogido en la nueva ley de Cambio Climático) unas y otras acaparan, a toda prisa, territorios y alianzas con sectores industriales y mayoristas del consumo para impedir que pequeños y medianos lleguen a imponerse como modelos de generación y distribución de energías renovables.

Si el propuesto Pacto Verde (Green Deal) trata de convencernos de que abandonar el petróleo, y el carbón, quiere decir alojarse en la “casa verde”, (para 2050 el 60% de la electricidad de la Unión Europea vendrá de fuentes solares), lo cierto es que los rayos de sol siguen estando en manos de los mismos y nuestra casa, sigue dependiendo de lo que le obligan a consumir mas que a su verdadera necesidad de confort, ahorro y eficiencia de una manera mas autónoma. Lo que publicitan como la “oportunidad histórica” no es más que una nueva llamada a la captación de activos financieros planteados a 25 o 30 años y después ya veremos. Los grandes ofrecen para ello grandes sumas de dinero a pequeños propietarios agrícolas y municipios con mucho paro allí donde se instalan, de igual manera que se acelera la extracción sin límites de todas las reservas de minerales que aun conserva la corteza terrestre. Y todos contentos pues parece que lo hemos solucionado.

En España el sistema de subastas de renovables impulsa más centrales solares y eólicas sin ninguna planificación territorial, y como solo las grandes compañías y especuladores tienen capacidades para ello acaparan todo el suelo rural prometiendo una mano de obra ingente que solo dura mientras se construye (de un año a dos), y a esto lo denominan “inversión en empleo autóctono”. Sin embargo, la compra tanto de permisos (a veces sin proyectos reales) como de tierras supuestamente abandonadas representan la mayor destrucción de pequeños y medianos instaladores eléctricos, de una construcción y urbanismo bioclimático y de un empleo sustentable en un sector local, que, por sus condiciones de clima y suelo, tiene todo un futuro de soberanía energética asegurado.

Pero lo cierto es que prometer más y más energía centralizada es el espejismo de un soñado “crecimiento” al que se le suele asociar desde la crisis climática y que poco a poco está impidiendo que la sociedad pueda responder de una manera mas acorde a sus necesidades energéticas. (Ver: Antonio Turiel, “Petrocalipsis. Crisis energética global y como (no) la solucionaremos”. 2020).

En Extremadura Iberdrola quiere convertir a la región en el centro de su estrategia renovable instalando el triple de la producción eléctrica que aun mantiene en la central nuclear de Almaraz. Tendrá la planta fotovoltaica más grande de Europa entre Torrecilla la Tiesa y Aldeacentera (Francisco Pizarro, 590 Mw), después de inaugurar la Núñez de Balboa (500Mw) entre los municipios de Usagre, Hinojosa del Valle y Bienvenida, a través de 2.000 km de cables de media y baja tensión. Y resulta que estas plantas en lugar de abastecer a las tres grandes ciudades de Extremadura y a los pueblos donde se instala, lo hace para que una gran multinacional de los alimentos, y otros proveedores de telefonía y de supermercados, lo tengan disponibles en Asturias, Barcelona, Girona, Guadalajara, Granada, Madrid y Valencia gracias a acuerdos de inversión negociada.

¿Qué agente tractor del tejido industrial puede representar para Extremadura todo ese tinglado macrofotovoltaico? Si lo será, evidentemente, para la cartera de los accionistas internacionales donde además contabilizarán como “economía verde y de empleo sostenible “global.  Ambas plantas evitarán, desde la región, la emisión a la atmosfera de miles de toneladas de CO2 al año y por tanto mitigarán el calentamiento global lo cual convierte a una región marginada en el centro de la Europa verde.

Las macrofotovoltaicas, de esta manera convierten un dinero en influencia institucional dejando a los gobiernos y sus reglamentaciones normativas a disposición bien discriminada, que en el caso de Extremadura es una prioridad concedida a los actuales propietarios de la central nuclear de Almaraz, para invadir (como nuevos descubridores del siglo XXI), allí donde lo consideren oportuno. Incluso en zonas protegidas, por si la ley lo permite, como en el caso de la planteada en las Zepas en la ciudad de Cáceres y recurrida por Adenex. Parece como si el modelo de renovables, de eficiencia y ahorro energético, se esté consiguiendo en la región en base a emplear a cientos de personas durante dos años y de coordinar a inversores financieros a nivel internacional, pero eso sí, sin aportar puestos de trabajo nuevos ni actividades asociadas en el territorio donde se instalan.

La situación anómala de otra “macrofotovoltaica extremeña” también es el caso   para la segunda propietaria de Almaraz, Endesa (comprada por Enel empresa pública del estado italiano), la cual ha sido demanda por ochos empresas subcontratadas en la planta Augusto en el municipio de Badajoz, publicitada como “sitio de construcción sostenible” pues se presentaba además como   pionera para desarrollar proyectos agrarios y de conservación de aves. La tercera propietaria, Naturgy (con el 11,3% en la cn de Almaraz) , empresa que se autodenomina líder mundial por su acción frente al cambio climático, se ha unido a su competidora Iberdrola en Aldeacentera con una macroplanta más, denominada Campo Arañuelo( como la comarca donde está la central nuclear).

¿Qué necesitamos en Extremadura? Devolver a la sociedad su verdadera autonomía.  Es decir, permitir que se instale todo el potencial de autoconsumo por el alto grado de insolación que tiene. Impulsar las comunidades energéticas locales dado el potencial único que tiene la región con las de 375 pueblos y localidades ideales para ello (ya en Gata se construirán 50 instalaciones de autoproducción fotovoltaica).  Y por supuesto seguir apoyando todo un sector de la construcción pasiva y bioclimática que nos permita encarar empleos nuevos y empresas que sí son locales y sí sustentan el territorio, cuestión que el próximo programa público de las tres R debe priorizar.