Antes, no hace mucho, la cocina era el corazón de los hogares. Allí no solo se hacía de comer, era donde se comía y donde se vivían largas sobremesas, a mediodía y tras la cena. El llamado ‘comedor’ era una estancia que, en realidad, apenas se usaba, montada más para aparentar estatus que para su uso. De hecho, el nivel de confianza o afinidad con una familia se medía así: si ibas de visita y te recibían en la cocina, eras muy próximo y apreciado; si, en cambio, te conducían al comedor, la visita era mucho más formal que íntima.

Esto se fue perdiendo con la irrupción de las llamadas cocinas americanas, que ni son cocina ni son ‘ná’, un espacio reducido y funcional que apenas vale para engullir de pie los platos precocinados recalentados. Las únicas cocinas que hoy llaman la atención son las de los políticos, entornos que en su mayoría provocarían que Chicote se hiciese ermitaño y se alimentase de raíces y gusarapos. Veamos algunos ejemplos.

La cocina de Casado

Se la llama kitchen, que queda más cool. Viene de un montaje para ver qué sabía un socio ilustre y qué daño podría hacer. Esto no sería en sí mismo malo, cualquier organización querría averiguar si un traidor tiene documentos sensibles. Lo malo es que la organización no solo no usó sus medios y utilizó de forma ilegítima recursos públicos, sino que hay constancia de robos, hurtos y manipulaciones varias.

No, no puede salir Casado diciendo que entonces él era un ‘simple diputado por Ávila’ (el equivalente a ‘ese día no fui a clase’). Cuando se acepta una herencia se aceptan las fincas y las deudas. ¿De verdad en todo este tiempo no han sido capaces de montar una estrategia mejor?

Chicote diría que cuando la cocina-kitchen apesta no sirve echar ambientador, eso solo lo empeora. Hay que buscar la basura y tirarla, abrir ventanas y ventilar. A no ser que se esté cogido por algún sitio. Pero entonces los comensales se marcharán espantados: nadie come en un restaurante que hiede

La cocina de Tezanos

Se ha hecho famosa y no para bien. Antes esta cocina era de temporada, sin más pretensiones. Tezanos ha cogido una materia prima más que aceptable y se ha pasado con las especias y los aliños. Todo sabe igual (de mal). Es como cuando se adobaba mucho el pescado para evitar el sabor a podrido. Si sus jefes le mantienen como chef es porque han perdido el sentido del gusto.

La cocina de Iglesias

Vi un tuit en el que se observaba un plato enorme de estos que ponen ahora en los restaurantes modernos y, en medio, en el espacio de un cenicero pequeño, cuatro alubias y una microscópica rodaja de chorizo. El tuitero decía: “he pedido una fabada y me han puesto esto, ¿no es para ir a por la escopeta?”

Eso es la cocina de Iglesias, puro postureo. La nada absoluta hecha fachada con ínfulas de nouvelle cuisine, puro timo. Lo mismo de cocinan un trinque y te lo venden como plato solidario que cogen cuatro bots y te montan una supuesta encuesta como postre.

La cocina de Sánchez

Conocida como ‘el cortijo de Molano, donde mandan «tós» menos el amo’. A él le basta con que le dejen llevar el gorrito blanco. Mientras, llega uno y añade al guiso cuarto y mitad de terrorista blanqueado y unos taquitos de golpista; otro, dos puñados de especias «comecuras»; el otro, láminas de la momia de Franco, y el de más allá, unas gotas de emérito y dos cazos de inquina hacia quien ose ganar algo con su esfuerzo. No es cocina para pobres, es una pobre cocina.

La cocina de Abascal

Rabo de toro como especialidad y casi plato único. Ante una carta tan limitada, por fuerza tienen que hacer pregón continuo y colocar croquetas rancias como ‘croquetas de la abuela’ (y en verdad parece que están hechas con la abuela). El local está sobrecargado al máximo, todo es excesivo, sobre todo los precios que hay que pagar. Los parroquianos apuran vino de segunda, vendido a coste de Vega Sicilia únicamente porque lleva la etiqueta de ‘Vino Ehpañó’. La única distracción es un gran mapa de cuando en el Imperio no se ponía el sol, tallado en granito, que te invitan a romper a puñetazos ‘si tienes güevos’. No lo intente, aparte de que es granito, a la que cierras el puño se te vienen diez encima.

La cocina de Arrimadas

Poco se puede decir de esta cocina, ya que está en plena remodelación. Cuando abrió parecía un local que podía atraer a muchos, y así fue al principio. Ah, pero el cocinero se creyó un tres estrellas Michelín al que se le consentiría todo, y lo echó a perder. Ahora, con pretensiones más modestas están intentando remontar, con recetas caseras, innovando lo justito y yendo cada día al mercado a ver que hay. Está por ver si lo logran, porque algunos de sus camareros siguen creyendo que son maitres del Ritz y se rebotan a la que les hacen alguna indicación.