RAQUEL DE LA ROSA – MORALEJA

El gran objetivo del Gobierno de España es evitar la propagación del Covid-19, por ello, desde que se decretó el Estado de Alarma se han tomado numerosas medidas al respecto. Son muchas las personas en el país, también en Extremadura o en la provincia de Cáceres que tienen que despedir a sus familiares con un trago amargo superior al que ya supone decir adiós para siempre.

Según el Boletín Oficial del Estado (BOE) del pasado 30 de marzo solamente tres personas pueden asistir al entierro de un familiar. Les acompañarán, en esta despedida, el encargado del culto así como la persona encargada de realizar la sepultura. La distancia de seguridad entre los asistentes continúa siendo fundamental, los entierros se han convertido en una despedida fría, ni besos ni abrazos en los momentos más difíciles.

“No hay velatorios por motivo de seguridad lo que convierte a esta marcha en un trago más amargo para las familias. Tampoco está permitido el acompañamiento a familiares en instalaciones públicas o privadas así como en domicilios particulares”,  ha asegurado el gerente de una funeraria. “Si el fallecido murió por coronavirus tampoco se realizará tanatoestética”, ha explicado.

Esta situación se ha convertido en un drama para los seres queridos porque velar al cadáver, llevarle coronas de flores y dar el apoyo incondicional a los familiares para enfrentarse al duelo ha quedado atrás. Con la llegada del Covid-19 se han dejado a un lado las misas, los entierros y las despedidas multitudinarias para decir adiós a un ser querido.

“No hemos podido despedirle como se merece. Ni siquiera hemos podido besarnos o abrazarnos. Hemos tenido que estar con mascarillas y guantes, a metro y medio de distancia para despedir a mi abuelo. Ha sido uno de los momentos más difíciles de mi vida”, ha asegurado una joven que ha tenido que decirle adiós a uno de sus familiares.

Vivir el dolor de la marcha de un familiar no es tarea fácil, pero actualmente no es momento ni para la vida ni para la muerte. La balanza se tuerce cuando las normas decretadas por el Estado de Alarma prohíbe el contacto físico habitual que salvaguarda el dolor que vendrá después.

“Para las familias es espantoso. También para mí como sacerdote e incluso para el personal que trabaja tanto en funerarias como en el cementerio. El ambiente es tétrico”, ha aseverado uno de los protagonistas en esta cita.

“Vernos a todos con guantes y mascarillas, la imagen es terrible”, ha continuado explicando. Además, ha asegurado que el papel de la Iglesia en este momento tan complicado es el de acompañar a las familias y rezar por ellas en los momentos tan dolorosos.

Las calles tampoco albergan esquelas, todo se ha vuelto frío. Desde que se decretó el Estado de Alarma son miles de personas las que viven esta situación y han tenido que decir adiós de la manera más fría posible, con el acompañamiento de tres personas y sin un abrigo en el que arroparse. Para hacer este trago menos amargo son muchas las asociaciones religiosas que ofrecen funerales a través de Internet, pero se demanda el contacto real entre familiares, amigos y vecinos.