Es una evidencia la violencia que pueden tener los animales salvajes. Pero tenemos pruebas y se pueden ver en documentales -en YouTube- donde queda demostrado que el amor, en forma de cuidados desde el nacimiento cambia el cerebro de todos ellos y se convierten en amables y cariñosos animales de compañía. Ellos y nosotros desarrollamos ferocidad por la conquista del territorio, o cuando nos lo atacan. Estamos constituidos por  tres componentes que no los podemos estudiar sin incluirlos como unidad funcional, ni comprender por separado. El cuerpo con sus órganos, el contenido de nuestro cráneo y el ambiente del que formamos parte.  Y, somos parte de la naturaleza.

Cuando se nos acoge a nuestra llegada al hogar con dedicación intensiva, con atención amorosa y empática los primeros años, los animales y nosotros podemos disminuir nuestra ferocidad territorial. Casi desparecer una cualidad innata, la de vivir con una mentalidad de buenos y malos, izquierdas y derechas, clases altas y bajas y todo los que los lideres con poca formación o con rasgos narcisistas o psicopáticos son capaces de despertar en nosotros y fragmentarnos al reavivar esa lucha por el territorio inherente a nuestra condición animal, común a insectos, mamíferos, volátiles y humanos.

Tenemos unas estructuras cerebrales que se desarrollaron hace millones de años, las amígdalas, que permanecen tal cual, con la  misma capacidad de recibir línea directa desde los sentidos, sin pasar por la corteza cerebral, y poner en marcha una reacción de supervivencia, de huida o de ataque. Reaccionan con datos borrosos, elementales. Una sombra, un bastón en el suelo con poca luz puede ser una serpiente. Están, por así decir, de guardia detectando los peligros, lo vemos en las pocas confianzas que se gastan con nosotros los pájaros y demás animales.

Con la dedicación y el amor parentales en humanos o de cuidadores en animales disminuirán esa influencia, porque todo el cerebro proseguirá el desarrollo programado en sus genes. Si como los animales, todos, cuando reciben el biberón y cuidados intensivos tempranos, esas estructuras ya no ocupan el centro de la conducta y el animal se vuelve amable y confiado, deberíamos sacar conclusiones del porqué hay tanto desajustado, fanático, violento, sectario….

Los humanos no queremos ver esa verdad: que la gran violencia en sus diversas variantes, y bajo infinitas formas, pone de manifiesto desatenciones, negligencias, poca estimulación emocional en los primeros meses y años. Lo que da lugar a tantos seres a medio terminar, a tanto carácter narcisista, tanto fanatismo y delincuencia en sus diversas formas.

Por tanto, un tigre ama a sus cuidadores que le dieron el biberón, otros no olvidan a sus cuidadores y los reciben con abrazos cuando los visitan en el Zoo. La empatía esta presente en todos ellos, un oso puede salvar un ave que está ahogándose.

¿Qué tienen en su interior, desde su infancia, para que nos ataquen así? ¿A alguien le interesa averiguar el porqué psicológico y emocional de estas conductas?

Siete autobuses de la EMT que han quedado atrapados por la nieve en las calles de Madrid han sido vandalizados y asaltados durante el fin de semana. Los vehículos han sido pintados y destrozados en su interior donde varios jóvenes en varios de ellos han aparecido botellas de cerveza y restos de comida y en otro han arrancado cámaras y otros utensilios del vehículo.

Dejen los animalistas de ir a llorar a los mataderos y otros medios para defender a los animales e intenten  que esos documentos los vean todos los ciudadanos posibles para que sientan lo que los seres humanos emocionalmente desarrollados sentimos: respeto, consideración y admiración. Sentimiento que extendemos al resto de la naturaleza.

Todos, como digo, tienen cráneo, lo que quiere decir que poseen las mismas estructuras que nosotros, diferentes en cuanto que los felinos, lobos o perros, reconocen y se hacen una idea del mundo a través del olfato equivalente a un rinencéfalo muy desarrollado. Tienen una concepción del mundo olfativa, también la procedente de los datos del resto de sentidos. Nosotros, deberíamos tenerla ética, moral, justa y cultural; y tan compleja que no incluyera simplismos ni radicalismos, -los psiquiatras desde 1919 han sospechado que detrás puede haber problemas emocionales, puesto que son posiciones demasiado emocionales-. Deberíamos tener un cerebro prefrontal desarrollado lo que equivaldría a saber manejar, utilizar nuestro sistema emocional, saber escuchar, ser éticos, empáticos, grupales para conservar y fomentar todo lo valiosos que somos y tenemos.

El sistema emocional en todas las criaturas trabaja fuera de la conciencia, dentro del cuerpo, al servicio de la supervivencia y adaptación a la complejidad del entorno; con entrenamiento podríamos detectarlo, percibirlo: sentirlo. Pero no es así porque una inmensa mayoría no ha recibido de parte de sus cuidadores, en  los primeros tres años, la intensidad de cuidados que una colección de seis tigres y dos leones de un circo ha recibido, y los sigue recibiendo. Se puede ver en documentales sobre los festivales anuales de circo de Montecarlo. Son capaces de coger, con sumo cuidado comida desde la boca de su cuidador. Les animo a que vean las docenas de documentales sobre la relación de los animales con los humanos y entre ellos mismos.

En suma, todos los mamíferos poseen el mismo sistema emocional que nosotros, pero no pueden analizarlo, tomar conciencia de ello, no lo sienten. Lo sufren, lo padecen, lo gozan sin mucha conciencia. En nosotros todas las situaciones frustrantes, carenciales, de negligencias, descalificaciones, se quedan en la memoria episódica, si no se tiene la suerte -la que uno busca-, de que una terapia nos libere. Pero aún así, cuando termina el ajetreo del vivir, de ejercer oficios o profesiones, vuelven en sueños, y al haber infravalorado su conocimiento y haber sido excluidos de nuestra cultura, nos encontramos intentando arreglar aquellas situaciones en forma de sueños y pesadillas. Eso lo he encontrado en todas las personas jubiladas y mayores en los últimos cincuenta años. Esa puede ser otra diferencia entre los animales y nosotros.

Estas experiencias, más o menos nefastas, nos dejan inermes porque no utilizamos los sueños, entonces renace nuestro pasado emocional y nos deja depresivos. Es decir, nos deja con aquel ánimo, al recordar esos sueños, el que deberíamos haber tenido de no contar con los mecanismos defensivos, de desmemoria, anulación o negación que utilizamos para seguir en la lucha por la vida. Esta es una de las causas del porqué la jubilación machaca, envejece y traumatiza a la mayoría de las personas. Que se las dan de liberadas al jubilarse y poco tiempo después empiezan a deteriorarse y enfermar.

Los perros tienen emociones,  alegría, tristeza intensa cuando nos separamos de ellos, o cuando tantos desaprensivos los abandonan.  Hagan una visita a los centros de acogida y vean sus rostros. Un vecino le dio un infarto mortal en el monte y su perro estuvo dos días a su lado, si comer ni beber.

Por cierto, los animalistas, en vez de difundir de manera masiva los videos a los que me  estoy refiriendo han logrado que se prohíban los animales del circo, que ni soñando van a tener los cuidados, la alimentación ni el cuidado de los veterinarios de su estancia en los circos. Estas minorías necesarias, por otra parte, deberían mejorar su pedagogía e identificarse menos emocionalmente con los animales. Porque están empleando la misma lucha que muchos partidos políticos  en la defensa de su territorio, físico, mental o ideológico. Que no están contribuyendo al desarrollo de las sociedades en su convivencia, ni en el trabajo y análisis conjunto de nuestros problemas y en la conjunción de las soluciones consensuadas.

La mediana edad masculina es un período de transición en el que ocurren muchos cambios fisiológicos y psicológicos que conducen a alteraciones cognitivas,  conductuales, y al deterioro de la función cerebral. Sin embargo, los mecanismos que sustentan estos cambios no están claros. El microbioma intestinal ha sido implicado como un mediador clave en la comunicación entre el intestino y el cerebro, y en la regulación de la homeostasis cerebral, incluida la función de las células inmunitarias del cerebro.

Tenemos una vía potencial por la cual dirigirse al microbioma intestinal con prebióticos puede modular la respuesta inmunitaria periférica y alterar la neuroinflamación en la mediana edad. Es una estrategia novedosa para la mejora de las patologías neuroinflamatorias relacionadas con la edad y la función cerebral.

Fuente original: PROA