Familias enteras preocupadas por la evolución de la pandemia y la proximidad del inicio del curso académico se niegan a escolarizar a sus hijos conscientes de que hay estudios que señalan que aunque los niños con Covid-19 no son tan propensos a enfermar tan gravemente como los adultos, sí pueden propagar la infección y llevar el virus a sus hogares.

Como portadores asintomáticos o con pocos síntomas, los menores se transforman en un elemento de propagación de la enfermedad, y esto se ha convertido en motivo de especial preocupación para muchas familias con adultos mayores vulnerables en el mismo hogar.

Un estudio del Hospital Sant Joan de Déu ha hecho el seguimiento de 724 niños que han convivido en el hogar con un progenitor positivo de coronavirus y ha revelado que el 17,5% de ellos se infectó de Covid-19; es decir, una cifra muy similar a la de adultos contagiados por contacto en casa con un caso positivo.

Los niños y adolescentes tienen menos probabilidades que los adultos de desarrollar esta enfermedad de manera grave o de morir a causa de ella, pero su potente poder de transmisión ha extendido la preocupación entre los padres, que ante el inicio del curso escolar barajan fórmulas tan dispares como solicitar la baja médica del niño, hacerse con un certificado médico o simplemente no escolarizarlo.

El desconocimiento sobre el modo de actuación del virus supone un elemento de desconcierto, pues inicialmente se pensaba que los menores eran grandes transmisores y no parece que lo sean más que un adulto, y existía la creencia de que no podían padecer la enfermedad, cuando la realidad es bien distinta.

Dejar la responsabilidad de medir la temperatura corporal de los hijos a sus padres no es una medida eficaz, sino un parche para evitar confrontaciones con el profesorado, que vive en un hartazgo permanente desde el inicio de la pandemia. Imponer labores de vigilancia a los maestros para que conciencien a los niños sobre la importancia de mantener la distancia de seguridad, usar la mascarilla o lavarse las manos al menos cinco veces durante la jornada lectiva, todos sabemos que es una utopía.

Algunas comunidades autónomas, como Asturias, han retrasado el inicio del curso escolar para los alumnos de Infantil y Primaria al 22 de septiembre y hasta final de mes para los de la ESO, Bachiller y Formación Profesional. En esta comunidad han apostado por un inicio escalonado y retrasado de la actividad lectiva, no sólo porque se vaya a hacer pruebas PCR a todo el profesorado, sino porque quieren comprobar cómo evoluciona la pandemia durante las primeras semanas de septiembre.

En Madrid los propietarios no logran alquilar los pisos destinados a estudiantes y en Extremadura se han hecho fuertes inversiones en dispositivos digitales en previsión de que la enseñanza haya de realizarse igual que durante la pandemia, pero mejor preparados. Con once muertos por Covid-19 desde que finalizó el estado de alarma en Extremadura, 128 casos positivos confirmados por PCR en las últimas 24 horas, 43 personas ingresadas en los hospitales extremeños, seis pacientes en cuidados intensivos y 530 personas muertas desde el inicio de la crisis sanitaria, cabe preguntarse cuánto durará el curso escolar.