El ejercicio tiene muchos efectos beneficiosos sobre la salud del cerebro, ya que contribuye a reducir los riesgos de demencia, depresión y estrés, además de un relevante papel en la restauración y mantenimiento de la función cognitiva y el control metabólico de todo el cuerpo. El cerebro percibe el ejercicio desde los factores periféricos inducidos por los músculos, permitiendo una comunicación directa mediante sustancias procedentes del músculo y el propio cerebro.

El músculo segrega mioquinas que contribuyen a la regulación de la función del hipocampo, sede central de la memoria en especial la espacial. Por eso suele ser una primera señal de demencia, que la persona se pierda y no encuentre el camino de vuelta. El ejercicio contribuye a la producción de neuronas nuevas en tres lugares del cerebro:

Una de las mioquinas, la catepsina B, atraviesa la barrera hematoencefálica para mejorar la producción de factores neurotróficos derivados del cerebro y, por tanto, como hemos dicho, contribuir a la neurogénesis, a la memoria y el aprendizaje. Respecto a esto, el apego emocional a los móviles y tabletas es promotor de la falta de ejercicio y fracaso escolar.

El cerebro puede detectar indirectamente el ejercicio a través del tejido adiposo (adiponectina) o desde el hígado (factor de crecimiento de fibroblastos 21 y factor de crecimiento similar a la insulina).

El ejercicio aumenta la expresión del gen que  aumenta los niveles de factor neurotrófico derivado del cerebro, por tanto, es el promotor principal del buen estado del cerebro a cualquier edad.  Los niveles de miocina IL-6, aumentan con el ejercicio y podrían contribuir a la supresión de los mecanismos centrales de la bulimia y el hambre de los estados de ansiedad. El ejercicio también reduce los síntomas similares a la depresión.

Las mioquinas producidas por los músculos en ejercicio  pone en marcha el intercambio, la comunicación, la sintonía entre los músculos y los órganos como el hígado, el intestino, el páncreas, el tejido adiposo, los huesos, el lecho vascular, la piel y el cerebro. Salen las personas del gimnasio con caras más jóvenes, porque  el ejercicio mejora la salud de la piel.

El ejercicio puede tener efectos antiaterogénicos en la vasculatura, mejorar el equilibrio autonómico, entre el sistema simpático y el vago (reduciendo así el riesgo de arritmias malignas) e inducir la cardioprotección contra la lesión por isquemia-reperfusión.

A su vez, promueve un entorno antiinflamatorio saludable (en gran parte a través de la liberación de mioquinas derivadas de los músculos). Sabemos que nos envejece la inflamación que se da a partir de una edad, por eso prolongamos los años de vida con el deporte diario.  Estimula la regeneración del miocardio y mejora la pérdida de masa y fuerza muscular relacionada con la edad, un factor de riesgo poco conocido.

El ejercicio regular puede promover una microbiota intestinal saludable mientras protege la permeabilidad y función de la barrera intestinal que de manera habitual impide la entrada de las bacterias patógenas.

Fuente origina: Proa Comunicación