Hacia una ecología de la atención

¿Qué hacer? ¿Imaginar nuestro municipio dentro de 10 años como eslogan publicitario? O… ¿empezar desde ahora (re)orientando acciones colectivas?

Cada uno desde su pueblo, ciudad o barrio. Si la pandemia nos obligó a mirarnos cara a cara desde los balcones, ahora es en la calle, en el día a día, con una nueva distancia donde juntos debemos abordarlo.  La suficiente distancia para que entre tantas incertidumbres tengamos la ocasión de (re)orientarnos, de buscar acciones que, desarrolladas localmente, ahora influyan en lo global. Todos estamos en el mismo planeta, un mundo finito físicamente, entrelazados territorialmente y afines bilógicamente.

Pero es cierto que cada uno desde su casa, no percibe fácilmente ni los riesgos ni las consecuencias de un sistema que cada día nos promete más y más progreso y donde apenas sentimos a los que van quedando en la cuneta del sufrimiento y la desigualdad. Si el cambio climático sonaba a una abstracción difícil de entender, la pandemia nos lo ha explicado. Por tanto, una vez obligados a echar el freno de emergencia planetaria es hora de vivir lo local, lo cercano y situado, en plena post-pandemia de brotes que suben y bajan, que cierran y abren.  En plena entrada escolar, pero también con múltiples episodios locales de cambio climático que aquí y allí nos alertan de una emergencia inaplazable que toda educación y formación profesional debería tener muy en cuenta. (Marcelino NUÑEZ. Aemet. Extremadura).

La literatura científica nos sigue indicando, que romper con el equilibrio ecosistémico es abrir la puerta a nuevos patógenos.  Por esto las decisiones participativas y de conocimiento compartido son clave para que las acciones se sostengan en la actual transición climática que busca una adaptación y mitigación urgente; ” la destrucción de la naturaleza provocada por las actividades del hombre es la destrucción de nuestra mejor vacuna (Fernando VALLADARES. La salud de la humanidad. 2020.) .

Y es que septiembre nos da alguna ocasión para que socialmente establezcamos miradas renovadas desde lo local.  Aprovechar, tanto la campaña internacional “limpiar el mundo” como la europea de “movilidad urbana” y la convocatoria mundial de “acción por el clima” que no suponga solo una mera “declaración más” de intenciones. Ambas nos remiten tanto a nuestro consumo cotidiano de plásticos o la generación de residuos, como a las emisiones provocadas por nuestras maneras de movernos en las ciudades y la nula reacción institucional con ambiciones reales frente a la emergencia climática.

No podemos hacer lo que nos dé la gana ni con los residuos, ni con las emisiones generadas, ni apoyando cualquier plan para simular que se actúa, sino se informa de manera transparente ni se cuenta   de manera activa con la ciudanía.

Diferentes municipios extremeños se han puesto a colaborar con los movimientos vecinales y con diferentes colectivos sociales, ecologistas y culturales.  Se trata, en cada caso, de hacer un día, o una semana, o una convocatoria que configure otros modelos de convivencia. De crear espacios abiertos para que la población forme parte de las soluciones urbanas y territoriales no fáciles de abordar.

Promover la creación de “anillos verdes” o “corredores verdes y saludables” mas allá de una ruta aislada o un sendero ocasional. Apoyándose en la red de caminos públicos que todo municipio tiene e incluso de las vías pecuarias (los cordeles). Apoyándose en los olivares que todavía no se han urbanizado, en las charcas que aún se mantienen vivas, en pequeños bosquetes ignorados, en las huertas algunas históricas y otras abandonadas. Algo podemos hacer sin esperar a nuevos planes de urbanismo. Todo un programa de plantación Arborea y vegetal a mantener.

Promover “conexiones peatonales y ciclistas “como mejor modelo de movilidad urbana, tanto dentro como fuera de las poblaciones. Y hacerlo con ejemplos de participación social activa. De esta manera se entenderá mejor que algunos pueblos y ciudades necesitan aparcamientos disuasorios y conexiones con un nuevo tejido comercial y de tiendas que desean que las conexiones humanas sigan tan vivas como pueden serlo las electrónicas. Promover experiencias que culturicen el territorio. Conjunciones que vayan ensanchando la tímida participación social.  Compromisos concretos en reconocer a las personas más vulnerables y desfavorecidas.

Aunque todavía hay un municipalismo incapaz de escuchar ni atender lo que está sucediendo, a veces impidiendo innovaciones solidarias y la gran mayoría de las veces más atentos a consignas partidistas y políticas de exclusión que a soluciones que pongan a las personas y colectivos con sus mejores aportaciones en la mejora democrática de la localidad.

Y por supuesto queda toda una resonancia regional imprescindible entre municipios. Y por supuesto quedan los otros once meses del año. Los iremos viendo y contando a través de estas columnas.