Vara se ha vacunado contra la Covid-19, o al menos eso nos han dicho. En apenas unas semanas la opinión pública ha pasado de criticar a los políticos que se vacunaban cuando no les correspondía, a exigirles que lo hicieran para dar ejemplo. Y todo porque el Consejo Interterritorial del Sistema Nacional de Salud ha jugado a despistarnos, primero suspendiendo la administración de AstraZeneca el 15 de marzo, y pocos días después reanudando la vacunación tras intentar convencernos de que la aparición de efectos trombóticos en personas a las que se les inoculaba la dosis de Oxford no guardan relación alguna con el medicamento de la farmacéutica.

La Junta de Extremadura asegura que el presidente del Ejecutivo se ha administrado la primera dosis de la polémica vacuna el Viernes Santo en el Hospital Universitario de Badajoz, pero lo más que han visto los ciudadanos ha sido una imagen de Guillermo Fernández Vara mostrando el DNI a una sanitaria que comprobaba su nombre en un listado. De haber sido así, hacia el 25 de junio deberá ser citado de nuevo, pues esta vacuna requiere la inoculación de dos dosis administradas por vía intramuscular separadas por un intervalo de unas 12 semanas.

¿Pero dónde está la foto de Fernández Vara vacunándose? El pasado 1 de abril vimos la imagen del presidente alemán, Frank-Walter Steinmeier, poniéndose la primera dosis de AstraZeneca, como ya hicieran el primer ministro francés, Jean Castex, y su homólogo británico, Boris Johnson el 19 de marzo, o la ministra de Defensa, Margarita Robles hace tan solo unos días. No era necesario rodearse de una nube de fotógrafos, hubiese bastado con distribuir la imagen instantes después.

La Dirección General de Comunicación ya advirtió que la vacunación del presidente extremeño se realizaría de forma privada y no se distribuirían imágenes de la misma. Fernández Vara está en su derecho de preservar su intimidad en un acto tan sencillo, pero a la vez tan cargado de simbolismo, como el de su vacunación, pero ha cometido un gran error que no ha hecho más que sembrar dudas entre los ciudadanos, acostumbrados a acumular una mentira tras otra durante la larga pandemia que les ha tocado sufrir.

El presidente de Extremadura debía mostrar la imagen de su vacunación por varios motivos. En primer lugar porque es un político que aprovecha cualquier pretexto para aparecer en los medios; le hemos visto en las solitarias imágenes de los Consejos de Gobierno virtuales que no aportan más valor periodístico que el de su propia presencia, en actos oficiales con aforos limitados o en la presentación de libros sin público. En segundo lugar porque el 13 de enero provocó una fuerte polémica al reconocer que había ralentizado a propósito la administración de la vacuna a personas mayores «por una cuestión de prudencia» y porque el medicamento se había aprobado «en un tiempo excepcionalmente corto». En tercer lugar porque si se ha vacunado con AstraZeneca, como presidente regional debía dar ejemplo -como han hecho otros políticos- a una ciudadanía recelosa de administrarse el polémico medicamento de Oxford. Y en cuarto lugar porque el simple hecho de no distribuir la imagen de su vacunación no contribuye sino a sembrar dudas en unos momentos en los que los ciudadanos reclaman máxima transparencia de aquellos que les representan.