El 22 de noviembre es santa Cecilia, patrona de los músicos y las músicas. Dice el saber popular que por Santa Lucía, patrona de los oftalmólogos y de las modistas, menguan las noches y crecen los días. Faltan por tanto poco más de 20 días para que empecemos el cambio, y comience a crecer la luz, así que por San Blas, un tonto lo conocerá.

Aunque últimamente el gobierno sin gobierno del Pablo-Pedro se ha encargado que en todas partes la noche sea larga, muy larga. Lo llaman toque de queda “por nuestro bien”, que puede que sea por el suyo. Desde el 36 no se habían sufrido toques de queda de esta magnitud, y entonces se justificaba por la Ley de Vagos y Maleantes, y ¡cómo no!, para que las luces apagadas de las ciudades no orientaran a los bombarderos enemigos.

Pero es igual, sabéis, quienes tenéis la amabilidad de seguirme, que últimamente me gusta escribir cuentos. Es la forma de decir en divertimento lo serio,. Generalmente he adoptado como amigo y compañero a un personaje, “El Sombrerero Loco”, del cuento no cuento de “Alicia en el país de la maravillas”.

«Érase una vez, un sombrerero loco al que le gustaba revisar lo que se decía y se escribía de su país. Este país estaba pasando por una situación en la que un bichito amarillo con corona de rey y nombre de unidad de rescate, SARS (Servicio Aéreo de Rescate), estaba acabando con todos los arboles viejos y con  algunos jóvenes de los que tenían plantados en su enorme huerto. Su huerto que era muy, pero que muy  parecido a una piel de toro.

Los jardineros pagaban a pulgas y pulgones para que intentaran acabar con el bicho que diezmaba la población, aunque algunas veces se justificaban pensando que al ser los viejos que ya no daban fruta no era muy preocupante; hasta que también los que estaban en plena producción empezaron a ponerse enfermos.

Los hombres, a los que se les acusaba de haber creado o manipulado el  bichito amarillo con corona de rey, (yo no lo he visto en realidad, solo las fotos que dicen son de él), le prometieron al pueblo del huerto que cuando tuvieran la vacuna sería gratis para ellos porque eran un huerto amigo. Lo mismo dijeron para el huerto de bota de montar.

La noticia se difundió por los reinos y sus voceros. Era, como podemos imaginar, noticia de primera magnitud, pues se podrían salvar los árboles jóvenes y viejos de los huertos. Pero he aquí que al tercer día, en vez de resucitar y mantener las esperanzas, nadie, nadie volvió a decir nada de tal vacuna ni de tal ofrecimiento».

¿Sabéis? Yo me reconozco sombrerero loco, lo cual no quiere decir que sea ni tonto ni idiota alguien ¿Soros? … hizo caer una pesada losa de silencio, sobre esta buena noticia. ¿Sera que interesa más pagar  veinte o treinta euros, por una vacuna que aún no está terminada ni hecha ni probada?

¡Claro! Las pobrecitas farmacéuticas -en las que pongas como las pongas todas tienen la bandera de barras y estrellas-, están creciendo sus acciones como la espuma en días de tormenta. No habréis visto si en China están haciendo alguna porque en ningún telediario hablan de ello, será quizás que no la necesitan.

He conocido algún zoco árabe y algún mercado persa, donde todo se compra, todo se vende y todo se regatea:

– La mía da un 95,4 por ciento  y vale a 30.

Otro mercader grita desde el otro lado de la calle, que no del charco:

– La mía el 96 por ciento de efectividad y la dejo en 20.

– Yo necesito almacenarla a menos 80 grados, con lo que tendréis que comprarme  también neveras especiales.

– La que yo haré se conservará a menos 20º y podrá transportarse fácilmente.

Entro en la información de la bolsa, y ¡oh!, pero si ha subido hasta el petróleo; Repsol, Iberdrola y otras cuantas. Al final  giro la esquina, y aparece mi gitanito del “mercao” gritando:

– ¡Dos tangas por un euro! Mire señora, y le doy unos calcetines de regalo.